Nuestras ciudades han ido llenándose de edificios,sacrificando parques y zonas verdes para el sano esparcimiento de nuestros hijos. Los niños no pueden moverse en las veredas porque no son un lugar seguro para ellos. La filosofía del barrio con los muchachitos del vecindario reunidos para jugar a las escondidas, brincar la cuerda, travesear con la gallina ciega o trepar a los árboles frutales para robar manzanas se ha ido extinguiendo poco a poco.
En la actualidad los niños no suelen divertirse al aire libre; pero sí lo hacen tumbados en el sofá, acostados en la cama o sentados frente a una pantalla. Hablamos las formas modernas de “diversión sedentaria” que en un tiempo record han invadido las estanterías y la vida de nuestros pequeños.
En las navidades, los padres regalan cada vez más tabletas, videoconsolas, teléfonos inteligentes y juegos virtuales que balones de fútbol, raquetas de ping pong o zapatos para basquetbol. La “caja boba” (tele) atrapa por horas y horas a muchos niños que prefieren ver la acción (patadas, saltos, combates, luchas, carreras) que formar parte de ella.
Sí, cada vez menos movimiento y más riesgos de padecer enfermedades crónicas e incapacitantes a temprana edad. Muchos jóvenes se convierten en simples espectadores de un mundo del que terminan marginándose por culpa de la obesidad, la diabetes, los problemas cardiovasculares, el retraimiento, la falta de habilidades sociales y otros padecimientos que cada día son más frecuentes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estudió a casi 73.000 niños de treinta y cuatro países y encontró que casi un tercio de jóvenes entre los ocho y los quince años padecen de obesidad y que éste incremento en el número de chicos obesos está fuertemente asociado al tiempo diario dedicado a los videojuegos y la televisión.
Es preocupante pensar que nuestros niños pasan, ni más ni menos, un promedio de tres a cuatro horas diarias sentados delante de un monitor, normalmente jugando, pero también enviando mensajes de texto, navegando o viendo la tele, y, por desgracia, no suelen invertir ni un minuto para realizar ejercicio físico fuera de las actividades programadas dentro de la escuela.
Las llamadas “actividades pasivas”, cuando son ejecutadas por los niños sin un adecuado control del tiempo o sin una cuidadosa supervisión de los contenidos por parte de los padres o cuidadores, pueden entorpecer el adecuado crecimiento, desarrollo, el peso corporal, la postura, la comunicación intrafamiliar y en unos desafortunados casos: la salud mental y seguridad personal de los niños y jóvenes.
Aunque nuestros hijos acostumbran decir que “están jugando” en su consola de video, lo que en realidad están haciendo es permanecer sentados cuando se compara con otras actividades de juego que incluyen el movimiento corporal como la rayuela, por ejemplo. A diferencia de correr, saltar o trepar en un área diseñada para juegos infantiles (un parque), o practicar un deporte con regularidad (futbol, natación, patinaje, artes marciales).
Un videojuego es algo completamente pasivo y sedentario y conlleva el peligro de crear malos hábitos que se perpetúan en el tiempo e impiden la exploración del entorno, el conocimiento y respeto por la naturaleza, la adquisición de habilidades sociales, la adecuada interacción con otros niños y el sano disfrute del tiempo libre en familia, entre otras muchas cosas.
La academia Americana de Pediatría nos advierte que los niños que ven cinco o más horas de televisión al día tienen cuatro veces y media más riesgo de padecer sobrepeso que aquellos que ven dos horas o menos. Todas las actividades pasivas que mencioné antes, si se suman a otros factores como: malas pautas de alimentación, falta de ejercicio físico, deterioro en la calidad y cantidad de sueño y una limitada interacción con los padres puede llevar tarde o temprano a un deterioro en la calidad de vida, torpeza interpersonal, timidez, sobrepeso y otros problemas que es preciso detectar y manejar a tiempo.
Ante tales amenazas, es absolutamente necesario que los padres se esfuercen en cambiar las costumbres de los más pequeños y logren introducirlos en un estilo de vida saludable en el que prime el buen ejemplo, el dialogo, la supervisión, el consejo oportuno y el acompañamiento. Esto no es una tarea fácil, pero tal vez deberíamos plantearnos el hecho de que los niños no suelen hacer lo que se les diga que hagan sino aquello que ven hacer en los padres.
Hay que empezar por dar ejemplo. Los niños son sinónimo de movimiento y cambio continuo. No olvidemos que los niños y adolescentes se pueden involucrar demasiado y hasta obsesionarse con los juegos de video.
No podemos exigir a nuestros hijos que no se atiborren de golosinas mientras miran la tele, si nosotros mismos nos hemos desplazado del comedor hasta la sala de la tele y comemos desaforados, sin siquiera enterarnos de lo que estamos ingiriendo. Tengamos presente que la coherencia de nuestros actos es muy importante a la hora de la crianza.
El sedentarismo y comer sin consciencia de hacerlo se convierten en dos elementos claves para que se dispare la obesidad. En general los niños y los adolescentes no prestan mucha atención a los nutrientes contenidos en lo que comen. Suelen escoger bebidas con dulces con gustos artificiales, comidas rápidas (léase comida chatarra) y chucherías cargadas de saborizantes y colorantes.
En general las verduras y las frutas no son alimentos que comprarían en una tienda escolar o pedirían en un restaurante. Es por esto que los padres deben enseñar a los hijos a disfrutar de una alimentación variada, saludable y sabrosa que incluya los diferentes tipos de nutrientes. Esta debe ser una labor diaria, paciente y creativa para que los niños desde temprana edad aprendan a comer de manera consciente, a horas apropiadas e ingiriendo lo suficiente para una adecuada nutrición.
Los muchachos que no han recibido un buen ejemplo de sus padres y se alimentan de manera caótica, privilegiando comidas rápidas, empaquetadas y procesadas, sin tener un horario definido de alimentación, ni limitaciones en: el tamaño de las porciones y la frecuencia de la ingesta, son vulnerables para desarrollar trastornos de la conducta alimentaria que los llevará a desarrollar sobrepeso y enfermedades metabólicas.
El desorden diario en la alimentación, así como dormir menos de lo suficiente e irse al colegio a las carreras sin desayunar son hábitos que tarde o temprano harán mella en el niño. El desayuno es la comida más importante para un niño en crecimiento. Los niños que no comen adecuadamente el primer alimento del día llegan con bajos niveles de glicemia a clase y está de sobra comprobado que su rendimiento intelectual es inferior al que tendrían si se alimentaran bien.
Muchas veces pasa lo siguiente: Las primeras horas de clase el niño está como adormecido y no rinde y durante el recreo hace su primera comida, que consiste por lo general en alimentos grasosos, dulces o muy salados hechos con harinas, azúcares refinados, conservantes y saborizantes. Estas comidas que los niños consumen con gusto son especialmente hipercalóricas pero con muy pocos nutrientes (donuts, papitas fritas, gaseosas).
Luego al medio día suelen hacer otra comida que a ellos les parece muy apetitosa: pizzas industriales, perros calientes, hamburguesas con mucha salsa, tortas, ricas en azúcares simples, grasas y glutamato mono sódico.
Como dije antes, los niños, por ellos mismos, no buscan las frutas y las verduras ni toman el calcio que se requiere para el fortalecimiento de sus huesos. Con el consumo de la comida basura tienen la tendencia a sufrir precozmente de enfermedades degenerativas que antiguamente sólo padecían las personas adultas. Por esto es muy importante tener en cuenta algunas pautas que nos permitan prevenir y tratar la obesidad de nuestros niños, siempre con la ayuda de un profesional de la nutrición.
Les dejaré algunas recomendaciones finales que espero les sean de alguna utilidad.
- Procura limitar el tiempo de juegos o actividades pasivas a menos de dos horas por día.
- Seleccionar los juegos apropiados, tanto en contenido como en el nivel de desarrollo. (Fíjate bien en las instrucciones y público al que van dirigidos)
- Practicar los juegos de video con tus hijos, para experimentar el contenido del juego. (Evitar juegos violentos o que fomenten la agresividad)
- Establecer reglas claras acerca del contenido de los juegos y del tiempo que pueden dedicarle a jugarlos, ya sea dentro o fuera del hogar.
- Advertirles claramente a los niños sobre el potencial de peligro serio de los contactos y relaciones en la Internet mientras están jugando juegos en línea.
- Recuerda que tú como padre o madre eres un modelo para tu niño vigila las horas de televisión frente a la tele, computador o juegos de video que sueles jugar como persona adulta.
- Si como padre estás preocupado porque tu hijo dedica mucho tiempo a jugar en las videoconsolas o se muestra preocupado u obsesionado con juegos de video agresivos y violentos, habla con el niño y trata de entender sus motivaciones y luego establece límites (permitirle jugar por una hora, pero siempre después de haber terminado con las labores escolares) y tratar de estimular al niño a que participe de otras actividades en las que el movimiento sea la norma.
- Procurar que tu hijo tenga bien definida la hora para ir a acostarse. Es ideal que tenga al menos siete horas de sueño durante la noche.
- Invitalo a levantarse temprano para que tenga el tiempo necesario para tomar un desayuno saludable, planear el día y conversar. Intenta prepararle un refrigerio adecuado a sus necesidades nutricionales y a sus gustos personales. (fruta fresca, Yogurt, pan o galletas integrales, etc.) para que lleve al colegio.
- Intenta practicar con tu hijo algún tipo de ejercicio al menos cuatro o cinco veces por semana de cuarenta y cinco minutos o una hora de duración (caminatas, trote, montar bicicleta, básquetbol). Si no puedes hacerlo con él, anímalo a que forme parte de un equipo para realizar dichas actividades al menos tres veces por semana (fútbol, natación, artes marciales).
- El método más recomendado para tratar la obesidad infantil está basado en la combinación de una dieta saludable y suficiente con el incremento de la actividad física, la educación nutricional y el cambio de conductas. Pero todo eso solo será efectivo si el niño cuenta con el apoyo y el estímulo de su familia.
- Invita a tus hijos a cocinar contigo y explícales las propiedades de los alimentos.
- Sirve porciones adecuadas para sus edades y enséñales la importancia de prestar atención a lo que están comiendo y a masticar bien los alimentos.
- Para que la implementación de una dieta saludable surta el mejor efecto es necesario que el niño reciba estímulos y refuerzos de quienes le rodean, a través siempre de mensajes positivos, para que él pueda mantener bien su autoestima y sentirse más seguro de sí mismo. El trabajo inicial tiene que ver con ayudar a combatir la ansiedad y el abatimiento, sentimientos que en muchos casos incrementan la ingesta de comida y provocan un aumento de peso.