Un niño enfermo siempre será el mejor convocante de la solidaridad.”
Fue un embarazo deseado y controlado. Todo fue perfecto hasta el nacimiento de Benjamín, ese día una mala praxis médica marcó su existencia y la de sus padres. Desde entonces, ellos se han esforzado por darle calidad de vida a su hijo. Han ganado grandes batallas a la hidrocefalia, parálisis cerebral e hipotonía, pero su lucha sigue contra la ceguera y la hipoacusia.
Decisiones médicas que resultaron infructuosas
Madre primeriza expuesta a un trabajo de parto que se prolongó mucho más allá de lo conveniente. Un fórceps que no pudo concretarse y finalmente una cesárea impostergable, con anestesia general, dadas las condiciones físicas y emocionales de la madre.
El sufrimiento fetal fue inevitable. El niño nació con hipoxia perinatal (asfixia), incapaz de iniciar y mantener respiración por sí mismo tuvieron que hacerle reanimación. Sin embargo, los médicos aseguraron que no había de qué preocuparse. Fue dado de alta sin más instrucciones que las del cuidado de un recién nacido.
Su madre nos cuenta que Benjamín tuvo un desarrollo normal hasta los tres meses, cuando su pediatra detectó el crecimiento extraño de su cabecita. Fue diagnosticado con hidrocefalia, hinchazón del cerebro, y operado de emergencia para drenar el exceso de líquido cefalorraquídeo. La operación fue exitosa y hasta los dos años todo pareció ir bien para la salud de Benjamín.
Era un niño que crecía, risueño y juguetón. Después una serie de síntomas revelaron su desmejora. Un pediatra, indicó que la válvula debía ser cambiada. ¡Otra vez Benjamín era víctima de los criterios médicos!
El diagnóstico es desestimado en el hospital de la pequeña localidad donde vivían y el niño es sometido a tratamientos erráticos durante medio año, hasta que sufre una parálisis cerebral que lo deja ciego.
Su reclusión duró dos meses operado para el cambio de válvula en su cerebro, pero su estado es crítico y durante su larga estadía en el hospital le administran un antibiótico altamente ototóxico que le afectó la audición.
La información fue escasa y los médicos herméticos. El niño lejos de mejorar, involucionaba. En palabras de su madre:
Se convirtió en un bebé recién nacido, pero con el tamaño de un niño de dos años. Sin control cefálico, con hipotonía, además ciego, sordo y desnutrido”.
Los padres se arriesgan a llevárselo del hospital
Benjamín sale del hospital sin autorización de los médicos y por exigencia de sus padres. Ellos, asumen responsabilidades y lo llevan a casa sufriendo de hospitalismo, un conjunto de alteraciones físicas y psíquicas por permanecer internado largo tiempo. Luego, estos investigan sobre su patología y los especialistas en el tema. Inician el recorrido para tener de vuelta al Benjamín que un día tuvieron.
Un programa en CNN les da la clave. Una niña argentina, ciega de nacimiento, recuperó la vista gracias a un tratamiento en China. Se despierta una esperanza para Benjamín. Inician contacto con el centro hospitalario, donde después de ver los informes médicos se muestran dispuestos a recibirlo.
La batalla titánica por conseguir los recursos económicos para llevarlo a China
La esperanza tiene un valor de 50.000 dólares. Son pobres, pero no les falta voluntad. Emprenden una campaña solidaria, una luz para benjamín, para recabar los fondos y costear el tratamiento, un implante de células madres que le permitiría ver y oír de nuevo.
Así, comenzó una incansable labor que duró un año para conseguir los recursos. Organizaron eventos, recolección de dinero en la calle, fueron a programas de radio y TV. Con la ayuda de voluntarios, gracias a la generosidad de muchos, ¡lograron recabar los 50.000 dólares!
Han pasado dos años desde entonces. Al conocer a Benjamín, algunos podrán pensar que fue demasiado esfuerzo para lo que se logró, pero sus padres están orgullosos. El niño sordo, ciego e hipotónico, aunque todavía no ve ni escucha bien, ahora percibe luz, atiende a estímulos, camina y puede correr.
Y los más importante, se detuvo el daño neurológico. Sus padres agradecen a Dios y a la voluntad y generosidad de muchos, que ayudaron para que este pequeño guerrero pueda tener una vida con calidad.
Con apenas seis años, Benjamín no se rinde y el año próximo volverá a China en búsqueda de imágenes y sonidos para su vida.
¿Te animarías a ayudarlo?
Referencias