Redacción Editorial Phrònesis.
Todos los días estamos expuestos a cambios repentinos, a asumir nuevos retos que implican cambiar desde pautas de comportamiento hasta de rasgos de nuestro carácter, como renunciar a un empleo, romper compromisos sentimentales, mudarnos a otra ciudad, cambiar el estilo de alimentación, etc. Todas estas situaciones complicadas nos obligan a tomar decisiones difíciles que, dependiendo de lo que esté en juego en cada caso, podrían hasta cambiar nuestras vidas.
¿Qué son las decisiones difíciles?
Para la psicóloga Miriam Martín, una decisión difícil se presenta cuando:
- La persona no sabe, entre muchas opciones, cuál es la mejor. Aunque todas tengan puntos positivos y negativos, es muy difícil encontrar con objetividad cuáles son esas diferencias.
- Estas decisiones involucran a más personas, es decir, pueden afectar y cambiar de forma significativa el ritmo y la calidad de vida de los otros.
- Se piensa que una decisión podría ser la más correcta y acertada, pero al momento de analizar sus posibles consecuencias negativas la persona no esté dispuesta a asumir el riesgo.
Tipos de decisiones
Ernesto Weissmann, director de Tandem México, explica que las decisiones se dividen en tres grupos:
Complejas
Exigen más responsabilidad y son de mayor impacto, por lo que es necesario analizar minuciosamente cada una de ellas.
Cotidianas
Son las que se toman en la rutina diaria que puede ser de la vida netamente personal, pero también se presentan en la vida laboral; no son de gran impacto.
Automatizadas
Se toman de manera inconsciente, porque son excesivamente rutinarias, y tampoco se tiene en cuenta si estas causarán gran impacto al momento de tomarlas. Son tan habituales como elegir el menú del día en un restaurante, cambiar de look y cosas por el estilo.
¿Qué te impide tomar decisiones?
Tomar decisiones no es fácil para ninguna persona y sobre todo cuando estas son bastante complejas. Según Nelson Portugal, consultor en desarrollo personal, lo que realmente impide decidir de manera correcta, que se retrasen y se posterguen los tiempos de las decisiones está determinado por factores como:
Miedo
Sentir temor al fracaso es lo que lleva a muchas personas a no tomar decisiones o a posponerlas, lo cual no ayuda en nada, porque inevitablemente llegará el momento en que se deba decidir. Nadie es perfecto; si te equivocas, aprenderás de esas experiencias; por el contrario, si te dejas llevar por tus propios miedos, nunca podrás superarlos ni avanzar.
Inseguridad
La falsa creencia de pensar que todas las decisiones deben tomarse con la mayor seguridad y certeza de que todo funcionará a la perfección lleva a muchas personas a no tomar decisiones. Las decisiones se toman con base en las mayores y mejores probabilidades, mas no con seguridades absolutas. Según Nelson Portugal
“Por ello, los verdaderos líderes son aquellos que pueden tomar decisiones complicadas en momentos difíciles. Recuerda siempre que velocidad es mejor que perfección. De hecho, no existe la perfección, solo puedes hacer lo mejor que puedas y seguir creciendo”.
Falta de costumbre
Si no estás acostumbrado a ser decidido, tu indecisión se convertirá en el origen de un círculo vicioso que te dificultará que te prepares para tomar decisiones cuando sea necesario hacerlo. La única forma de saber si eres bueno o malo decidiendo es tomando decisiones.
Estrés
Es posible que te sientas abrumado porque tienes tanta información que ni siquiera saber por dónde empezar y te dejes invadir por la angustia; esta situación es lo que se conoce como parálisis por análisis. Lo más aconsejable es que cuando tengas todos los datos indispensables para tomar una decisión informada, te decidas. Conocer más datos, incluso en exceso, no te facilitará el proceso.
Por: Editorial Phrònesis
Para: elartedesabervivir.com