Imagen de la película “Los Tres Mosqueteros”, dirigida por Stephen Herek. Tomada de: www.sensacine.com
Como en el lema “todos para uno y uno para todos” de los tres mosqueteros, la famosa obra del escritor francés Alejandro Dumas (1802-1870), no pueden ser ajenos los intereses individuales ni los intereses colectivos para la motivación humana. Las motivaciones individuales tienen un origen colectivo a través de la implantación y transformación cultural de significaciones que cualquier sociedad realiza, en algunos casos sutilmente, y, en otros, de forma abierta y ostensible. La cultura de la corrupción que campea en nuestras sociedades e inunda los titulares de las noticias diarias parece señalar que el lema motivacional de los tres mosqueteros se transformó sutilmente en “TODO para uno y uno para TODO”; en el primer caso para acaparar codiciosamente las riquezas (de forma legal o ilegal); en el segundo para erigirse en el “elegido” llamado a dominar a los demás. El “uno” de algún campo es el D´Artagnan que la élite dominante imponga a través de sus influyentes y poderosos medios masivos, convirtiéndolo(a) en el (la) alfa de moda en dicho campo. Esas distorsiones han conducido necesariamente a la implantación de un individualismo extremo. La presente nota trata esta temática, proponiendo al desarrollo humano como el fiel de la balanza que permite equilibrar y buscar solución a las contradicciones entre lo individual y lo colectivo.
“UNO” es cualquier persona, hombre o mujer, y “TODOS” es el conjunto de influencias sociales y culturales con las que esta persona debe interactuar. Aparentemente resulta fácil comprender de qué se trata. Pero basta con hurgar un poco dentro de cada una de estas dos entidades, y, más aún, dentro de sus interacciones, para que el asunto empiece a complicarse.
“UNO” soy yo, pero también es mi hermano, mi amiga, mi vecina, el presidente, el dueño, el empleado, cada persona. ¿Están TODOS al servicio de cada UNO? ¿Cuál es el UNO más importante de todos? “TODOS” puede ser el conjunto de habitantes de mi ciudad, los de mi país, los de mi familia, los de mi barrio, o los del mundo. ¿Al servicio de cuál de TODOS se encuentra UNO? La globalización, las redes sociales y la internet hacen que el asunto se complique más. ¿Cuál de los muchos tweets que recibo representa a “TODOS”? ¿Cuántos “me gusta” debe recibir un tweet de “UNO” para poderse considerar alguien medianamente importante?
“UNO”, como persona, es un organismo de la especie homo sapiens, que posee, además de esa naturaleza biológica, una naturaleza psíquica en la que resplandece el alto desarrollo de la capacidad cognitiva en comparación con las especies no-humanas, y una naturaleza social en la que resplandece la recepción de un inmenso aporte histórico-cultural proveniente de “TODOS”, el cual condiciona cualquier posibilidad para el propio desarrollo de UNO, en cualquier área de la vida (laboral o afectiva). Así las cosas, si UNO es una persona, TODOS es una cultura. Algo en lo cual esa cultura va a resultar determinante para la persona es en el planteamiento que cada UNO adopte para darse a sí mismo(a) un sentido de vida, unas metas, unas motivaciones que lo muevan a ocupar su tiempo, a buscar relaciones con los demás, o a trabajar hacia el logro de algún resultado.
En este planteamiento, “todos para uno” significa que la cultura, cada vez menos local y más universal, se convierte en el punto de inicio para la formación de la personalidad y de las motivaciones individuales. Miramos alrededor, observamos a los modelos, y preguntamos a los demás, antes de proponernos algún objetivo o de perseguir algún resultado. Dependemos de la cultura más que del aire que respiramos. La necesidad creciente de aprobación por parte de los demás y el miedo creciente al fracaso, que paraliza las iniciativas, así parecen demostrarlo. Por otra parte, “uno para todos” significa que en la respuesta que proporcionen los demás nos basamos para tasar el valor de lo que hacemos. De nuevo, claro está, la propia cultura condiciona cuáles son las respuestas a las que debemos darles atención, quién es valioso, qué tanto, y quién no lo es. Los medios masivos poderosos seleccionan lo que “vale la pena” adoptar para modificar o fortalecer la cultura imperante; esto medios crean al vaivén de sus propios intereses algunos ídolos (machos y hembras alfa) que puedan servir de modelos, y se los devuelven a la masa para que los observen, los adoren, y traten de imitarlos. No importa a cuál campo de la vida estemos haciendo referencia; igual en el deporte, en la ciencia, en las finanzas, en la política, en el arte, el mundo actual parece hecho para los(as) alfa; los demás vivimos de, y para, ellos(as).
Todo esto parece estar bien. Nadie podría oponerse a que se recompense más al mejor talento. Es “natural” que se pague mejor por lo que la gente más compra y por lo que la gente más está dispuesta a pagar. ¿Cuál es el problema? Parece que ése es, precisamente, el problema. Que el mercado, el consumo, la compra y venta de bienes, se convirtió en el fiel de la balanza para determinar lo que resulta importante para la cultura, es decir, para UNO y para TODOS. En otras palabras, el consumo, para lo cual resulta imprescindible el dinero, pasa a convertirse en el factor determinante de “lo que vale la pena”. Por eso, lo que vale la pena no es “ser mejor”; lo que vale la pena es “ser EL mejor”, porque “el mejor” es el que produce más dinero. Tal vez por esa razón no parece importante que UNO se compare consigo mismo para evaluar si es mejor que antes; parece más importante que se compare con TODOS, con los demás, para evaluar si ya es EL mejor, o todavía le hace falta algo para serlo, no importa qué, con tal de que logre catapultarlo hasta el lugar del mejor. La cultura proporciona la unidad de medida para tasar qué tanto vale lo que UNO hace; esa unidad de medida es el consumo que TODOS puedan hacer de lo que UNO produce.
En una nota anterior había afirmado que las motivaciones individuales son como “astillas” tomadas del “palo” de las significaciones culturales que se implantan en una sociedad a través de las costumbres (ver la nota Los orígenes culturales de la motivación humana en la siguiente dirección: http://elartedesabervivir.com/hombre-nace-bueno-sociedad-corrompe-origenes-culturales-motivacion-humana/). Ilustrando la anterior afirmación con un ejemplo, si la cultura imperante en alguna sociedad le asigna significación de poder al carro, tener carros lujosos se convierte en una costumbre que motiva a tener esos carros a los miembros de esa sociedad; más aún si los “alfa” de esa sociedad (tanto machos como hembras) así lo hacen, lo cual refuerza la potencia del significado cultural que ha llevado a implantar alguna costumbre: Carro lujoso significa poder y motiva a la gente a realizar las acciones que tenga que realizar (lícitas o ilícitas) con tal de obtenerlos. Las publicaciones diarias presentan ilustraciones casi divertidas de la forma en que masivamente se implanta una costumbre que alimenta al colectivo consumista, mostrando a un alfa (ej. el mejor jugador de fútbol del momento) que consume algún artefacto cargado de significación, trátese de significación de poder (como un auto lujoso), o de significación sexual (como una prenda de ropa interior). Todo esto, claro está, con el generoso patrocinio de los fabricantes de carros y de los fabricantes de ropa interior. Finalmente, muchos en la manada seguirán al alfa, y eso producirá dividendos.
En la dialéctica entre cultura y persona, de la cual surgen las motivaciones colectivas y las motivaciones individuales, “todos para uno” parece significar que la persona se convierte en un receptor de la producción mundial de “bienes”, en un simple consumidor. “Uno para todos” parece significar que la persona desempeña sus múltiples roles y cumple sus identidades motivacionales convirtiéndose en un proveedor para el mayor consumo posible: se es profesional exitoso si se gana “buen” dinero; se es buen padre si se tiene capacidad para proveerles dinero a los hijos, para que a su vez consuman más; se es mejor cónyuge si se tiene la capacidad para proveerle a la compañera o al compañero el dinero requerido para un mayor consumo; vale la pena hacer lo que más se vende, etc. Según el decir popular, en algunas culturas lo que más se vendía era el pan caliente; esto parece haberse transformado en la actualidad, pues a tempranas horas de la mañana se ven más peluquerías funcionando que panaderías, lo cual parece indicar que el look se vende ahora más que el pan caliente.
No quiero prejuzgar simplista y maniqueamente si alguna costumbre impuesta por la cultura está bien o mal. Observo el gozo de muchos que, a pesar de la incomodidad en el atiborramiento del transporte colectivo, consumen con ansia minutos de sus celulares, entretenidos en comunicaciones aparentemente divertidas. Ciertamente, no es válido afirmar que “todo tiempo pasado fue mejor”, pues la cultura del consumo nos ha colocado frente a interesantes desarrollos. Me atrevo a afirmar que si nos preguntamos por el estado de nuestra autodeterminación, podremos obtener algunas respuestas que nos permitan evaluar qué tanto nos “aplasta” la cultura, qué tanto estamos sirviendo de idiotas útiles para una cultura inútil, o qué tanto sabemos colocar el aporte de la cultura, el aporte de TODOS, para favorecer la mayor autonomía, la mejor competencia y desarrollo de las habilidades personales, y la mejor interacción social de UNO, retribuyéndolo con algo de transformación cultural para buscar también un mejor bienestar de los demás. El desarrollo humano de TODOS y de UNO podría ser un mejor criterio que el consumo de todo por parte de uno para tasar el avance o el atraso de una costumbre cultural.
El monólogo socrático puede aportar un camino para la transformación del homo sapiens en un auténtico sapiens-sapiens si nos permite identificar, y, luego, integrar a nuestra autodeterminación, nuevos valores colectivos que toquen a las costumbres individuales en algún sentido que sea favorable para el desarrollo humano, tanto el individual como el colectivo, rescatando de nuevo el colectivista “todos para uno y uno para todos”, que la cultura consumista convirtió sutilmente en el individualista “todo para uno y uno para todo”. Pero creo que esta nota sigue dejando varias preguntas sin responder; por ejemplo: ¿Dónde ubicamos, o quiénes son, TODOS los que nos afectan? ¿Qué es el desarrollo humano de UNO? ¿La cultura lo es TODO, o es apenas la síntesis de todo? ¿Cómo es que la cultura colectiva se mete a nuestra casa para moldear nuestros gustos y preferencias? ¿Son los(as) alfa buenos líderes?
Por: Luis Flórez Alarcón
Doctor en Psicología Experimental
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