Querer y hacer cosas por otras personas no siempre implica mantenerlas a nuestro lado y que recibamos de ellas lo mismo que les entregamos. Esa es la magia del amor desinteresado: obsequiar lo mejor de nosotros. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no es conveniente dar constantemente sin recibir algo. La reciprocidad en las relaciones es un factor importante que asegura la permanencia y estabilidad de las mismas.
¿Qué tan dispuestos estamos a dar sin recibir o a someternos a relaciones donde existe poca o ninguna reciprocidad? Lejos de los pensamientos austeros, todos anhelamos al menos una respuesta cuando entregamos algo de nuestra parte. No se trata de dinero o bienes materiales, sino de actitudes y gestos.
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