Nuestra vida es nuestro principal recurso. ¿Somos mezquinos con ella? ¿Lo somos con nosotros mismos? ¿Nos negamos placeres, descanso, belleza, amor? ¿Buscamos el dinero, el éxito y el poder aunque sea matando todo lo demás? ¿Cómo podemos gestionar mejor nuestra energía emocional?
Estrategias insostenibles: la mezquindad y el derroche emocional vs. austeridad y generosidad emocional.
Mezquindad
El mundo está lleno de recursos, suficientes para cubrir las necesidades de todos los humanos que lo habitamos. El problema es que la avaricia arrasa con todo. Lo mismo ocurre a nivel emocional. La energía debe fluir y mantenerse en equilibrio. Si se retiene causa trastornos. Curiosamente al aplicar esta estrategia “no tenemos más energía” sino menos. Nos sentimos más cansados, y nos agotamos innecesariamente al alterar su circuito natural. De la misma forma que no sería bueno para nuestro cuerpo solo inspirar (porque ¡es tan bueno el oxígeno!) y olvidarnos de la espiración (que supone vaciar, eliminar, desprendernos), tampoco lo es retener en el sentido más amplio del término: retener personas, dinero, recursos, buenas ideas, emociones…. No utilizar un recurso es un desperdicio que no podemos permitirnos. La retención emocional puede ser un factor desencadenante de enfermedades físicas: problemas cardíacos, migrañas, contracturas musculares, úlceras de estómago.
No es lo mismo ser austeros que ser mezquinos.
La austeridad es un valor profundamente ecológico. Consiste en darnos aquello que es bueno para nosotros, aquello que aumenta nuestra armonía y bienestar, lo que nos aporta alegría y equilibrio; es aprender a diferenciar lo que es importante de lo que es superficial y prescindible. Por tanto, se trata de ser “sentipensantes” y hablar y obrar conectados al pensamiento y al sentimiento a la vez. La persona mezquina vive en un paisaje emocional seco y agrio, habita en la más triste soledad y en la más plena desolación. Si nada es, nada de sí misma puede dar. Es pobre aunque tenga todo el dinero del mundo. Desconectada de sí misma no puede conectar con los demás. Invierte en energía de alto riesgo. Al querer retener todo se queda sin nada.

Esta vez en Ecología emocional, conoceremos la diferencia entre austeridad y mezquindad. ¿Cuál predomina en ti? Sigue leyendo y averígualo.
La ecología emocional plantea que toda la energía a la que no damos una salida creativa se convierte en energía destructiva que, o bien surge en forma de conductas agresivas, o bien implosiona en nuestro interior causando desequilibrio y enfermedad. Frida Kalho afirmaba que amurallar el propio sufrimiento es arriesgarnos a que nos devore desde nuestro interior. Y ella sabía mucho sobre sufrir. Retener es cargar con los pesos de emociones que no han sido procesadas. La finalidad de las emociones es informar, dar una carga de sentido a lo que nos sucede y, cumplida su misión, debemos dejarlas partir. Al liberarlos nos liberamos y recuperamos una energía útil que antes invertíamos en generar tóxicos emocionales.
A veces no sólo retenemos las emociones dolorosas o difíciles sino también las agradables o llamadas “positivas”: los sentimientos de amor, de amistad, de agradecimiento, de ternura… ¿A dónde irán los besos que guardamos, que no damos? – dice la canción. Habitan en ninguna parte, se han quedado en una versión potencial como un programa que no se ha activado en nuestro sistema. Retener estas emociones es perjudicial ya que perdemos la ocasión de aumentar la calidad de nuestras relaciones iniciando un flujo de energías positivas que, de contagiarse, podrían mejorar el clima emocional global.
Derroche: ¿En algún momento os habéis quejado de que no tenéis tiempo o energía para realizar aquello que realmente os importa en la vida? Lo curioso es que el tiempo de cada día, estas veinticuatro horas que están por llenar, están igualmente disponibles para todo el mundo.
Nosotros manejamos el tiempo y decidimos a qué y a quién damos prioridad. Si no invertimos tiempo y energía en lo que realmente nos importa nos sentiremos frustrados, infelices, irritados o tristes. Frustrados, por no sacar partido de nuestras posibilidades; infelices, al sentirnos vacíos y no hallar sentido a lo que hacemos; irritados, porque las actividades y personas a las que dedicamos nuestro tiempo acaban convertidas en obstáculos para el logro de lo que realmente deseamos; tristes, porque nuestra vida es vivida como un continuo goteo de pérdidas, de lo que “pudo haber sido y no fue” porque nosotros mismos no lo permitimos.
Tenemos por lo menos dos opciones cuando nos hallamos ante una dificultad: optar por la queja, el lamento y dedicarnos a fabricar excusas buscando todas las razones del mundo para no pasar a la acción o bien invertir energía en la búsqueda de soluciones creativas. La primera estrategia supone un gran derroche de energía. En cambio, ignorar lo que no puede hacerse, visualizar lo imposible y permitirnos soñar la mejor realidad; no es derrochar energía, sino invertir en un sueño de un mundo, una vida y una persona mejor. Este es el primer paso para hacerlo realidad: invertir en crear.
“Darnos cuenta” de nuestra vida.
Nuestro mayor tesoro es nuestra vida. ¡Qué pena vivir sin darnos cuenta de que todo lo que nos rodea es un recurso y una oportunidad! Es triste estar ciego y sordo a los estímulos que nos llaman a investigar; dejar de ver las puertas y ventanas que pueden ser abiertas si activamos la curiosidad.
Disponemos de todo un Universo para explorar. ¿Por qué desactivarnos del flujo del vivir? Cada día podemos iniciar el nuevo día conectándonos conscientemente a una fuente renovable, ecológica e inagotable de energía: la gratitud. Si nos sentimos desanimados, apáticos, con bajo tono vital. Si nos cuesta un esfuerzo saltar de la cama y saludar el nuevo día con alegría, te proponemos un ejercicio que va a activar vuestra fuente de energía interior: buscar por lo menos diez motivos de agradecimiento ante este día que empieza: Gracias por este nuevo día, gracias porque estoy vivo y puedo vivirlo, gracias porque estoy sano, gracias porque puedo levantarme solo y puedo ver los colores de este nuevo día, gracias por la salud mía y de los míos; gracias por este otoño que tengo la oportunidad de vivir, gracias por mi trabajo, gracias por los nuevos aprendizajes, por los amigos, por los nuevos retos… ¡Gracias! Os aseguramos un aumento inmediato de vuestros niveles de energía.
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