El refrán “sin prisa pero sin pausa” me permite ilustrar una idea relevante acerca de la autorregulación personal: los cambios de comportamiento regulados por la propia persona suelen transcurrir despacio, sin saltos abruptos, pero también suelen ocurrir de forma sistemática. Cuando se encuentra el camino apropiado que se debe recorrer de forma continua para que el esfuerzo invertido culmine en el cambio esperado. Ese es un camino que yo he tratado de describir a través del acrónimo PRISA-NO. Aspiro a explicarlo en esta nota.
Pensemos, a manera de ilustración, en el camino que puede seguir para lograr el cambio una persona que espera reducir su peso corporal, movida porque se encuentra con sobrepeso o con obesidad.(Podrían ser también ilustraciones pertinentes para la vida cotidiana de alguien en nuestro medio, cambios como dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol o controlar el mal genio). Se trata de comportamientos usualmente excesivos, cuya modificación constituye un reto para nuestra “fuerza de voluntad”, a la cual en una nota anterior me referí como una entelequia que es parcialmente reemplazable por los planes de cambio, llamados también “intenciones de implementación”. En la presente nota deseo enmarcar esa función de planeación en el contexto de una función de autorregulación amplia que he sintetizado en el acrónimo PRISA-NO.
Debo aclarar antes que la idea del acrónimo no es originalmente mía; se trata de una asimilación que hice del acrónimo SCIENCE propuesto en inglés por el profesor de psicología de la universidad de Stanford Michael Mahoney (ya fallecido), quien investigó ampliamente sobre ese tema. Él utilizó en inglés el acrónimo SCIENCE para referirse al carácter científico del autocontrol personal, contraponiendo dicho carácter a la idea de fuerza de voluntad (tener voluntad para auto-controlarse es equivalente a asumir una postura científica frente al cambio de comportamiento). Una amplia explicación de este método puede consultarse en el libro Control Permanente de Peso, de los autores Michael y Kathryn Mahoney, publicado en español por Editorial Trillas en 1981. Yo propuse en 1997 otra versión en español del acrónimo SCIENCE, usando la sigla PRISA-NO, con el objetivo de asumir la planeación continua y sin prisa del cambio personal como una forma más realista de expresar la etérea idea representada por el concepto “fuerza de voluntad”.
Como acrónimo global, PRI-SA-NO engloba tres fases que se deben recorrer de forma sucesiva para acercarnos al logro de un objetivo de modificación de un comportamiento: PRI, se refiere a lo primero que se requiere hacer; SA, se refiere a saber cambiar; y NO, se refiere a notar el cambio. En esos vocablos referentes a las tres fases del cambio, cada letra es la inicial de una palabra referente al paso clave que se recomienda seguir para facilitar el logro final de la meta de autorregulación. Esas siete palabras cuyas letras iniciales forman el acrónimo PRI-SA-NO, son en español las siguientes (presento entre paréntesis el término equivalente en inglés de la sigla SCIENCE que propuso originalmente Michael Mahoney):
P, de propósito específico (S, de specify)
R, de recolectar información (C, de colect)
I, de identificar el patrón de comportamiento (I, de identify)
S, de soluciones posibles (E, de examine)
A, de adoptar una de las decisiones posibles (N, de narrow)
N, de nivelar (C, de compare)
O, de ordenar la continuidad (E de extend).
Los tres pasos de PRI (lo primero), implican: 1) Ante todo identificar el propio patrón de comportamiento. Por ejemplo, se puede tener sobrepeso como resultado del exceso de alimentación, pero también puede ser por déficit de actividad física. El exceso de alimentación asume una forma distinta en cada persona, etc. 2) Recolectar información: es el medio objetivo para identificar el patrón de comportamiento. No se puede tener una clara idea del propio comportamiento si no se le observa y se anota la información con detenimiento. 3) Plantear un propósito específico es el paso crucial hacia el cambio. Por ejemplo, “mejorar la alimentación” no es un propósito específico; “reducir el consumo diario de carbohidrato”, sí lo es. Ese propósito solo puede plantearse después de haber auto-observado y de haber identificado el patrón personal de comportamiento.
Los dos pasos de SA (saber cambiar), implican: 1) Tener una amplia idea acerca de las soluciones posibles para lograr el propósito, desde las más razonables, hasta las menos razonables. 2) Adoptar una solución que sea razonable en función de las características y habilidades personales.
Los dos pasos de NO (notar el cambio), implican: 1) Adoptar un criterio adecuado para nivelar o evaluar el cumplimiento del propósito (similar a la forma como un albañil utiliza el nivel para evaluar que el ladrillo quede bien pegado). Por ejemplo, el peso corporal no sería el criterio adecuado para nivelar la evolución del cambio inmediato, pues el peso cambia a mediano plazo; sería mejor indicador la cantidad de panes consumidos diariamente, en el caso de que la auto-observación haya indicado que el exceso de consumo de pan está entre las causas objetivas del sobrepeso. 2) Dar órdenes de retorno coherentes con el resultado obtenido, es decir mantener la solución adoptada si aproxima a la persona al logro de la meta de autorregulación, o modificarla si no aproxima a la meta.
Los siete pasos que abarcan las tres fases de autorregulación propuestas por PRI-SA-NO constituyen un método muy viable para orientar el monólogo socrático de la persona que se involucra en el cambio. Los siguientes son ejemplos de preguntas para orientar el monólogo:
PRI: ¿Cuál es el eslabón crítico en esta cadena de cambio?, puede ser la pregunta que se responda al formular el propósito específico. ¿Cómo descubro el eslabón crítico? Es la pregunta que puede orientar las acciones de auto-observación y la recolección de información acerca del comportamiento. ¿Cuál es, con precisión, mi patrón de comportamiento? Es la síntesis del resultado de la auto-observación que permite identificar dónde se requiere fijar la atención prioritariamente para disparar el proceso de cambio.
SA: ¿Cuáles serían algunas acciones que puedo ensayar para alcanzar el propósito específico que me fijé? (ej. acciones concretas que puedo realizar para disminuir el consumo de pan). ¿Entre esas alternativas en cuál anticipo un mejor desempeño?, ¿Cuál es, entonces, mi decisión explícita entre esas alternativas? ¿Qué voy a hacer cuando me encuentre frente a las principales tentaciones de incurrir en ese comportamiento excesivo?
NO: ¿Cuál es el indicador que voy a monitorear con detenimiento para seguir la evolución de mi comportamiento en el corto plazo? (Ejemplo: la ingesta de carbohidratos en el caso del control de peso de la ilustración). ¿Cuál indicador voy a observar para saber si mi táctica me está dando resultado a mediano y largo plazo? (Ejemplo: el índice de masa corporal). ¿En qué me voy a fijar especialmente si tengo éxito? (Ejemplo: fijarse en la efectividad de la táctica adoptada para afrontar las tentaciones de consumir pan). ¿En qué me voy a fijar si fracaso? (Ejemplo: en la falta de esfuerzo al aplicar una táctica). ¿Estoy evitando las alusiones a factores externos e inmodificables? (Ejemplo: el peso corporal de mis familiares, el destino, etc.). ¿Acudo a falsas explicaciones basadas en factores internos e inmodificables? (Ejemplo: mi constitución genética). ¿Qué debo modificar en mi estrategia de acuerdo con el resultado observado?
El anterior proceso de cambio toma tiempo. Sin duda exige una postura personal más científica que intuitiva o de sentido común frente a la propia autorregulación. Para aprender el método puede requerirse eventualmente de alguna ayuda especializada. Pero también es seguro que, una vez se haya aplicado este método para alcanzar una meta, puede hacerse fácilmente extensivo al logro de otras. El método se convierte así en un algoritmo; es decir, en una fórmula con alta probabilidad de conducir a un resultado satisfactorio y a la solución de un problema.
Con frecuencia pensamos que el proceso de cambio personal solamente tiene resultado si tomamos “decisiones radicales” y las aplicamos con “voluntad”. Nada de aguas tibias que impliquen andar por pasos o metas intermedias. Miramos a nuestra experiencia y ésta nos indica que aparentemente así es la realidad; decimos, por ejemplo, “solo pude dejar de fumar cuando decidí que ni un cigarrillo más, y así lo hice”. Pero olvidamos que a ese momento llegamos después de muchos intentos fallidos, pues la recaída es la regla y no la excepción en todo proceso de cambio. También nos olvidamos de concluir que la “voluntad” de dejar el cigarrillo la pudimos aplicar con contundencia solo cuando la pudimos expresar con claridad mediante un pensamiento objetivo y realista, por ejemplo, “pensar en el daño que el humo le hace a mi familia cuando la convierto en fumadora pasiva”, y cuando apelamos a alguna táctica explícita para tener menos acceso al cigarrillo (ej. dejar de comprar cigarrillos).
Apelar a las explicaciones basadas en la fuerza de voluntad para dar cuenta del cambio de comportamiento es razonable y tiene “sentido común”, pero es algo ambiguo y etéreo. Apelar a la autorregulación resulta más efectivo, pero implica comprender los argumentos deliberados que llevan a tomar las decisiones voluntarias de cambio (la fuerza de los argumentos), y programar las estrategias en las cuales se aplica el gasto energético objetivo (el esfuerzo) que demanda la realización de alguna tarea. Esa es una forma realista de entender la “voluntad” en términos psicológicos de autorregulación, como decisión autónoma y deliberada de la persona; eso hace que el cambio sea más seguro y sostenible, pues se pueden entender los argumentos objetivos que explican el éxito o el fracaso.
La ausencia de prisa para acceder al cambio y la aplicación sistemática de un método como PRI-SA-NO, ayudan a evitar el cansancio que queda como producto del afán y permiten garantizar el resultado como producto del camino adoptado para recorrerlo sin pausa (“método” significa eso: “camino”). Cuando afirmamos que hemos obtenido un logro como producto de la fuerza de voluntad, en otras palabras estamos afirmando que supimos encontrar el camino adecuado para el cambio, y recorrerlo con cuidado y con paciencia. Lo anterior, entendiendo el fracaso y la recaída, al igual que el éxito, como indicadores externos que apuntan al señalamiento de aspectos críticos que deben afectarse y corregirse para encontrar orden en medio del caos. Se trata de un proceso similar al que adopta el entrenador de un equipo que persiste en su sistema de juego porque ese sistema le permite hacer más goles de los que le anotan, ganar más partidos de los que pierde y, finalmente, ganar el campeonato.
Por: Luis Flórez Alarcón
Doctor en Psicología Experimental
Correo: luis@florez.info
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