Por: Maria Mercè Conangla
Jaume Soler
Fundació Àmbit Ecologia Emocional
Twitter: @EcoEmocional
Abrir el corazón
Si el corazón está abierto a la vida, nuestros ojos son capaces, no solo de mirar, sino también de ver. Sabemos que lo que buscamos es lo que vemos. Proponemos trabajar nuestra vertiente afectiva abriéndonos a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Así, cuando nuestros ojos miren, serán capaces de ver lo mejor de la vida.
Es clave convertirnos en seres “sentipensantes”, capaces de integrar a la vez la razón con la emoción. Ambas dimensiones trabajando juntas nos permiten elaborar un mapa de nosotros mismos mucho más amplio y completo. En este sentido, las decisiones que tomaremos podrán ser emocionalmente mucho más ecológicas e inteligentes.
Si no sentimos, no vivimos
Si no sintiéramos, seríamos como robots. Como seres vivos, somos seres “sintientes”, sentimos alegría y tristeza, miedo y confianza, bienestar y dolor; en definitiva, lo que sentimos es lo que realmente vivimos.
Vivir supone integrar el sufrimiento en nuestra vida como integramos también la alegría y el amor. Si somos sensibles, somos vulnerables. Saberlo nos hace más fuertes. ¿Qué sería de un músico que sólo integra una parte de las notas en su composición y desecha el resto? Ahora bien, la Ecología Emocional ofrece estrategias muy útiles para eludir el “sufrimiento evitable”, del que sí podemos prescindir, ya que es causado por nuestra incompetencia emocional al gestionar los retos que nos depara la vida. Este tipo de sufrimiento no es realmente necesario y es inteligente eliminarlo de nuestra vida.
Es momento de despertar
¡Vivimos tan dormidos! Ser conscientes de algo supone “despertar” a ello.
La primera de las competencias emocionales, mentales y espirituales es la autoconciencia. “Me doy cuenta”… entonces “soy responsable” y, a partir de aquí, puedo actuar para mejorar mi vida e impactar positivamente la de las demás.
No es lo mismo llevar una vida tranquila que una vida pasiva.
Tranquilidad es un afecto vinculado a la calma, a la paz, a la serenidad, a adoptar un “tempo” adaptativo y adecuado, sin prisa, sin ansia. Uno puede estar conectado a la tranquilidad y, al mismo tiempo, ser muy efectivo adoptando compromisos con el mundo, luchando por cambiar a mejor su vida y la de los demás. Es decir, se puede ser tranquilo y activo.
En cambio, la pasividad tiene que ver con dejar que las cosas pasen sin actuar proactivamente. La persona pasiva raramente se compromete, cede el control de su vida a los demás, al azar, o a la suerte. Se queda en su “zona cómoda”, y al posicionarse pasivamente, se convierte en “parte del problema de la humanidad”. Porque el mundo en el que vivimos tiene los problemas que tiene, no tanto por la maldad de algunos, sino por la falta de acción de muchas personas que, dándose cuenta de lo que sucede, no están dispuestos a luchar para mejorarlo.
Buscar las pequeñas “perlas” valiosas
Es momento de dejar de lamentarnos y trabajar con nosotros mismos para aprender a construir mejor “nuestra buena suerte”.
Es momento de buscar en nuestra vida las pequeñas “perlas valiosas” que pueden hallarse incluso en el peor de los paisajes emocionales.
Es momento de invertir tiempo en aprender a gestionar de forma emocionalmente ecológica nuestro mundo emocional. Mejorar estas competencias realmente puede ayudarnos a cambiar el sentido de nuestra vida.
El papel del sufrimiento
Todos sufrimos o sufriremos pérdidas. Somos seres finitos y mortales. Aceptarlo ayuda a gestionar los momentos de dolor y valorar cada pequeño momento que compartimos con los seres que amamos y vivirlos a conciencia.
Cuando muere alguien que amamos, es importante hacer bien el duelo, permitirnos sentir la tristeza de la pérdida, dedicar tiempo a recopilar y elaborar todos aquellos momentos y el legado emocional que esta persona nos ha transmitido. Esta parte integrada en nosotros mismos no ha muerto y la podemos celebrar.
Para gestionar el sufrimiento, debemos empezar aceptando nuestra vulnerabilidad, aprendiendo estrategias para gestionar nuestras emociones caóticas de tal forma que no dañemos y no permitamos que nos dañen. Esto se puede aprender, no nacemos sabiendo. De ahí la importancia de la educación emocional en todos los niveles de nuestra vida. El camino del centro que los filósofos antiguos proponían es el camino del equilibrio.
Gestionar nuestra energía emocional
En Ecología Emocional, trabajamos la Gestión de la Energía Emocional como una de las áreas importantes (conjuntamente con Territorios – Clima – y Vínculos). Las FUGAS DE ENERGÍA pueden darse por invertir tiempo en el lamento y la queja, o por intentar cambiar a los demás – lo cual no está en nuestras manos – en lugar de mejorarnos a nosotros mismos. Toda esta energía se pierde.
Lo inteligente es invertir en mejorar nuestras capacidades y cambiar la queja y el lamento por la propuesta asertiva. Cambiar los “no puedo” por los “voy a buscar cómo poder”. Dedicarnos a entrenar nuestras competencias y habilidades emocionales en lugar de lamentarnos de que los demás no las tienen.
Conseguiríamos mejores niveles de energía disponible para CREAR una realidad mejor, más salud y bienestar emocional, y plenitud vital.
Salir de nuestra zona conocida – cómoda
La zona cómoda supone vivir “de rentas”. Conocemos lo que hay y vivimos rutinariamente. Por lo tanto, no desarrollamos nuevas capacidades. Nos acomodamos y no crecemos.
Salir a los territorios desconocidos, abrirnos a cosas nuevas, nuevos conocimientos, personas, relaciones… supone adentrarnos en espacios nuevos que van a activar conocimientos, habilidades, experiencias, talentos…para dar respuesta a los retos nuevos. Esto pide valentía, esfuerzo, asumir el riesgo, gestionar las frustraciones, confianza, ilusión, curiosidad… todo esto nos brinda un interesante material repleto de vitaminas emocionales que promueven nuestro desarrollo como seres humanos.
Es inteligente tener “conciencia de los límites”. Nadie tiene por qué aguantar lo inaguantable. En determinados casos, hay que saber decir “hasta aquí”. Tenemos el derecho a descansar, a decir “hasta aquí SI” y “hasta aquí NO”. Esto es inteligente.
Este planteamiento no significa huir ante las dificultades. Supone discriminar lo que nos conviene de lo que no, lo que nos equilibra y lo que nos genera desequilibrio. También es importante aplicar el séptimo principio de la gestión emocionalmente ecológica de las relaciones: “Tenemos la responsabilidad de hacer limpieza de las relaciones ficticias, insanas y que obstaculizan nuestro crecimiento personal”. Esto no es huida sino ecología emocional aplicada. ¡Eliminemos los tóxicos en nuestra vida! Esto es una conducta responsable.
Procrastinar puede obstaculizar nuestra felicidad
Podemos llegar al final de nuestra vida con el lamento del “si hubiera…”.
El peligro es vivir una vida “pensada”, pero no sentida ni basada en la experiencia real. La conciencia de que nuestra vida es sólo una chispa de luz entre dos oscuridades – la de antes del nacimiento y la de después de la muerte – nos debería mover a vivir cada momento como un regalo único. ¡Que nuestra luz luzca brillante y poderosa mientras esté viva!
Fabricamos nuestra propia suerte viviendo con conciencia y responsabilidad, pasando a la acción coherente, gestionando de forma emocionalmente ecológica nuestros afectos, siendo conscientes de que lo que hacemos tiene un impacto en nosotros mismos, en los demás y en el mundo, y pasando a la acción para “ser parte de la solución en lugar de formar parte del problema” de la humanidad.
Añadir vida a la vida
- Lo conseguiremos dejando atrás la pasividad y asumiendo la responsabilidad en la acción. Nuestra vida es ahora, esto no es un ensayo. La vida que vivimos es el resultado de múltiples elecciones, de los caminos elegidos. ¡Dejemos de culpar a los demás de lo que no funciona! Nosotros somos los guionistas, los directores y los actores de nuestra “obra vital”.
- Cuidando nuestros “espacios protegidos” de relación de pareja, familiares, amigos…
- Liberándonos de cargas que desequilibran y fabricando muchas vitaminas emocionales para mejorar nuestro ecosistema afectivo.
- Asumiendo responsablemente trabajar para mejorar como seres humanos en nuestro día a día.
- Comprometiéndonos con un proyecto social de mejora del mundo.
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BIBLIOGRAFÍA
La ecología emocional. Jaume Soler y Mercè Conangla. Editorial Amat
Corazón que siente, ojos que ven. Jaume Soler y Mercè Conangla. Editorial Amat