Detente, observa las señales y toma la rienda de tu alimentación.”
Todos los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) debido a la vergüenza que provocan sus síntomas o a que los pacientes no sienten que están enfermos se convierten en temas tabú o prohibidos dentro de la familia dañando día a día a la persona que los padece. Por ello, los expertos han asegurado que la detección es un aspecto fundamental, para lo cual han aconsejado observar si se producen cambios en el aspecto físico, en el estado de ánimo, en el ritmo de actividad, en la manera de relacionarse con los otros y en las ideas nuevas que expresan o evitan expresar en relación con la comida.
Existen situaciones de alerta que se disparan en torno a un trastorno de la conducta alimentaria. Estas pueden incluir conversaciones relacionadas con el temor a ganar peso, las nuevas tendencias de dietas para adelgazar, el contenido calórico de los alimentos, las rutinas de ejercicios para quemar grasa, un patrón habitual de ingerir una selección bastante limitada de alimentos pobres en calorías o, en otros casos, unas conductas ocasionales de ingesta excesiva e impulsiva de alimentos con mucho contenido calórico.
Estas señales desde luego unidas a las relacionadas con los síntomas (fluctuaciones de peso, presencia de vómitos, notar que falta comida en casa, deterioro en pelo, uñas, dientes, etc.), nos pueden ser de utilidad a la hora de detectar el problema. Sin embargo, si la detección no va orientada a una adecuada intervención puede cronificar más la situación. Los TCA son patologías graves y complejas, que provocan un extraordinario sufrimiento en quienes la sufren y en sus familiares.
La comida “parecería” ser la terrible tirana o la tentación maldita para lanzarnos a un abismo emocional, del que es tan difícil salir. Pero, ¿es la comida la culpable de nuestros desequilibrios? Algunas personas restringen su alimentación de manera inquebrantable, aunque esto las lleve a la muerte. Otras, parecen querer tomarle el pelo a la ingesta y se decantan por conductas compensatorias. Ingieren mucho más de lo que necesitan, sin privarse de postres, licores o comidas gustosas, para a continuación retirarse al lavabo y dejar salir de su cuerpo cuanto comieron.
También hay muchos que experimentan una especie de atracción fatal hacia la comida, hacen atracones en las horas más exóticas y después se sienten avergonzados por haber perdido el control y temen las consecuencias. Y, es que perder la consciencia frente a un tarro de galletas o un pote de helado o, por el contrario, intentar restringir de manera obsesiva la ingesta de los alimentos o recurrir a estratagemas para comer desaforadamente sin permitir que la comida llegue a digerirse, nos habla claramente de un desequilibrio en nuestra conducta alimentaria.
El temor a engordar, por un lado, puede ser algo que nos aterroriza o nos genera un sufrimiento tal que nos lleva a la inanición; mientras que el placer y otros reforzamientos asociados a la ingesta sin límites lleva a comportamientos de sobrealimentación poco saludables.
Los alimentos no tienen la culpa…
La comida en sí no es la tirana en esta historia de negaciones, trampas y excesos. Entre esta y nosotros hay una relación inevitable desde el momento que nacemos, hasta que dejamos este mundo. La manera como aprendemos a relacionarnos con la comida podrá predecir si llevaremos una alimentación equilibrada o no.
Aquí tendríamos que pensar en el significado de dicha comida para cada uno de nosotros. Alimentar nuestro cuerpo para mantenernos sanos, activos y funcionar en diversas áreas es algo apropiado si nuestras conductas alimentarias son conscientes, inteligentes y hemos aprendido a reconocer las cantidades que requiere nuestro cuerpo para sentirse satisfecho y disfrutar así de cada bocado sin culpa.
Les he hecho énfasis en otros artículos en el tema de tener una alimentación consciente, en la que no se experimenta desasosiego frente a la comida, dónde saborear cada plato es una verdadera delicia y un motivo para agradecer la salud que nos regala. Cuando comemos despacio, masticamos bien, observamos detenidamente las cualidades de los alimentos, y somos conscientes de nuestras motivaciones y obstáculos para adquirir unos hábitos alimenticios saludables, estamos empezando bien. Las impresiones de los sentidos (saborear, oler, tocar, ver, escuchar), la volición (motivaciones internas e inquietudes profundas) y la conciencia son elementos fundamentales para estar en contacto con nosotros mismos y sentir bienestar.
Te has puesto a pensar ¿por qué razón comes lo que comes? ¿De qué manera te alimentas cuando estás frente a tu plato de comida, y cómo te sientes realmente al terminar de comer? ¿Cuál es tu actitud hacia las actividades físicas? ¿Cuáles son esas barreras —físicas, psicológicas, culturales, ambientales (hábitos alimentarios de la familia)—que te impiden tener una conducta apropiada hacia los alimentos, un nivel de ejercicio adecuado para tu edad, una respiración consciente, momentos de descanso mental o un sueño reparador?
La clave de la buena alimentación está en tu consciencia
A medida en que dejamos de actuar en automático y nos empoderamos de nuestro cuerpo, los sentimientos, pensamientos, conflictos y realidades que impiden que asumamos acciones benéficas para nuestro ser, podremos hacer cambios paulatinos, instaurando hábitos alimenticios benéficos e infundiendo tranquilidad y equilibrio a nuestro organismo y a las personas que nos rodean.
Mucha gente sufre y se queda anclada a unas conductas que limitan su calidad de vida y generan tribulación en quienes las rodean. Por ejemplo, las personas con anorexia nerviosa pueden hacer ejercicio excesivamente o estar de pie, moverse o hacer abdominales de la misma manera para quemar calorías. También pueden limitar severamente la cantidad de calorías que consumen.
Quienes padecen bulimia evitan el aumento de peso después de las comidas al inducirse el vómito o abusar de laxantes, diuréticos y pastillas para adelgazar. Quienes sufren de trastornos de la conducta alimentaria suelen sentirse cohibidos por el comportamiento de comer.
Las personas afectadas a menudo evitan los entornos de alimentación social y terminan comiendo solos, para evitar las miradas y exigencias de las familias. Sufre tanto una chica anoréxica intentando restringir y esconder los alimentos ante su familia, que la persona con trastorno de sobrealimentación, que después de un fenomenal atracón siente que literalmente se va a reventar y experimenta culpa y tristeza por no haber controlado sus impulsos frente a la comida.
¿Quienes tienen más riesgo de desarrollar conductas inadecuadas en torno a la alimentación?
Siento decirles que los trastornos de la conducta alimentaria no discriminan y podrían afectar a cualquiera de nosotros. Si bien es cierto son más comunes en las mujeres jóvenes, no es nada raro que las mayores (40-50 años) desarrollen un trastorno de este tipo o experimenten recaídas. Algunos los han mantenido en secreto toda su vida, otros solo se han visto levemente afectados hasta que algún evento vital desencadena un empeoramiento clínico: un factor estresante, un fracaso amoroso, el bullying, una pobre autoimagen y autoestima, una enfermedad física o una enfermedad psiquiátrica concurrente, como depresión, ansiedad o trastorno de la imagen corporal, una pobre autoeficacia percibida, entre otras.
Las investigaciones recientes sugieren fuertemente que los trastornos de ansiedad, especialmente el trastorno de ansiedad social y los rasgos de personalidad obsesivo-compulsivos aumentan la vulnerabilidad individual a un trastorno alimentario. No olvidemos que estos también ocurren en los hombres. Se estima que aproximadamente un 10 por ciento de las personas con anorexia nerviosa y bulimia y un tercio o más de las personas con trastorno por atracón son hombres.
Trastornos de alimentación por atracones
Para algunas personas, sobrealimentarse es un evento relativamente pasivo que ocurre casi sin darse cuenta en la forma de consumo exagerado de golosinas y grandes porciones de comida chatarra. Para otros, sin embargo, puede ser tanto compulsivo como excesivo. El desorden por “atracón” o desorden de alimentación excesiva (BED, por sus siglas en inglés) es un ejemplo interesante si pensamos en un comportamiento adictivo (más del 90% de las personas con trastorno de sobrealimentación se describen como “adictos a la comida” o “comedores compulsivos”). Esto, por supuesto se liga bastante a cuadros importantes de obesidad, aunque no todas las personas obesas padecen de este comportamiento caótico.
Las personas con trastornos por atracón pueden padecer de un subtipo específico de obesidad y su tendencia puede estar influenciada por una alteración del equilibrio de neurotransmisores (base biológica), a las propiedades deleitables de los alimentos y a la publicidad salvaje que nos induce a comer lo menos saludable.
Esta predisposición que tenemos es muy explotada por la industria alimenticia, a la que solo le interesa que la gente consuma y consuma, para obtener mayores beneficios económicos, sin importar para nada la salud de los clientes. Estamos inmersos en un ambiente en que la comida chatarra, las gaseosas azucaradas, los postres gigantes y los alimentos grasosos son altamente visibles y fácilmente accesibles.
Más allá de la comida saludable: ortorexia
Es interesante recordarles el auge que están tomando las conductas obsesivas en busca de comidas “sanas”. La tendencia hacia la ortorexia se ha hecho cada vez más frecuente, al parecer en respuesta al bombardeo mediático que nos habla de los pescados contaminados, semillas transgénicas, “carne de laboratorio”, etc.
Este trastorno fue definido en el año 2000 por Steven Bratman. Procede del griego (ortho, justo, recto, y orexia, apetencia), así que ortorexia vendría a significar “apetito correcto”, aunque hoy en día denominamos así a un trastorno que consiste en la obsesión por la comida sana.
La ortorexia no ha sido reconocida oficialmente en los manuales terapéuticos de trastornos mentales, los pocos trabajos relacionados con ella nos sugieren que detrás de la obsesión por unos alimentos escrupulosamente limpios subyace con frecuencia un trastorno psíquico (trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de ansiedad generalizada).
La preocupación patológica por la comida sana lleva a consumir exclusivamente alimentos procedentes de la agricultura ecológica, es decir, que estén libres de componentes transgénicos, sustancias artificiales, pesticidas o herbicidas. Esta práctica puede conducir muchas veces a que se supriman la carne, la grasa y algunos grupos de alimentos que, en ocasiones, no se reemplazan correctamente por otros que puedan aportar los mismos complementos nutricionales.
Vemos que mientras en la Anorexia y Bulimia Nerviosas el problema gira en torno a la “cantidad” de comida, en la ortorexia gira en torno a la “calidad” de la misma. La persona que sufre ortorexia no está preocupada por el sobrepeso, ni tiene una percepción errónea de su aspecto físico, sino que su preocupación se centra en mantener una dieta equilibrada y sana.
Como acabamos de ver, los trastornos de la conducta alimentaria son variopintos y se relacionan con diversas situaciones y motivaciones determinadas.
Te invito a leer mi próxima columna, donde te diré cómo puedes ayudar a alguien que padece un trastorno de la conducta alimentaria.
Lecturas recomendadas:
- Thich Nhat Hanh y Lilian Cheung; Saborear. Mindfulness para comer y vivir bien.
- Angela Guarda, MD. Preguntas y respuestas de expertos: Trastornos de la alimentación.
- Hans Steiner, Martine Flament. Fast Facts: Eating Disorders.
Por: Dra. Iris Luna
Médico Psiquiatra – Máster en Nutrición
Especialista en Sobrepeso y Obesidad
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Contacto: iluna@phronesisvirtual.com