El trastorno por atracón, la bulimia nerviosa y la anorexia son enfermedades estigmatizadas que afectan a mujeres, hombres y personas con diversa identidad de género. Dichos TCA se pueden asociar a importantes desafíos nutricionales: desde la inanición/desnutrición, en el caso de la anorexia nerviosa, hasta la sobreingesta compulsiva/obesidad, en el caso del trastorno de atracones y algunos casos de bulimia. Cada paciente tiene una historia específica, por lo que es muy importante explorar a fondo con cada uno de ellos cuáles fueron los factores predisponentes, desencadenantes y de mantenimiento en el TCA. Si nos referimos a la obesidad, una de los factores importantes de mantenimiento puede ser el estigma de peso. En este artículo te cuento por qué.
El estigma de peso se refiere a la devaluación social de una persona porque tiene sobrepeso u obesidad. Está constituido por actitudes, creencias y suposiciones negativas hacia la gente con sobrepeso, y se manifiesta socialmente a través de estereotipos que definen a estos individuos como faltos de disciplina, holgazanes, poco atractivos, etc.
Lo anterior afecta de manera importante la vida cotidiana y genera dificultades en la escuela, en el trabajo, en los espacios públicos y en la atención médica. Hasta el 40 % de los adultos estadounidenses han sido objeto de burlas basadas en el peso, trato injusto o discriminación. Por ejemplo, a nivel escolar, la investigación experimental muestra que los profesores tienen menos expectativas puestas en los estudiantes con obesidad que los estudiantes sin obesidad, incluidas las expectativas de habilidades físicas, sociales y académicas.
La normalización del estigma
El estigma de peso se ha convertido en una forma de prejuicio socialmente aceptada, que en rara ocasión se le confronta o previene, por esto hace más daño y genera más vergüenza. Abundan sobrenombres, insultos, victimización, burlas e intimidación dirigidos a la persona con sobrepeso, que poco a poco se han normalizado en la población. Más allá de la escuela, el instituto y el hogar, los niños y jóvenes con obesidad también son vulnerables al estigma de peso a través de los medios de comunicación. Los análisis de contenido de los programas de televisión y películas populares para niños, refuerzan dicho estigma a través de representaciones estereotipadas de personajes que parecen tener cuerpos de mayor tamaño. Los personajes que son visualmente delgados en caricaturas infantiles a menudo se representan como amables, populares y atractivos, pero los personajes corpulentos se muestran como feos, agresivos, impopulares, malvados, insalubres y el blanco del humor o el ridículo.
El prejuicio, pues, conlleva conductas discriminatorias y actitudes negativas, que se pueden ver en niños, adultos, familiares cercanos e incluso en profesionales de la salud, que en ocasiones asumen que dicho estigma y la vergüenza motivarán al paciente a modificar sus conductas alimentarias y responderá mejor al tratamiento, pero esto carece de todo fundamento y es del todo contraproducente.
Estigma de peso, un problema común y poco controlado
Aunque hay décadas de investigación que documentan este fenómeno, rara vez es considerado por los profesionales de la salud en los esfuerzos de prevención y tratamiento de la obesidad. Esto es una carencia importante en el manejo integral del paciente.
La forma de ser y el estigma de peso
Es frecuente que a las personas obesas se les culpe de su ganancia de peso por su forma de ser; de este modo, se discrimina o penaliza socialmente con los siguientes términos: “cochino”, “perezoso”, “desmotivado”, “indisciplinado”, “descontrolado”, “glotón”, “descuidado”, “sin fuerza de voluntad”, entre otros. Si el paciente piensa que el problema está en lo que considera su esencia, será difícil promover un cambio sin atacar esas creencias irracionales, que con el tiempo se han instaurado en su mente y que infortunadamente suele defender.
Responsabilidad personal y estigma de peso
Las percepciones que la gente tiene sobre las causas de la obesidad son tan importantes, que podrían contribuir al estigma y a la predisposición de los individuos en relación a las personas obesas. Suponer, por ejemplo, que la obesidad puede prevenirse o curarse mediante el autocontrol, o que el incumplimiento individual explica el fracaso para perder peso, o que los problemas emocionales son la causa de la obesidad, son todas ejemplos de actitudes que contribuyen a la predisposición negativa. Las personas con obesidad serán estigmatizadas con mayor probabilidad si se percibe que su condición de sobrepeso es causada por factores controlables (por ejemplo, comer en exceso en vez de tener algún problema de la tiroides), y si se percibe que la obesidad es una condición de elección personal, en lugar de un serio problema de salud.
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Acoso, exclusión y discriminación asociados al estigma
Hay conductas de la población dirigidas a los pacientes obesos como el bullying, el mobbing, la morfofobia, la exclusión y el tratamiento injusto en diversos ámbitos (pérdida de oportunidades en áreas laborales, académicas, relaciones de pareja, práctica de deportes o disciplinas artísticas, etc.), todas estas experiencias negativas limitan la vida de los pacientes.
Repercusiones del estigma de peso
El estigma de peso induce estrés fisiológico, aumento del consumo de calorías y una autoeficacia dietética agotada. Asimismo, se asocia con un aumento de la angustia emocional (depresión, desesperanza, baja autoestima e insatisfacción corporal), así como trastornos alimentarios y una menor actividad física.
Mayor estrés y menor autocontrol frente a la comida
Quienes tienen sobrepeso experimentan una amenaza de identidad social en situaciones en que son estigmatizados, lo que les hace experimentar un mayor estrés y un autocontrol más reducido frente a la comida. En resumen, experimentar un estigma de peso socava la salud y contribuye al mantenimiento de la obesidad, la enfermedad metabólica, los problemas psicológicos y en última instancia, la mortalidad. Si bien los trastornos alimentarios son más comunes entre las mujeres, los hombres con trastornos alimentarios tienen más probabilidades de experimentar depresión concurrente, tienen menos probabilidades de acceder a los servicios de salud mental y, al igual que las mujeres, presentan una alteración marcada en su funcionamiento global y calidad de vida.
La exclusión y marginalización también plantea otros riesgos para la salud, que incluyen aislamiento y rechazo social por parte de los compañeros, baja calidad de relaciones interpersonales, así como prácticas de control de peso no saludables (suplementos, dietas milagro, ayunos; etc.); incremento de la alimentación emocional (acto de comer originado en diferentes sensaciones, estados de ánimos, experiencias u otros estímulos que afectan nuestras emociones), atracones de comida, incremento del sedentarismo, aislamiento social, evitación de servicios de atención médica e incremento del grado de obesidad.
El estigma relacionado al peso incluso puede llegar a ser internalizado por individuos con sobrepeso. Cuando eso pasa, se convierte en una forma de autoestigma en la que el individuo aplica contra sí mismo todos los estereotipos negativos basados en el peso, se culpa por su condición y en ocasiones tiene comportamientos autodestructivos (autolesión, intoxicación con sustancias psicoactivas o abuso de alcohol).
Comprender el estigma para generar un cambio
Comprender las formas en que se experimenta el estigma de peso, es esencial para crear intervenciones efectivas de reducción del mismo y para mejorar los tratamientos de la población obesa.
Ayudar a reducir las consecuencias nocivas para la salud que acarrea el estigma de peso, requiere una optimización del entorno clínico, al establecer mejores prácticas para erradicar comportamientos estigmatizantes y el lenguaje no imparcial con los pacientes; emplear técnicas de asesoramiento empático y motivador, como entrevistas motivacionales, y abordando el estigma de peso, el mobbing, el bullying y las diversas formas de abuso a que ha sido sometido el paciente en la visita al consultorio. Asimismo, se debe abogar por la inclusión de capacitación y educación sobre el estigma de peso, en las escuelas de medicina y enfermería, programas de residencia y programas de educación médica continuada; capacitar a las familias para que den un trato justo, digno y considerado a los parientes obesos, al tiempo que aprendan de manera adecuada el tema del estigma de peso en el entorno familiar y escolar.
Al estigma hay que entenderlo en su real dimensión para después detectarlo en el día a día y combatirlo de manera activa y responsable. No olvidemos que, como dice Stephen J. Pont, MD, MPH, “las palabras tienen el potencial de curar o hacer daño”.
Por: Dra. Iris Luna
Médico psiquiatra – Máster en nutrición
Especialista en sobrepeso y obesidad
Contacto: iluna@phronesisvirtual.com
Bibliografía
- Stephen J. Pont, Rebecca Puhl. ‘Las palabras pueden curar o hacer daño’: la política aborda formas de reducir el estigma de peso; en https://www.aappublications.org/news/2017/11/20/Stigma112017
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