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Los cambios científicos de la emoción: del miedo a la parálisis

Por Dr. Rodrigo Isaza Bermúdez
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La ciencia cambia y se adapta; estudiar el cerebro no es fácil cuando tenemos tantos factores que influyen en la expresión y la percepción de cada una de las categorías emocionales.

Podemos identificar el miedo, pero no hay un solo miedo. La percepción y la expresión de la respuesta a este se considera como una granulación, es decir, que habrá miedos de bajo perfil y otros que van a desencadenar unas respuestas catastróficas. No es lo mismo tenerle miedo a un escorpión, que desde luego es natural hacerlo, que a quedar encerrado en un ascensor, donde la percepción, o sea cómo lo sentimos, implica aumento de la frecuencia cardíaca, tensión muscular, dolor abdominal o sudoración; lo anterior puede ser igual a lo que expresa nuestro cuerpo ante un estrés infeccioso como una neumonía. De esta manera, vamos a tener otras cosas que van a diferenciar ese espectro emocional. 

A pesar de que tenemos centros nerviosos que reaccionan al escorpión, a estar encerrados en el ascensor y a la infección respiratoria, es nuestro cerebro quien anticipa y crea el estado emocional, y simplemente percibe el ambiente exterior; en este caso, en el escenario de los animales peligrosos, el cerebro lo vincula con la memoria que tenemos y fluyen no solo los reflejos sino la respuesta emocional.

Las construcciones emocionales

La teoría de la construcción emocional es muy interesante, es el cerebro quien fabrica la emoción y ella fluye por nuestro organismo dando respuestas que no son estereotipadas, a reaccionar ante el estímulo selectivo de un animal u otro peligro; desde luego que la intensidad del estímulo va a ser proporcional a la respuesta, de hecho, no es lo mismo la respuesta a llegar tarde a una cita con un amigo que llegar tarde al aeropuerto para un viaje internacional, y en la memoria habrá toda la gama de recuerdos con respecto a las consecuencias propias y ajenas para afrontar las dos situaciones.

Por otra parte, si nos acostumbramos a reaccionar sin mediar una respuesta lógica, el cerebro hace su trabajo, fabrica lo que tiene en su libreto y cada vez que nos aproximemos a una respuesta emocional, nos va a presentar el peor de los escenarios. Por ejemplo, el paciente ansioso, anticipa los síntomas sin haber tenido la experiencia corporal, es decir, que sin suceder algo, él ya tiene la respuesta del sistema nervioso autónomo: le sudan las manos, escenifica los fracasos posibles y desarrolla tanto el miedo como la ansiedad de una sola vez.

Practicar las respuestas emocionales

Lo que se busca con la aplicación del neuromanagement, es no actuar ni desencadenar respuestas emocionales previas a la situación que vamos a enfrentar. De esta manera, en la medida que percibimos realidades, efectuamos los cambios adaptativos uno a uno, de modo que podemos modular o regular las respuestas emocionales y no dejarnos paralizar por el miedo.

Ensaye enfrentar cualquier situación sin pensar en la experiencia previa ante un evento semejante: no lo compare, no lo escenifique, olvídese de la respuesta que hizo cuando tuvo la oportunidad (que le generó malestar o bienestar); recuerde que cada categoría puede compartir respuestas, se puede llorar de alegría o de tristeza, un olor fétido nos puede dar náuseas tanto como un embarazo. No olvide que es el cerebro quien construye las emociones.

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