¿A quién no le ha pasado estar completamente seguro de recordar el nombre de alguien pero ser incapaz de vocalizarlo? “Lo tengo en la punta de la lengua” es la frase más común en estos casos, ¿te has preguntado a qué se debe?
El profesor de psicología Bennett Schwartz explica el fenómeno de la punta de la lengua (PDL) como un estado en el cual no podemos recordar una experiencia común, sin embargo, una parte de nuestro sistema cognitivo llamada metacognición nos permite saber que, aunque no podemos recuperar algo en el momento, es probable que esté almacenado en nuestra memoria y, si trabajamos en ello, conseguiremos recordarlo.
El fenómeno de la punta de la lengua le ocurre no solo a personas que hablan un idioma distinto (alguien cuya lengua materna es el español pero intenta expresarse en inglés, por ejemplo), sino a individuos de todas las edades y todos los países.
Hay algo en esta curiosa condición que “no discrimina”, así lo afirma Lise Adams, profesora de Ciencias Lingüísticas y Cognitivas del Pomona College (California, Estados Unidos). Según las investigaciones realizadas en torno al PDL, el fenómeno es universal y le pasa a todos; Adams afirma que no es solo una característica de la expresión oral, también se ha visto que le sucede a las personas que utilizan el lenguaje de señas, aunque en estos casos recibe otro nombre: fenómeno de la punta del dedo o TOF, por sus siglas en inglés.
Las causas del PDL parecen ser diversas, sin embargo, existen algunas hipótesis interesantes, como la planteada por el psicólogo Francisco Facal, que apunta a la fatiga, el cansancio, la edad y el deterioro cognitivo como precursores de nuestra incapacidad para activar los sonidos de una palabra. Esto conduce a una forma léxica que no podemos pronunciar.
De acuerdo con la profesora Adams, no existen pruebas definitivas de esta correlación, pero sí datos relevantes que evidencian la prevalencia de episodios de PDL en momentos de ansiedad o estrés, en especial a medida que envejecemos. Por otro lado, se cree que el PDL suele ocurrir por lo general con nombres propios porque somos incapaces de hallar una palabra equivalente para referirnos a la persona que tenemos en mente.
Un ejemplo puede ser el actor Diego Luna. Sabemos que es mexicano, que actúa en Hollywood, que es moreno… pero si no somos capaces de activar la palabra Diego o Luna, tampoco podremos hallar un sinónimo para referirnos a él (a no ser que recordemos alguno de los personajes que ha interpretado).
¿Cuándo alarmarse y qué hacer?
Aunque el PDL nos puede ocurrir a todos, los estudios demuestran que es más frecuente en personas mayores de 60 años con envejecimiento cognitivo. Es un proceso normal y no debe ser motivo de preocupación, salvo en algunas excepciones.
Las señales de alarma aplican tanto para los adultos mayores como para personas jóvenes que noten dificultad para producir palabras comunes o frecuentes, como objetos de uso cotidiano, nombres que se usan diariamente o rutas que se siguen para llegar a casa o al trabajo.
Ante esta alarma, se recomienda leer mucho, en voz alta y de forma habitual, escribir, ejercitarse diariamente y mantener una alimentación saludable. De igual modo, se recomienda no presionarse o acelerarse cuando el PDL haga de las suyas; es preferible hablar pausado, respirar y mantener la calma, ya que niveles altos de estrés y ansiedad pueden empeorar las cosas.
Para las personas de edad avanzada, se sugiere recrear ejemplos, palabras similares o, si se trata de un nombre, hablar de sus nexos familiares cercanos para que el interlocutor les ayude a “recordar” lo que quieren decir. Recordemos que el PDL es parte de nuestro día a día y no debemos sentirnos avergonzados (o avergonzar a otros) por beber momentáneamente del “néctar del olvido”.