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¿Por qué duele el desafecto y la nostalgia?

Por Dr. Rodrigo Isaza Bermúdez
¿Por qué duele el desafecto y la nostalgia?

El ser humano se ha considerado un ser consciente, es decir, que interpreta los sentimientos propios y ajenos. Los animales sufren cuando ven padecer a la cría o con el alejamiento o la muerte de su pareja.

El fenómeno biológico es un marcador para la supervivencia individual y de la especie, el dolor tiene un umbral para cada persona, sentimos de acuerdo a nuestra cultura, edad, eventos asociados o enfermedades concomitantes.

El dolor es un sentido necesario para mantenernos vivos, porque a medida que nos ponemos en contacto con él, se van formando experiencias de evitación de los estímulos nocivos, y generan aprendizajes de supervivencia.

Todo el mundo interpreta el dolor propio, con algunas excepciones como la agenesia congénita al dolor, en donde los receptores o sensores del cuerpo no se forman y no transmiten la información dolorosa a la médula espinal y al cerebro, en algunas enfermedades psiquiátricas puede existir una inhibición del dolor corporal.

En cada parte del cuerpo, pero principalmente en la piel, músculos, y vasos sanguíneos existen sensores de dolor, temperatura, tacto, presión que se activan bajo estímulos muy precisos, y le dan información al cerebro de lo que sucede en nuestro cuerpo. Igualmente, los órganos de los sentidos como la visión, el olfato, la audición y el gusto responden a estímulos con umbrales especiales para cada uno.

Todos tenemos unos centros donde llegan las sensaciones dolorosas, se le llama tálamo (que quiere decir lecho) y tenemos también una interpretación afectiva del dolor, porque el dolor tiene un componente no solo sensitivo sino sensorial (un significado individual para los estímulos descritos).

Recordemos que hemos comentado en anteriores temas el papel de nuestro cerebro afectivo (sistema límbico) que le da sentido a cada una de las experiencias propias y ajenas, y nos permiten sensibilizarnos a tal punto que sentimos el dolor ajeno como si fuera propio.

Los estímulos dolorosos de cualquier tipo son equivalentes para el cerebro así no se perciban igual, es decir, que el dolor de una quemadura puede representar, para todos los mecanismos implicados de sensibilidad y sufrimiento, lo mismo que una pérdida de un ser querido, midiendo las proporciones de cada uno.

Cuando hay dolor, se producen las sustancias del estrés que son la adrenalina y otra serie de neurotransmisores que afectan el funcionamiento de las neuronas a largo plazo: las deterioran no solo a ellas, sino que van interrumpiendo las conexiones y generan deterioro cerebral.

La respuesta al dolor de cualquier tipo, entonces, hace que el cerebro pierda funcionalidad y reactividad, a pesar que producimos sustancias de alivio como las endorfinas (morfinas naturales) y nivelamos el coctel de otras sustancias como la serotonina y la noradrenalina, que tratan de regular y solucionar los problemas generados, de esta forma, mejora la memoria, el ánimo, apetito y sueño.

Recordemos que cuando tenemos una pérdida afectiva por un rompimiento de una relación, la muerte de un ser querido, una pena económica o social, los centros afectivos del sistema límbico mantienen una comunicación continua y nos recuerdan cada rato nuestro dolor, lo que genera otra vez dolor.

No es lo mismo que recordemos cuando nos lastimamos físicamente, porque, aunque se recuerda, cada vez que traemos a la memoria un dolor de cabeza, por ejemplo, no nos duele la cabeza, pero si recordamos la muerte de nuestra mascota, el sufrimiento y la pena son activados de nuevo.

Hemos hecho énfasis en el papel de la corteza prefrontal, que es aquella parte del cerebro que nos pone en contexto con la realidad, y si hacemos un análisis consciente y valedero, podemos racionalizar que no es más que poner todos los sentidos en función de valorar cada una de nuestras actuaciones de duelo.

Podemos puntualizar y hacernos preguntas: ¿Yo por qué voy a seguir llorando si ese amor no vale la pena?, ¿entonces me voy a dejar destrozar por lo que no tiene solución?, yo he sido muy valiente para resolver muchas cosas entonces, ¿me voy a dejar ganar de esta pena?

Esos mecanismos de defensa fortalecen y disminuyen la conexión del recuerdo doloroso, sin embargo, puede aflorar en momentos cruciales como cuando vemos a alguien parecido a nuestra expareja que nos ha abandonado, o al ser querido que hemos perdido, una voz semejante, un perfume, el mismo nombre, en fin, cada marcador de memoria se reactiva mediante el estímulo nocivo que se recuerda para reactivar el dolor.

Los recuerdos negativos se almacenan en una parte especial del cerebro y se pueden neutralizar mediante un análisis consciente de los factores de importancia que les podemos dar o quitar.

Cada persona debe desfortificar los recuerdos negativos con actitudes sensatas y basadas en la realidad. El recuerdo fantasioso negativo, es eso, recuerdo, y la realidad es un continuo de la vida diaria que se debe asumir, vinculando todos los sentidos a las realidades tangibles para continuar y fabricar felicidad.

Una actitud depresiva genera aislamiento, desmotivación, cambios en los patrones usuales de comportamiento, del apetito, el genio, la concentración, el rendimiento laboral o académico, trastornos del sueño, de la libido y toda la función sexual, afectiva y social con los demás.

Ante un proceso de dolor afectivo, el duelo hay que vivirlo y no suprimirlo con medicamentos a menos que esté en juego nuestra salud física o mental a largo plazo. El duelo pasa y se necesita un fortalecimiento de la actitud de nuestra corteza prefrontal para minimizarlo y darle el valor real que se merece.

El olvido es más difícil que el recuerdo, porque cuando se trata de olvidar, recordamos de nuevo, y por esto dejar de pensar y mantener la mente entretenida en actividades lúdicas o productivas, establecen factores y ambientes de bienestar.

La socialización positiva, con aquellas personas que nos distraen y entretienen a diferencia de las que nos recuerdan las penas, son importante frecuentarlas y a las, segundas evitarlas.

Como comentaba, los estímulos que predisponen al recuerdo se deben evitar: fotografías, cartas, enlaces, souvenirs, canciones con sentidos de nexo con el contenido afectivo, almacenar objetos que tienen un valor para generar el recuerdo que se quiere olvidar solo reactivan el dolor.

Cuando se ha superado la pérdida, con el tiempo y con otros reemplazos, cuando son posibles, se puede acceder a mirar todo lo almacenado, pero con el resto de reactivar dolor afectivo.

El olvido de los fenómenos afectivos tiende a desvanecer los recuerdos negativos de los eventos, y mantiene en forma inadecuada supervaloraciones de otros recuerdos, lo que sublima falsamente lo recordado. Es decir, cuando hemos roto una relación de muchos años, el recuerdo que se trae es de cosas buenas, maravillosas, encantadoras, y minimiza los actos hostiles, violentos o de desafecto, con tendencia a ignorarlos, es aquí donde la corteza prefrontal tiene su mejor trabajo, porque hace un balance y un listado de supervisión de valores a su justo precio.

Cuando ocurre un fenómeno afectivo, en la gran mayoría de los casos, se altera la función social, se cambian de amistades, sitio de vivienda, de ciudad, de trabajo e inclusive se puede llegar al aislamiento. Una persona con una pérdida económica altera la autoestima, al igual que un fracaso afectivo o laboral.

Por: Rodrigo Isaza Bermúdez.
Neurólogo clínico.

Bibliografía

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