¿Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy? La psicología de la procrastinación va mucho más allá de la pereza y el posicionamiento invasivo de las redes sociales como factores de distracción. La historia sugiere que los griegos y los romanos ya tenían problemas en el 800 a.C. para evitar que los trabajadores hicieran rotar las asignaciones en el calendario.
Las cosas no es que hayan cambiado mucho en la actualidad: incluso con todas las herramientas y aplicaciones de productividad disponibles en el mercado para ayudarnos a gestionar nuestro tiempo y cumplir tareas eficazmente, el ser humano moderno sigue siendo vulnerable ante el mal hábito de posponer y aplazar. La buena noticia es que hay una razón biológica para ello, y conocerla puede ayudarnos a “entrar en cintura” y tomar las riendas del asunto.
Cuando el instinto nos obliga a procrastinar
Procrastinar significa posponer una tarea por falta de preparación, tedio o la esperanza de que las cosas se resuelvan por sí solas. La investigación sugiere que las personas tienden a realizar primero tareas pequeñas que su cerebro considera “urgentes” en lugar de actividades más complejas que carecen de una fecha de entrega específica, incluso si son más importantes.
Todo deriva de un instinto básico que antepone la satisfacción inmediata por encima de las recompensas a largo plazo. Cuando ofrecemos un caramelo a un niño a cambio de hacer silencio, por ejemplo, es más probable que acepte el trato en comparación con ofrecerle un juguete especial para su cumpleaños a cambio de portarse bien durante todo el año. Los adultos funcionamos igual.
Nuestro cerebro no evalúa la urgencia de una tarea con base en su importancia o trascendencia. De hecho, las personas suelen confundir urgente con importante, lo que hace más difícil tomar decisiones acertadas con la agenda llena de quehaceres. Los especialistas subrayan que una tarea urgente no siempre es una tarea importante, de modo que una técnica sencilla para combatir la procrastinación es clasificar nuestros pendientes en urgente, no urgente, importante y no importante.
Una tarea importante, por ejemplo, puede no requerir una fecha de entrega cercana, sino la realización de una serie de actividades a largo plazo. Aún así, el grado de trascendencia de dicha tarea puede ser mucho mayor que el grado de trascendencia de una asignación urgente.
Para el psicólogo Joseph Ferrari, todo el mundo procrastina, pero no todo el mundo es un procrastinador. “Mis investigaciones han encontrado que el 20 % de los estadounidenses, tanto hombres como mujeres, son procrastinadores crónicos. Posponen tareas en el hogar, la escuela, el trabajo y sus relaciones interpersonales. Este 20 % hace de la procrastinación su forma de vida… Somos una nación de “hacedores”, pero también somos una nación industrializada, de gente que espera (para hacer las cosas)”.
Para Ferrari, las personas que no procrastinan tienen una identidad personal centrada en la autoestima antes que en la “estima social”, lo que significa que les importa mucho más el modo en que se sienten respecto a sí mismos que la opinión que tienen los demás de ellos. La pregunta es: ¿cómo dejar a un lado los factores distractores, el tedio y las excusas? ¿Cómo vencer la procrastinación?
3 consejos prácticos para dejar de procrastinar
Los expertos de la Universidad de Harvard recomiendan aplicar cinco tips sencillos para dejar a un lado la procrastinación de una vez por todas:
- Primero, conviene cuestionarnos a nosotros mismos para descubrir qué nos está bloqueando: si acaso estamos frente a algo que nos asusta o para lo cual no nos consideramos lo suficientemente buenos.
- En segundo lugar, es recomendable establecer fechas límite para nuestras tareas pendientes, incluso si son autoimpuestas; de este modo, es más probable que nos organicemos para terminar a tiempo.
- Y por último, implementar un sistema de recompensas más atractivo puede ayudar a potenciar nuestra motivación. Por ejemplo, obsequiarnos a nosotros mismos el par de zapatos que tanto nos gusta por haber completado una tarea importante en el rango de tiempo establecido.
Desde luego, el hábito de cumplir tareas pendientes a tiempo y dejar de procrastinar debe repetirse constantemente para ser afianzado. Una manera de hacerlo es recurrir a sentencias de afirmación y estrategias de diálogo interno, por ejemplo: “Soy una persona que cumple sus tareas eficazmente en el tiempo indicado”.