La vida de un hombre es un camino hacia si mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero”, afirmaba Hermann Hesse.
Y, en este camino hacia nosotros mismos, encontramos a los demás. No viajamos solos. Somos una pequeña pero importante parte de un gran “todo” en el que influimos y por el que somos influidos. Con nuestra aportación podemos mejorar la humanidad entera o ser parte de su destrucción. Somos únicos, diferentes y por lo tanto insustituibles y dignos de respeto.
No podemos respetar algo de lo que desconocemos el valor. El autoconocimiento es la base donde se asienta el respeto y el amor por nosotros mismos. El respeto por uno mismo es la consecuencia de dar un sentido a la propia vida actuando de forma coherente con lo que pensamos y sentimos. En este sentido, nuestras acciones deben ser el resultado del trabajo de equipo entre pensamientos y emociones. Cada elección y pequeña acción cotidiana nos construye y coloca los fundamentos de un mundo interno equilibrado o caótico. Cuando traicionamos nuestros valores, cuando por comodidad, por desidia o por ambición actuamos sordos a nuestras necesidades, sueños, ilusiones, sentimientos e ideales… algo en nuestro interior se quiebra, y por esta rendija vamos perdiendo el autorespeto.
El rabino Zusya era un sabio piadoso y respetado. Se cuenta que, cuando se encontraba en su lecho de muerte, empezó a sollozar. Los fieles que le rodeaban estaban perplejos.
-Rabino, ¿por qué lloras? –se aventuró a decir uno de ellos– ¡Si alguien tiene reservado un lugar en el cielo, ése eres tú!
El sabio giró la cabeza hacia sus amados seguidores y empezó a hablar con suavidad:
-Si cuando esté ante el juicio divino me preguntan: «Zusya, ¿por qué no fuiste un Moisés?» No vacilaré en responder: «No nací Moisés.» Si me preguntan: «¿Por qué no fuiste un Elías?», hablaré con seguridad y contestaré, «Porque yo no soy Elías». Lloro, amigos míos, porque hay una pregunta que temo que me hagan: «¿Por qué no fuiste Zusya?»
Como afirma el Principio de autoaplicación previa de la Ecología Emocional: “No podemos hacer ni dar a los demás aquello que no nos damos a nosotros mismos”. Si no nos respetamos, no vamos a respetar a nadie. El reto es pasar del sentimiento de respeto, al verbo respetar -que supone acciones concretas-.
Nos respetamos cuando, a pesar de la presión externa, expresamos honestamente nuestro pensar y sentir. Cuando actuamos coherente y responsablemente asumiendo los precios derivados del ejercicio de nuestra libertad. Respetamos cuando no imponemos nuestra forma de ver el mundo a los demás, no coaccionamos, no hacemos chantajes emocionales y no contaminamos emocionalmente. Nos respetamos y respetamos cuando construimos espacios adecuados para crecer, relaciones basadas en la generosidad y la reciprocidad y nos conectamos a energías emocionalmente ecológicas, renovables y sostenibles como el amor, la alegría, la amistad, la confianza, la ternura, la compasión, y el agradecimiento.
Por Mercè Conangla y Jaume Soler
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