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No retengas a quien hace mucho ha comenzado a irse

Por Phrònesis
Cómo superar el apego, no retengas a quien hace mucho ha comenzado a irse
Redacción Editorial Phrònesis.

No siempre es fácil saber cuándo soltar a quien ya no puede quedarse, pero a veces resulta incluso más difícil saber cuándo marcharse. ¿Y cómo podría no serlo? La nostalgia de los momentos compartidos en el pasado se adhiere a la mente y al cuerpo suplicando la posibilidad de un futuro. “La piel tiene memoria”, escribió el poeta inglés John Keats… Y quienes han amado profundamente con cada fibra, con todo lo que son y lo que tienen, saben que es cierto.

El amor se desvanece en ocasiones tan sutilmente como se desciñe la niebla, y eso lleva a muchos a permanecer al margen del proceso, en un estado de confusa lejanía en el que ellos continúan amando intensamente sin saber que, para el otro, ya nada es igual.

Para quien ama, la idea de soltar no es solo dolorosa por el precio de la despedida sino también por la amenaza del arrepentimiento, de no ser capaz de asegurar a uno mismo que realmente ha llegado el tiempo de partir y echar raíces en otro sitio, en un día nuevo. La gran pregunta que envuelve a muchos ante la sequía que marchita el amor es, por ende: “¿Cómo sé que debo marcharme?

Un poeta persa del siglo XIV llamado Hafez describió en tan sólo unas líneas la esencia más pura del amor:

Después de todo este tiempo, 
el sol nunca le ha dicho a la tierra: “Estás en deuda conmigo”.
Vean lo que un amor como ese puede hacer.
Ilumina todo el cielo. 

 

La naturaleza del amor aspira y busca la libertad, la gracia, la justicia, la entrega desinteresada de virtudes para que el otro se apoye en ellas y, juntos, alcancen lo que la individualidad torna inalcanzable. El amor en su máxima expresión se distingue de la dependencia porque sabe y atesora una verdad inquebrantable: “No necesito. Merezco”. Cuando la esencia del amor se desvanece también disminuye la equidad, que se manifiesta en forma de lazos recíprocos, decisiones compartidas, valoración y respeto tanto de la identidad ajena como de la propia. Y es entonces cuando puede pasar (y pasa) algo mucho más terrible que distanciarse del ser amado: distanciarse de uno mismo.  

En ocasiones, el intento por retener a alguien que hace mucho ha comenzado a irse resulta en un abandono silencioso de las propias necesidades y motivaciones. El miembro de la pareja que aún ama, y ama como siempre, deposita todos sus esfuerzos en demostrar al otro que todavía le queda mucho para dar, que está dispuesto a darlo todo sin saber que aquello no produce más que desgaste y frustración, porque nada puede darse a quien ya no quiere recibir.

Es ahí, en el momento exacto en que hemos dejado de ser lo que somos para convertirnos en una sombra necesitada de afecto, mendiga de amor, cuando el “yo merezco” debe surgir con valentía por encima del miedo y la tristeza para irse y dejar ir. Para entender que el amor también consiste en marcharse.  

Según Chantalle Blikman, escritora especializada en temas de desarrollo personal y autora del libro “Recupérate a ti mismo”, existe una serie de indicadores cuyo conocimiento puede ayudar a una persona a saber si está perdiendo su identidad en la empresa de mantenerse atada a alguien más. Ellos son: la búsqueda constante de aprobación, la falta de interés en los propios sueños y pasiones, y la desconfianza o disminución del autoestima.

Búsqueda constante de aprobación

Quien se ha perdido a sí mismo también ha perdido la capacidad de validarse, por lo que busca desesperadamente, fuera de sí mismo, una prueba que le confirme quién es y cuánto vale. Es entonces cuando surge la inseguridad, la falsa idea de una obligación constante y permanente de satisfacer las demandas del otro, los sentimientos de culpa y remordimiento por pensar en “Lo que yo necesito” y el miedo latente a cometer errores, a hacer o decir algo que a la pareja no le agrade y sea, justamente esa, la causa del rompimiento.

Falta de interés en los propios sueños y pasiones

Haber perdido el horizonte que conduce al alcance de las metas y propósitos de vida es una señal definitiva de que algo no funciona. Cuando la vocación, aquello que enciende el alma y empuja a llevar una vida plena es dejado a un lado como tributo a la supuesta permanencia de alguien, atentamos no solo contra nuestra libertad sino también contra la máxima posibilidad de ser felices, de experimentar el logro absoluto que sólo se obtiene cuando el camino recorrido es el camino que se ama.

Desconfianza o disminución de autoestima

La sensación de no ser suficiente, de que “algo en mí falla” y que a eso se debe el fracaso de la relación, es un ejercicio de injusticia abismal que perfora el amor propio pudiendo llegar a aniquilarlo por completo. La convicción de que uno debe llenar un espacio o actuar a la perfección un rol para garantizar la felicidad del ser amado es, de por sí, una enorme equivocación, pero estar convencido de ello y, al mismo tiempo, sentirse incapaz de llevar a cabo semejante tarea genera una inmensa decepción y resentimiento autodirigido.

La confianza y el autoestima van estrechamente ligados a un YO fuerte. La reducción de ambas es señal de que el YO ha comenzado a flaquear.

Asimilar que la persona amada, aquella con la cual se compartieron juegos, secretos, risas y costumbres ha dejado de ser esa persona, es naturalmente, causa de un inmenso dolor. Pero perderse a uno mismo, someterse a la propia indiferencia y arrancarse la oportunidad de aprender tanto de la alegría como del sufrimiento, de crecer y volver a amar, es el origen de un dolor aún mayor: el de renunciar a la vida.

Redacción Editorial Phrònesis.

 


Referencia:
7 Ways to Tell if You’re Losing Yourself in Your Relationship. (2016). Pick the Brain | Motivation and Self Improvement. Disponible en http://www.pickthebrain.com/blog/7-ways-tell-youre-losing-relationship/

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