Día Mundial de las personas de edad – Octubre 1
“Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”. Ingmar Bergman.
La ancianidad ha sido interpretada o resignificada como una nueva adolescencia según la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE). La primera adolescencia se caracteriza por: la adquisición y expresión de los órganos sexuales definitivos y la maduración de todos los sistemas hormonales. En la llamada senectud, o segunda adolescencia, asistimos a su declinación. En las personas ancianas se ha identificado: la tercera edad como el grupo de 65 a 75 años (llamada edad dorada) y la cuarta edad como el grupo de mayores de 75 años (llamada umbral del cambio).
Existe una clasificación muy interesante en el proceso de la senectud, y es la siguiente:
- Senectud usual o cotidiana, que es al que llega la mayoría de las personas cuando pasan los 70 años, con alguna enfermedad crónica controlada y por ahí con algún “achaque” (dolores reumáticos) entre otros.
- Senectud satisfactoria, es aquella a la que todos nos encantaría llegar, se trata del anciano que llega a los 70 años libre o casi libre de enfermedades y de “achaques”, que es completamente independiente para valerse por sí mismo, (algunos los llaman ancianos robustos en contraposición a anciano frágil)
- Senectud patológica, aquella persona que llega a los 60 con secuelas de enfermedades crónicas incapacitantes, tal vez por secuelas de Accidentes Cerebro Vasculares (“derrame cerebral”), Mal de Parkinson, artritis crónica, enfisemas, etc. Llegan dependientes y aparentan, sobretodo, más edad.
Es claro que perder atributos de la juventud o funciones ejecutivas siempre implican un importante duelo psicológico. La ancianidad es un tema que se evade muchas veces, pero que nos atañe a todos y a cada uno. Existe el interminable dilema de cómo vivir satisfactoriamente las edades de la vida y de qué forma aceptar y disfrutar cada etapa de nuestra temporalidad. Si bien perder condiciones o desempeños siempre implica un desafío, también involucra una excelente oportunidad para nuevas resignificaciones de aptitudes. Es para muchas personas, la posibilidad de afrontar diferentes retos y valores en la vida, adecuadas estrategias en la resolución de problemas (enfermedades crónicas, muerte de personas queridas, indiferencia por parte de familiares, limitaciones en el área física o mental, etc.), así como también confrontar diversas realidades y adaptarse de la mejor manera a los cambios tecnológicos, filosóficos y sociales que ocurren en la sociedad.
Las dos adolescencias de nuestra vida deben ser interpretadas como crisis vitales, comunes a todas las personas y a nuestra especie. Se convierten en oportunidades para desarrollar nuestra resiliencia y salir fortalecidos de dicho trance vital. Ser resiliente no significa resistir, tolerar o subyugarnos. La resiliencia implica adquirir la capacidad de dar un nuevo significado a lo propio (a lo que nos pertenece y hace parte de nuestra esencia) y a todo aquello que nos rodea en forma positiva y madura, para crecer como individuos. En ambas adolescencias ser resilientes significa adquirir la mayor autonomía posible, desarrollar al máximo nuestra asertividad y adaptarnos a los cambios permanentes producidos por las necesidades propias del ser humano y el ambiente que nos rodea, sin limitar en ningún momento nuestra capacidad de comprender y ser comprendido y de hacernos cargo a través de nuestra experiencia, inteligencia e intuición del mundo que nos circunda, potenciando nuestra sabiduría y conexión espiritual. Desde el significado de la antropología cultural es mucho mejor que pensemos en llegar a “ancianos” que volvernos “viejos”. La palabra viejo proviene de vetusto, lo que se desecha. Anciano proviene de “antiguo”, lo que se guarda. La ancianidad llega con la sabiduría, que a su vez, se asocia a la serenidad, a la mirada amplia, a comprender las excepciones a la regla, al autoconocimiento y la espiritualidad. Según palabras de la bioquímica Elena Bandala, existen factores que nos ayudan a vivir bien nuestra ancianidad: “El hecho de sentirse útil, creo que es fundamental, cuando una persona se siente valorada y querida, cuando ve que lo que hace es utilizado por otras personas, todo eso mantiene una ilusión por vivir”. Yo añadiría otros elementos como:
- Vivir en pareja o con alguna persona cercana.
- Practicar con regularidad el mindfulness u otra técnica de meditación.
- Asistir a controles médicos regulares y seguir las prescripciones médicas con responsabilidad.
- Contar con una familia comprensiva, respetuosa y gentil que sepa fomentar la autonomía y la vida digna del anciano en todas las circunstancias.
- El mantener la curiosidad, lo cual va de la mano con nuevos aprendizajes.
- Ejercitar el cuerpo y la mente diariamente en la medida de las posibilidades.
- Cuidar del aspecto y cuidado personal cada día.
- Mantener una alimentación balanceada con los adecuados suplementos nutricionales, de ser necesarios.
- El cultivar el buen humor y actitudes positivas frente a los acontecimientos.
- Permitirse el disfrute de pequeñas y grandes cosas de la vida (la música, la lectura, el encuentro con amigos, la culinaria, la jardinería, las obras manuales y otras aficiones)
- Mantener la capacidad de vivir el día a día con intensidad y cultivar la gratitud.
- Recordemos que para llegar a ser unos ancianos saludables es preciso mantener estilos de vida saludables y combatir desde siempre los factores de riesgo para las diferentes enfermedades, especialmente las de origen cardiovascular (hipertensión arterial diabetes, dislipidemias (colesterol y triglicéridos elevados), etc.
Para terminar, hay quienes aún piensan que a los 65 años “tenemos que” jubilarnos porque ya no somos útiles, ni tenemos inteligencia o capacidad, en otras palabras, somos una carga social. Es importante que cambiemos esa mentalidad, porque con los avances de la medicina y el empleo de hábitos saludables en la alimentación y acondicionamiento físico-mental, cada día observamos a más y más personas que no solo no se jubilan, sino que a esta edad emprenden proyectos muy ambiciosos y útiles para la humanidad.
Por: Dra. Iris Luna
Médico psiquiatra – Máster en nutrición
Especialista en sobrepeso y obesidad
Contacto: iluna@phronesisvirtual.com
1 comentario
E aprendido mucho de este tema tengo 72 años y y sigo trabajando y me gusta muchas gracias saludos y bendiciones