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Lo que tú haces y la salud de tu pareja: influencia de los comportamientos de la pareja en nuestra propia salud

Por pruebas
La importancia del cuidado de la salud de la pareja

Existen comportamientos que ya ubicamos como poco saludables, como por ejemplo fumar y, de hecho, es común tener la sensación de que eso es obvio, pero esta consideración realmente es paradójica, ya que depende de los conocimientos previos disponibles en un contexto cultural específico. De hecho durante bastante tiempo se consideró que fumar era saludable, craso error que por fortuna ha estado corrigiéndose a través de modificaciones en las políticas de salud pública, dirigidas a cambiar la exposición a factores de riesgo contra la salud de las personas; políticas y acciones que incluyen la educación y divulgación de estos hallazgos que son producto de estudios biomédicos.

Actualmente se conoce, por ejemplo, que la presión arterial alta es responsable del 13% de las muertes en el mundo, que el uso de tabaco es responsable del 9%, la glucosa alta en sangre del 6% y que el sobrepeso es responsable del 5% de los decesos mundiales (OMS, 2009), y en la misma medida en que este conocimiento se va diseminando y se va adquiriendo esa sensación de familiaridad con estos hechos, la sensación de que es obvio empieza a surgir.

Ya no es un asunto desconocido que hacer ejercicio moderado o comer dietas balanceadas según nuestro estilo de vida y edad va a incrementar nuestra posibilidad de tener más años de vida saludables (OPS, 2012), o que no fumar o dejar de hacerlo y disminuir la cantidad de alcohol ingerido va a disminuir la posibilidad de enfermarnos por causa de la exposición a estos factores de riesgo (OPS, 2012).

Tampoco es desconocido el hecho de que estos cambios en nuestros estilos de vida van a tener efectos sobre nuestra salud mejorándola, no solamente de manera inmediata, sino que van a aumentar la posibilidad de tener buena salud en años posteriores y van a aumentar nuestra esperanza de vida (Rizzuto & Fratiglioni, 2014) y van a disminuir la aparición de enfermedades crónicas que son difíciles y costosas de tratar, ya que hay enfermedades o condiciones que solamente se manifiestan después de determinada edad, o después de determinada cantidad o frecuencia de exposición al factor de riesgo. Esto quiere decir que lo que hagamos hoy por nuestra salud va a influir en gran medida en qué tan saludables seremos más adelante.

Pero una cosa es haber recibido la información relacionada con los beneficios de hacer ejercicio y otra diferente es empezar a hacerlo, de la misma manera que es diferente conocer los riesgos que se corren contra la salud cuando se fuma y otra cosa es dejar de fumar; entonces beneficiarnos de este conocimiento puede terminar siendo realmente algo que no es tan fácil como simplemente enterarnos de estos hechos.

Cambiar el estilo de vida no es fácil, esto lo sabe quien haya intentado bajar de peso, dejar de fumar, empezar a hacer ejercicio o realizar cualquier cambio en el estilo de vida que implique abandonar algo que ha resultado de alguna manera placentero, o implementar algo que puede generar algún tipo de displacer.

Pero algunos estudios han arrojado datos sobre una alternativa que cuestiona la idea de que “todo lo bueno es amargo” y que podría ayudar a generar este cambio. Algunos estudios han encontrado que el hecho de estar casado se relaciona con tener mejor salud (Meyler, Stimpson, & Peek, 2007; Schone & Weinick, 1998).

La explicación que se dio para esto, en un momento dado, fue que individuos más sanos habrían de tener más éxito en la consecución de pareja y en la reproducción, pero frente a esta hipótesis surgió otra explicación alternativa: que el hecho de estar en pareja generaba la exposición de algún factor de protección para los individuos que la componen, y fue esto lo que se comprobó en un estudio poblacional donde las persona casadas adoptaban comportamientos más saludables  (Schone & Weinick, 1998), comportamientos que, como se había demostrado en otros estudios, tenían alta influencia en la salud en personas de edad avanzada; a saber: usar cinturones de seguridad al conducir o estar en el asiento delantero, tomar desayuno todos o casi todos los días, hacer ejercicio por lo menos tres veces por semana y no fumar. Esto se ha estado evidenciando en otros estudios que han mostrado mayor tendencia a cuidarse por parte de personas cuya pareja se cuida activamente (Falba & Sindelar, 2008; Jackson, Steptoe, & Wardle, 2015), siendo entonces que adoptar comportamientos saludables también puede ser “contagioso”.

Pero de hecho, parece que el efecto es mayor aún cuando existe el cambio de un comportamiento poco saludable a uno saludable, que cuando ya existía el comportamiento saludable previamente (Jackson et al., 2015), es decir, pareciese que la influencia que puede tener una persona sobre el comportamiento saludable de la pareja puede ser mayor cuando se pasa de no tener el comportamiento saludable y se da el paso para mejorar, que cuando ya se tenía previamente.

Este hecho podría ayudar a cambiar el panorama de nuestra salud, ya que el bajo peso infantil, el sexo desprotegido, el uso inadecuado de agua e inadecuada salubridad, y la presión arterial alta, componen un cuarto de todas las muertes en el mundo, y una quinta parte de todos los años de vida sanos perdidos (DALYs), y si se modificaran podría incrementarse casi en cinco años la expectativa de vida en el mundo (OMS, 2009).

Y aunque este efecto que tiene nuestra pareja sobre nosotros y nosotros sobre ella no ha sido totalmente estudiado, y pareciese que hay un efecto mayor para algunos comportamientos o factores de riesgo que para otros, de cualquier manera es un una herramienta que podemos usar para motivarnos a empezar a mejorar nuestras costumbres, ya que no solo podría servir para hacer que nuestra pareja mejore su salud y así incrementar la posibilidad de compartir más tiempo juntos y de tener más años de vida saludable, sino que también podría servir para darnos una empujada a nosotros mismos y comenzar a tener estos cambios saludables.

Actualmente se están llevando a cabo estudios sobre este fenómeno que nos permitirán tener mayor claridad sobre sus particularidades y limitaciones, si se da por igual o no en países con diferentes ingresos o entre hombres y mujeres, o en personas ancianas, complementando los valiosos estudios que ya existen. Con fortuna estos conocimientos nos seguirán dando herramientas para seguir superando la aparente obviedad de algunos conocimientos para poder convertirlos en oportunidades prácticas para hacer cambios reales y benéficos.

REFERENCIAS
Falba, T. A., & Sindelar, J. L. (2008). Spousal concordance in health behavior change. Health Serv Res, 43(1 Pt 1), 96-116. doi:10.1111/j.1475-6773.2007.00754.x
Jackson, S. E., Steptoe, A., & Wardle, J. (2015). The influence of partner’s behavior on health behavior change: the English Longitudinal Study of Ageing. JAMA Intern Med, 175(3), 385-392. doi:10.1001/jamainternmed.2014.7554
Meyler, D., Stimpson, J. P., & Peek, M. K. (2007). Health concordance within couples: a systematic review. Soc Sci Med, 64(11), 2297-2310. doi:10.1016/j.socscimed.2007.02.007
OMS. (2009). GLOBAL HEALTH RISKS. Retrieved from http://www.who.int/healthinfo/global_burden_disease/GlobalHealthRisks_report_full.pdf
OPS. (2012). Hojas informativas. Retrieved from http://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=6617&Itemid=39425%20
Rizzuto, D., & Fratiglioni, L. (2014). Lifestyle factors related to mortality and survival: a mini-review. Gerontology, 60(4), 327-335. doi:10.1159/000356771
Schone, B. S., & Weinick, R. M. (1998). Health-related behaviors and the benefits of marriage for elderly persons. Gerontologist, 38(5), 618-627.
Ps. Iván Padilla
Especialista en Epidemiología
Magister en Psicobiología
Contacto: ivanpadillapsicologo@gmail.com

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