A un hijo amado, querido y deseado lo sentimos como una extensión de nosotros mismos, como una parte fundamental que nació de nosotros y por la cual debemos propender por su crecimiento y desarrollo óptimos desde el nivel físico e intelectual, pasando por el nivel emocional. Nuestro buen ejemplo hace de nuestros hijos unas personas íntegras, saludables y felices.