No todos los seres humanos tienen las mismas expectativas. Por motivos diversos que incluyen su relación familiar y sus experiencias en general, unos son más fríos que otros. Según el Dr. Amador Sereno, psicólogo colombiano experto en relaciones de pareja, el aspecto sexual en pareja representa un 60 % de la calidez en la unión.
Es por esta razón, que la comunicación respecto al tema debe ser clara, sincera y resolutiva. Aspectos como los celos, la manera de interactuar, la supremacía por el control y el manejo del hogar deberían tratarse con un alto grado de sabiduría conyugal.
Algunas veces, las situaciones que aparentemente nada tienen que ver con la relación sexual de la pareja son la causa oculta del fracaso. Lo normal es aprender a construir una educación sexual que permita convivir con éxito en compañía del otro. En este proceso, debe tenerse en cuenta cómo hacer el balance correcto de autoridad en el hogar.
Deben existir poderes equidistantes para evitar conflictos y frustraciones. Los objetivos no cumplidos, el exceso de trabajo, la repulsión hacia el otro por su evidente autodescuido y la percepción errónea de la sexualidad como un simple acto de penetración, son asuntos que requieren especial atención cuando se conversa en pareja.
Sin lugar a dudas, la diplomacia y el tacto al interactuar con quien se ama, es fundamental en el espectro de la comunicación cotidiana. Así que, con el ánimo de trascender las barreras de la subjetividad inherente en las relaciones entre géneros opuestos, queremos tratar directamente y sin tapujos aquellos aspectos que los hombres siempre han odiado ver en las mujeres.
Los elogios no correspondidos
Aunque siempre existirán algunos secretos que cada miembro de la pareja calla respecto al otro, el transcurso de la convivencia a través del tiempo suele sacarlos a flote. Los hombres, en especial, suelen ser mucho más reservados en este aspecto. Como si se tratara de un instinto de caballerosidad, ellos tienden a hacerles cumplidos a ellas. No se trata de un comportamiento machista o de estereotipos de género. Simplemente es caballerosidad; y eso les encanta a las mujeres.
Según un reciente estudio de la Universidad de Gerencia en Singapur y publicado por la Fundación Lenguaje Corporal de Florida (USA), los comportamientos caballerosos son altamente apreciados por las mujeres. De hecho, influyen en el grado de empatía o aversión a la hora de la conquista. De esta manera, la evolución en las relaciones humanas ha permitido repartir las cargas entre géneros. Es decir, la capacidad de adular ya no es exclusividad de los hombres. Por ende, y sin perder su caballerosidad, un hombre espera que sus halagos, mimos y agasajos sean correspondidos.
Las constantes muestras de cariño, respeto y admiración mutuas, impulsan a las parejas a entenderse en su relación. Por supuesto, de aplicarlas o no en la cama, depende el éxito o fracaso de la sexualidad en el amor.
Cuando quiero, tú no quieres
La asincronía en el deseo sexual es muy común entre las parejas. Esto puede representar un grave conflicto entre parejas que parece incrementarse a medida que las relaciones se hacen longevas. Muchos hombres manifiestan mayor deseo sexual en comparación a las mujeres. Mientras ellos quisieran “todo el tiempo”, ellas creen que -por ejemplo- una vez al mes es suficiente.
Por supuesto, toda regla tiene su excepción. Pueden existir parejas que viven su sexualidad saludablemente y en creciente mejoría a través de los años. Sin embargo, hay que admitir que, históricamente, los hombres tienden a estar más disponibles al sexo que las mujeres.
Del mismo modo, las mujeres se han estigmatizado como las mejores creadoras de excusas para evitar el encuentro pasional. No podemos negar que el cliché de “el dolor de cabeza” ya está mandado a recoger. Tampoco es cuestión de ignorar los impedimentos fisiológicos que cada 28 días explican las negativas que soslayan la pasión.
Lo que realmente ellos odian es el hecho de crear una excusa que subestime su intelecto y capacidad de comprensión. Una unión afectiva saludable, se basa en la confianza y la comprensión. Encontrar la perfecta sincronía sexual en pareja es mucho más sencillo que recuperarla.
Una relación que recién comienza a explorar su sexualidad, busca cualquier excusa para expresar su pasión. Esto significa que, de no prestar la atención adecuada al mantenimiento del deseo, el tiempo hará que el sexo sucumba a los efectos tóxicos de la monotonía.
La “cara de poker” en la cama
Esta expresión ha tomado popularidad entre los amantes del poker. Se refiere a la inexpresividad y falta de manifestaciones gestuales que delaten un buen o mal juego. Evidentemente, un buen jugador de poker usa los gestos para sacar ventaja y determinar sus posibilidades de ganar o perder. Sin embargo, en el dormitorio, la inexpresividad o timidez gesticular están lejos de representar una ventaja.
El ser humano ha encontrado en toda su evolución tantas maneras de expresar sus ideas y emociones, que la falta de ellas representa todo un chasco. Obviamente, omitir los gestos y evitar exteriorizar las emociones, también transmite un mensaje: indiferencia.
Es difícil saber si una mujer realmente disfruta o no de una relación sexual; si se mantiene inerte antes, durante y después de presentarse. Psicológicamente, las mujeres son mucho más expresivas, descriptivas y abiertas a demostrar sus emociones que los hombres.
Así lo demostró una investigación desarrollada por la Universidad de Granada, España, en la que participaron un total de 142 estudiantes (75 mujeres y 67 hombres). Allí, bajo diversas situaciones que involucraron tristeza, alegría, vergüenza y otras cuantas emociones, ellas demostraron mayor intensidad y poderío en sus manifestaciones y expresiones.
Por supuesto, si hablamos de sexualidad en un momento en el que deberían salir a flote las emociones más sinceras y profundas del ser humano, la “cara de poker” deja muchas incertidumbres. Ellos adoran cuando sienten correspondido el placer (al igual que ellas). Lo que ocurre en ciertos casos, es que la expresividad se suele sesgar por las doctrinas educativas sobre el sexo.
El sexo se ha inculcado de tal manera en algunas mujeres, que no se permiten reflejar ningún tipo de emoción que lo pueda degenerar en morbo. Esto representa una situación confusa para los hombres. Es claro que las creencias, ideales y concepciones son fácilmente susceptibles de cambiar entre las personas. Pero la inexpresividad podría afectar gravemente el intercambio afectivo, la comunicación y toda la relación de pareja. De hecho, hay quienes la consideran una “discapacidad emocional”.
¿Qué hacer?
El entendimiento exitoso entre las personas no se logra de la noche a la mañana. Si así fuera posible, muchas guerras nunca hubiesen sucedido. Lo más importante en las relaciones interpersonales es llegar a establecer una correcta y sana comunicación. Como es de suponerse, la vida en pareja requiere de una constante evaluación respecto a la forma en que se tratan los temas inherentes a ella.
Gracias al correcto manejo de los diálogos conyugales, una pareja puede saber cuáles son las preferencias sexuales del otro y cómo cumplir las fantasías que complacerían realmente los deseos en la cama tanto del hombre como de la mujer. Por supuesto, todo bajo la premisa del respeto por la esencia propia y del otro.
Comunicar lo que se piensa asertivamente, enriquece la educación sexual y le permite evolucionar para fortalecer la unión afectiva. No es necesario derrocar o desmentir las enseñanzas recibidas desde la familia y las instituciones educativas, solo se trata de complementar y hacer mejores los conocimientos de la sexualidad para conseguir armonía conyugal.
Si bien es cierto que los hombres odian muchos de los comportamiento de las mujeres, ellas también tienen algunas cosas que no les agradan de ellos. La idea no es tratar de cambiar al otro, no tendría por qué buscarse semejante objetivo. Lo que se necesita es aprender a aceptarse y aceptar al otro. Respetarse y respetar al otro. De este modo, esto que el uno odia del otro, tal vez se convierta en una manera diferente de ver las cosas que le pueda enseñar mucho a cada miembro de la relación.