La historia nos cuenta que los Juegos Olímpicos comienzan en la antigua Grecia, en honor a los dioses de la mitología griega como una celebración que se realizaba cada cuatro años a través de actividades deportivas, después de un tiempo se retomaron y en 1896 se llevó a cabo la primera edición de los Juegos Olímpicos en Atenas, estos han tenido algunos cambios y con el pasar de los años y las circunstancias se realizan sin perder su principal objetivo, la conmemoración de los atletas de alto rendimiento que dedican su vida con pasión y tenacidad al deporte.
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Los Juegos Olímpicos para muchos representan la oportunidad de demostrar sus habilidades deportivas, apostándole a la medalla de oro se preparan con constancia durante muchos años. De estos deportistas se ha de aprender sobre resistencia, resiliencia, valentía, pasión, dedicación, entre muchas cualidades, sin embargo, también es importante ver lo que traen debajo de las vendas, del uniforme, del sudor, lo que hay en sus casilleros y en su interior.
Detrás de tanto esfuerzo hay una gran ansiedad que se va desarrollando en paralelo a las habilidades deportivas, esta ansiedad se puede convertir en un monstruo incontrolable si no se maneja a tiempo y de la manera más adecuada, pero… ¿de dónde puede venir esta ansiedad? Quizá pensamos en los deportistas que se preparan para las olimpiadas, pero no muy lejano está a nuestra realidad.
Constantemente viven entre preocupaciones intensas, la necesidad de demostrar que son los mejores en lo que hacen, de hacerles ver a sus familiares, amigos y entrenadores que ha valido la pena tanto esfuerzo. El no lograr su objetivo hace que se desvanezca la calma y la tranquilidad, la ansiedad aumenta, pierden de vista que lo que han decido hacer ha sido por elección personal y pasión. Es por esto que no se debe olvidar por qué se está haciendo.
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Comienzan pensamientos irracionales y rumiantes, en los que se preguntan: si no soy bueno en esto, ¿qué voy a hacer? La decisión de seguir un camino que lleva tiempo, dedicación y esfuerzo, no implica que sea el único, siempre puede existir un plan B, inclusive C, D o los que sean necesarios, como una opción para saber qué será del futuro en un par de años, lo que reduciría el nivel de estrés porque se tiene un proyecto enfocado, no solo en un objetivo, sino en varios que pueden ser alcanzables.

Cuando se dedica tanto tiempo a una sola actividad, como usualmente lo hacen los deportistas de alto rendimiento, se puede perder de vista que la vida tiene muchas aristas, no solo es el deporte o el trabajo, también están los amigos, la familia, los hobbies, la salud. Cada persona lleva consigo un libro compuesto por muchos capítulos, pero si solo se dedica a escribir en uno de ellos, pronto se perderá el interés y no disfrutará lo que a su alrededor se presenta como un regalo.
Aprender a identificar lo que lleva a sentir ansiedad ayuda a reconocer o predecir el siguiente paso a seguir. En el medio organizacional lo suelen llamar “pausas activas”, un concepto que en realidad invita a tomar un descanso de aquello que sin darnos cuenta nos está consumiendo, a pesar de que pueda ser en parte satisfactorio.
Las pausas activas pueden ayudar a sentirse mejor, depende de lo que se ha identificado en cada proceso o camino, se puede elegir una pausa para retomar un aliento de vida; puede ser una pausa para tomarse un café con alguien y hablar de las preocupaciones, quizá puede ser una pausa para darle un respiro diferente al cuerpo, como cocinar algo sano, caminar, bailar, incluso dormir, tal vez una pausa para alimentar la mente y el corazón de otras cosas, como un libro, una serie, una película o conocer a nuevas personas, una pausa para revisar si lo que se está haciendo en realidad lo está llevando a ganar esa medalla de oro y no solo para lucirla o para que otros se sientan orgullosos, sino también para sentir felicidad y satisfacción de haber invertido bien tanto tiempo en algo.