Solían recomendarnos nuestros educadores, cuando estábamos en proceso de formación, que nos alejáramos de las tentaciones para no caer en algún problema; “la ocasión hace al ladrón“, nos advertían. De esa forma nos proponían un sistema que parecía casi infalible para evitar incurrir en acciones indeseables; o deseables pero poco recomendables; o deseables y recomendables, pero inconvenientes; o deseables, recomendables, y convenientes, pero…etc. Ya sabemos que muchas cosas que nos gustan engordan o hacen daño, y tenemos que hacer algo para evitarlas; pero no siempre podemos evadirnos de la ocasión para hacerlas.
La ocasión no hace al ladrón; el ladrón lo es porque decidió seguir ese modo de vida. Sin embargo no roba siempre que existe una ocasión para hacerlo; antes evalúa si la ocasión es propicia, y, entonces, toma la decisión de hacerlo o de no hacerlo. No todos los ladrones robarían en una misma ocasión; incluso un mismo ladrón se comporta de manera distinta en un mismo tipo de ocasión, dependiendo de aspectos cruciales, o de lo que podríamos denominar “el eslabón crucial“, como podría ser la respuesta a la pregunta ¿me pueden pillar?
Si pudiéramos evadirnos siempre de las situaciones en las que no queremos encontrarnos, la solución a los problemas sería muy fácil. La única pregunta del monólogo socrático a la que tendríamos que responder sería ¿cómo me evado?. Por supuesto nunca nos acontecería algo adverso; siempre evadiríamos la ocasión de la adversidad. Tampoco comeríamos en exceso, ni fumaríamos cuando no quisiéramos; seríamos fácilmente libres, si por libertad entendemos al arte de saber darnos órdenes y obedecernos a nosotros mismos. Pero no es así; muchas veces no queremos comer algo, nos damos la orden de no comer, pero nos puede la gana, y comemos; sucede hasta en las “mejores familias”, como la de Adán y Eva. Algunos fumadores dejan de comprar cigarrillos como táctica para dejar de fumar; pero fracasan porque, aunque dejan de comprar, no dejan de recibir los cigarrillos que les ofrecen los amigos fumadores; o, lo que es peor, dejan de comprar, pero no dejan de pedir.
Es que evadir tampoco es posible siempre, pues las situaciones en las que aparecen los motivos son muchas como para poder evadirlas todas. Si el control no podemos ejercerlo actuando sobre los motivos ocasionales, pues son muchas las situaciones externas e internas que nos motivan, entonces una alternativa puede ser buscar el control en las razones. La fase inicial de la motivación, o sea el impulso a actuar, se activa automáticamente con la presencia de la ocasión (lo que usualmente denominamos “el motivo”); pero la razón, aunque empieza activándose automáticamente con la ocasión, se construye sucesivamente y puede modificarse siempre si se apela a la evaluación consciente y deliberada.
Se pueden ubicar cinco fases perfectamente distinguibles en el proceso que lleva a una persona a decidirse por hacer o por dejar de hacer algo; esas fases, en conjunto, conforman el ciclo motivacional de una acción cualquiera. Es importante tenerlas en mente con claridad, porque de lo que suceda en cada fase va a depender en últimas la probabilidad de realizar alguna acción, y en alguna fase se va a ubicar el eslabón crucial conducente a la ejecución de la acción en el momento actual, que puede ser diferente al del pasado o al del eventual futuro.
- La fase de impulso, originado en la presencia de una situación externa (del medio) o interna (de la persona); esa situación es la “ocasión”.
- La fase de incertidumbre que antecede a la decisión de actuar; es la fase de pre-decisión, en la que la persona se cuestiona por su capacidad para realizar exitosamente la acción y por algunos asuntos más.
- La fase de decidirse a hacer o a no-hacer algo (se entiende el no-hacer, ej. no fumar, como una acción propositiva); es la fase de la decisión, en la que se hacen balances entre los costos y los beneficios de hacer algo; pero no solo eso, pues además es la fase en que se planifica cómo se va a proceder para lograr hacerlo o para lograr no-hacerlo.
- La fase de la acción; es la fase de llevar a la práctica lo decidido; de transformar las intenciones en acciones.
- La fase de las conclusiones; es la fase de la post-acción, en la que la persona evalúa los resultados; esa evaluación, punto final del presente, será el punto inicial del futuro.
En cada fase del ciclo motivacional suceden asuntos fundamentales, alguno de los cuales puede ser el asunto crucial de la motivación para hacer o para no-hacer una acción en el momento actual. Puede darse la ocasión; pero no darse la confianza en la capacidad para hacerlo; la opinión desfavorable o la opinión favorable de otros puede influir mucho en cierto momento; anticipar una consecuencia negativa puede persuadir a la persona para no-hacerlo; las conclusiones acerca de cómo le fue en el pasado son decisivas para repetirlo o no en el presente.
Recientemente un ciudadano colombiano, don Ovidio, se decidió por la eutanasia. Podría pensarse que sentir fuertes dolores por la enfermedad terminal que padecía fue la “causa” de esa decisión. Ese fue el motivo, la ocasión desencadenante que le dio impulso a su motivación por la eutanasia, movido por la necesidad de aliviar el dolor; pero es fácil suponer que existieron razones fundamentales que marcaron cada fase del ciclo motivacional para someterse a la eutanasia. Fue frecuente el calificativo “valiente” para referirse a don Ovidio; eso puede significar que, en la fase de incertidumbre, él sí tenía la suficiente confianza en su capacidad para hacerlo con serenidad y con entereza, como efectivamente lo demostró.
La decisión consciente fue incuestionable; seguramente fueron amplios los balances que realizó entre los costos de vivir sin calidad de vida por el dolor y los beneficios de morir con dignidad. El plan fue evidente; la eutanasia fue el medio elegido para morir con dignidad; eso lo condujo a apelar ante los tribunales para que se respetara su voluntad; un hijo suyo lo afirmaba al señalar que su padre murió como vivió, en la legalidad. Eso quiere decir que apelar a la legalidad fue su estrategia, fue el heurístico de disponibilidad que orientó el camino elegido; tal vez sus reflexiones lo condujeron a desechar el suicidio, que es el heurístico de representatividad que marca las razones de muchas personas para tomar una decisión en situación similar.
Probablemente sus conclusiones, a medida que se aproximaba al logro de la autorización y simultáneamente eran inoperantes los medicamentos que le suministraban para aliviarlo, reafirmaron la expectativa propia y de su entorno de que solo su muerte acabaría con los intensos dolores que padecía. Por supuesto se deben abonar las razones que aportó su medio familiar, que lo acompañó con gran racionalidad y control emocional, a pesar del dolor inmenso que, estoy seguro, esto les producía. Probablemente muchas personas no comparten la decisión de don Ovidio; entre ellas podemos incluir a quienes guían sus acciones por el principio “Dios es el único Señor de la vida y de la muerte”, que les funciona como heurístico de anclaje para sus decisiones en esta materia; también será respetable, si llegara a suceder el caso, que ellas no tomen una decisión similar en circunstancias parecidas.
Lo que interesa aquí es ilustrar cómo operan los factores que subyacen en las diversas fases del ciclo motivacional, expresándose a través de esquemas de pensamiento que se convierten en heurísticos, en luces que guían por atajos conducentes a la adopción de una solución en una situación problema, orientando al comportamiento en una determinada dirección
Es evidente la diferencia que surge de pensar en la motivación como un estado que emana de la presencia ocasional e instantánea de una determinada situación (ej. presencia de dolor intenso e incontrolable en el contexto de una enfermedad terminal), y pensar en la motivación como un proceso que se construye a través de lo que sucede en una sucesión de fases en las que el factor importante para decidir la acción cambia de una fase a otra (ej. presencia de dolor, más incertidumbre sobre la eficacia de una solución tipo eutanasia, más incertidumbre sobre la capacidad personal para afrontar con entereza la eutanasia, más influencia familiar, etc.). La segunda forma de conceptualizar la motivación, a la manera de un ciclo con fases, invita a buscar cuál es el eslabón crucial en la actualidad para desencadenar una decisión, clarifica dónde se debe centrar la intervención para modificar la disposición personal acerca de hacer o de no-hacer algo, y orienta hacia la mejor forma de prepararse para ejecutar la acción y aproximarse a la meta esperada.
¿Cómo le suena lo anterior? ¿muy fácil? ¿lógico pero impracticable? En realidad puede ser un poco complejo. Por fortuna la gran mayoría de decisiones que debemos tomar en nuestra vida cotidiana son importantes, pero no tienen la trascendencia ni el impacto de la decisión de recurrir o no a la eutanasia. Le propongo el monólogo socrático como método de solución; se trata de proceder con preguntas para emprender la búsqueda del eslabón crucial. En los párrafos precedentes se han sugerido dos campos en los que se precisa buscar para encontrar respuestas que destraben la toma de decisiones eficaces y la planeación requerida para llevarlas a la práctica. El primer campo es el de las fases; se requiere formular preguntas que lleven a respuestas certeras acerca de la fase motivacional en la que se encuentra un comportamiento. El segundo campo es el de los heurísticos; se requiere encontrar los esquemas de pensamiento agazapados en la obscuridad, que mantienen amarrado en un estado de inacción al comportamiento.
Lo más probable es que el eslabón crucial de la cadena que amarra el comportamiento no se ubique en la ocasión, contrariamente a lo que suponemos cuando atribuimos nuestro comportamiento a un “motivo”; hay que buscar ese eslabón en otras partes de la cadena. Eso no quiere decir que la ocasión no cuente; sí cuenta. El hábito no hace al monje, pero sí determina que sucedan algunas cosas que llevan a que el monje tenga más probabilidad de cumplir con sus votos cuando tiene el hábito puesto. Es posible que algunas tentaciones se alejen del camino cuando el monje porta el hábito; pero es más posible aún que los heurísticos del monje sean unos cuando tiene el hábito, y otros cuando anda sin él.
Por: Luis Flórez Alarcón
Doctor en Psicología Experimental
Email: luis@florez.info
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