Tengo varios días esperando a que llames, sé que se le llama “auto-compasión”, aunque me satisface verlo así, como una recompensa a todo cuanto me ha ocurrido desde que nos separamos, desde ese día en el que comprendí la diferencia entre nosotros por tu decisión, aquel instante en el que comprendí lo necesario de un cambio en mí, no para satisfacer tu ego, sino para no sentirme más miserable.
A casi un año de distancia del inicio de nuestra historia, vuelvo a recordar los momentos que disfrutamos, igualmente los que me habría gustado pasar contigo. Evito hablar del tema, poco a poco me cansé de hacerlo, en cada palabra te esfumabas más, dando pie a hablar de ello sin lágrimas ahora, cuando te veo con ella de la mano, si le llamas o le envías algún texto frente a mí, créeme, ya no me duele.
Me heriste, ¡claro que lo hiciste! Llegaste a mi vida ofreciendo las sonrisas y el tiempo deseado, tu mirada señalaba felicidad, tus labios eran carteles perfectos para colgar mi sonrisa, y así, poquito a poco, me dejé llevar.
Recuerdo amargamente el día 12 de cierto mes, cuando me dejaste como tu “amiga”, la más cercana, a la cual le confiabas tu sentir, pero no más tu cariño. Lloré día y noche durante un mes, no imaginas cuánto dolor me causó verte ir con alguien más, ya ella ocupaba mi lugar, ella era el disfraz de tu libertinaje, porque más tarde la dejarías, diciendo que era yo a quien realmente deseabas a tu lado, esa mujer por la cual cambiarías tus vicios e histerias, a quien amabas.
Imagina lo perdida que me sentí en ese momento, mi único deseo era verte feliz y a mi lado, por eso te acepté, porque no me imaginaba la vida de otra manera, sólo tú y yo, el mundo podía morir.
Más tarde vino la melancolía, los reclamos, las indiferencias, las llamadas silenciosas jamás realizadas, los mensajes tardíos. Existía alguien más, una mujer de la cual no prescindirías sin importar mi actitud, mis lágrimas o cualquier otra cosa, ella estaba en tu mente, satisfaciendo el narcisismo natural en ti, dejándome sola, decidiste lo mejor para ti, no para mí, no en ese momento. Humanamente, jamás querrás dejar lo que te satisface, aquello de lo que te has apropiado, no obstante, nunca estuviste conmigo realmente.
Hoy espero tu llamada, así lo dije al principio, no porque quiera volver contigo, mucho menos para rogar, lo he meditado mucho, esta llamada sería una señal de la amistad bonita que nos unió, nada más podría existir, por lo menos de lejos quiero que sepas que estoy aquí.
Ya sea que vengas con ella o con cualquier otra, no me importa, de todas formas, alguna vez te llamé amigo.