Hace más de veinte años que se habla de inteligencia emocional. Antes ya se hablaba de inteligencias múltiples, incluyendo las habilidades de manejo intrapersonal (es decir el mundo interior de la persona) y las interpersonales (el universo de las relaciones entre las personas). Luego fue Daniel Goleman quien desarrollara y universalizara el concepto de inteligencia emocional: básicamente poniendo de manifiesto la importancia de conocer, detectar y manejar las emociones propias, y reconocer las ajenas para mejorar nuestras experiencias vitales y nuestro desempeño social.
Así es que como padres y madres que nos interesa ofrecer lo mejor a nuestros hijos, buscamos brindarles herramientas intelectuales, técnicas y tecnológicas para desenvolverse en la vida. Los inscribimos y llevamos a colegios con orientaciones específicas, cursos, talleres e idiomas.
También queremos ofrecerles experiencias felices, de entretenimiento y dispersión, entonces generamos salidas, programamos encuentros con otros padres, invitamos amiguitos. Vamos haciendo todo lo que está al alcance de nuestras posibilidades para ofrecerles lo que nos han enseñado como desarrollo integral. Además agregamos ‘lo que nos hubiera gustado haber hecho de pequeños y no tuvimos oportunidad’. Y como somos padres interesados en nuestro rol, también leemos y nos informamos, aparecen tendencias y conceptos novedosos, para seguir mejorando nuestro desempeño. Así descubrimos la inteligencia emocional, y la importancia que tiene en la vida de las personas, y cómo se consigue desarrollarla a través de la educación emocional. Henos aquí ante un nuevo desafío en esta elección de una crianza consciente y comprometida.
El reconocimiento de las emociones: el primer gran paso
Identificar cómo me siento y poder nombrarlo, es la base de la educación emocional. Partiendo de registrar la experiencia que surge en mi cuerpo, las sensaciones que aparecen y me están advirtiendo la reacción que estoy teniendo:
o a una situación.
o a las palabras, acciones o gestos de alguien.
o a la realización de una determinada actividad.
o a un pensamiento en mi mente.
o a un contacto físico.
Podría seguir enumerando infinitas situaciones, pues toda nuestra vida involucra las experiencias emocionales, lo que puede ocurrir es que estas sean más o menos conscientes para nosotros mismos.
Al realizar experiencias de conectar con las propias emociones y las variadas maneras en las que se manifiestan en el cuerpo y en las respuestas que emitimos, se desarrolla la capacidad de identificar las emociones ajenas también, con lo que luego, podré elegir una manera adecuada de responder frente a las expresiones emocionales de las demás personas.
Empecemos por casa
Cuando los niños comienzan a avanzar en el desarrollo de su inteligencia emocional nos requieren a los adultos, en niveles iguales o superiores al de ellos. Para poder hacer aportes valiosos a los pequeños en lo referente a educación emocional, debemos educarnos emocionalmente a nosotros mismos previamente, y entre todos podríamos construir un ambiente elevador en lo que a relaciones se refiere, pues hay transparencia en cuanto a lo que sentimos y lo que sienten los demás, lo que nos despierta internamente la conducta de otro y la plena responsabilidad de cada uno respecto de sus respuestas.
Voy entonces a dar la primera pauta para educación emocional: el entrenamiento del educador, o sea el adulto a cargo de la crianza.
Dejo aquí una guía práctica para autoevaluar el estado personal en el ámbito emocional, así, conociendo mi propia condición, puedo desarrollar mejoras, y ser un buen modelo a seguir por los niños. ¿Conozco mis emociones? ¿Cómo las identifico en mi cuerpo?
- ¿Reconozco las emociones de los demás?
- ¿Puedo ponerme en el lugar del otro y ser empático/a?
- ¿Logro escuchar activamente y sin interrumpir, para entender el mensaje de los demás?
- ¿Cómo respondo a los comportamientos y a las reacciones emocionales de otros, incluyendo a los niños?
- ¿Qué hago cuando me enfado y cuando siento ira?
- ¿Cómo me afecta la culpa o la tristeza en mi desempeño y en mis relaciones con otros?
- ¿Qué suelo hacer para sentirme mejor cuando estoy perturbado emocionalmente?
- ¿Cómo resuelvo situaciones que me molestan?
- ¿Tomo decisiones impulsivamente, basado en mi estado emocional del momento?
- ¿Puedo evaluar alternativas antes de resolver un problema?
- ¿Cómo expreso el amor que siento hacia los demás?
- ¿Agradezco y manifiesto mi alegría con los otros?
- ¿Puedo mostrarme vulnerable, pedir ayuda y reconfortarme en el apoyo de los otros?
Recordemos que siempre es más importante cómo actúo que lo que digo al niño –y al resto de las personas-. Y mientras tanto, mejoramos nuestras aptitudes a la vez que ejercemos activamente el proceso de crianza.
Vamos trabajando en nosotros mismos y en la próxima entrega avanzamos en la práctica con los niños, que será súper entretenida.
NOTA: a menudo utilizo la palabra “niño” para referirme a niños y a niñas, haciendo más grata la experiencia lectora.
Por: Lic. Marcela Monte
Licenciada en Psicología
Universidad Nacional de San Luis / Argentina
Psicoterapeuta Cognitivo – Conductual Infantil
Contacto: info@infantopsicologia.com
Material consultado:
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Guía breve de EDUCACIÓN EMOCIONAL para familiares y educadores, en www.elisabethornano.org
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http://www.casel.org/social-and-emotional-learning
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EDUCAR LAS EMOCIONES ©Mireya Vivas, Domingo Gallego y Belkis González, 2da edición 2007. Producciones Editoriales C. A. Mérida, Venezuela.
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INTELIGENCIAS MULTIPLES: LA TEORIA EN LA PRACTICA, HOWARD GARDNER, PAIDOS IBERICA, 2011.
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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, Daniel Goleman. Javier Vergara editor, Buenos Aires, 1996.