Las últimas investigaciones vienen confirmando que los cuidadores de un familiar con una demencia, como lo es la enfermedad de Alzheimer están más expuestos a tener problemas físicos, sufrir mayores niveles de estrés, y en muchos casos, a padecer episodios de depresión. Esto, debido que a diferencia de otras discapacidades o enfermedades, el Alzheimer es una enfermedad progresiva que va deteriorando la capacidad de la persona para poder valerse por sí misma. Incapacidad que va poniendo a los cuidadores ante la obligación de tener que introducir más cambios en su estilo de vida por las mayores demandas de atención y cuidado que va necesitando el familiar enfermo.
Por tanto, cuidar de un familiar que padece la enfermedad de Alzheimer no es una tarea fácil de llevar a cabo; por lo que es completamente normal que los cuidadores en determinadas épocas o momentos se sientan cansados y fatigados, o que experimenten sentimientos y pensamientos negativos; sin embargo, cuando estos sentimientos son demasiado intensos, se van prolongando en el tiempo y van acompañados con la sensación de “no poder más”, de llanto incontrolado, de rabia o irritabilidad con el familiar y con otras personas cercanas; estamos hablando de que el cuidador está padeciendo un episodio depresivo.
El cuidador de un familiar con Alzheimer, es distinto a otros tipos de cuidadores”
Síntomas de la depresión
El término depresión viene del latín depressus, que significa abatido, derribado; por lo cual, la depresión es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por una serie de síntomas psicológicos, conductuales y somáticos que le impiden a la persona realizar diversas actividades de su vida cotidiana.
Los síntomas que le están indicando al cuidador de que puede estar padeciendo algún episodio depresivo, son los siguientes:
- Sentimientos de tristeza sin motivo aparente.
- Sensación de incapacidad o inutilidad.
- Aparición frecuente e incontrolada de pensamientos negativos.
- Problemas de ansiedad y taquicardia, con sensaciones de opresión en el pecho.
- Deseos de aislarse de los amigos y familiares.
- Elevado nivel de desesperanza con respecto al futuro.
- Falta de iniciativa y motivación para hacer actividades que antes le gustaban o le generaban placer.
- Alteraciones en el sueño: Dormir mucho o tener insomnio.
- Alteraciones en la alimentación: Comer mucho o tener poco apetito.
- Llanto repentino e incontrolado, sin ninguna causa aparente.
- Cansancio físico: Intenso o prolongado.
- Falta de autocuidado consigo mismo, especialmente en la higiene y la imagen personal.
Las últimas investigaciones, han encontrado que la depresión multiplicaría por cinco el riesgo de muerte relacionada con la enfermedad cardiovascular.
Desafortunadamente, cuando se presentan algunos de estos síntomas los cuidadores no le prestan mucha importancia, ya que suelen considerar que es algo temporal, que es cuestión del momento, que es algo pasajero y que en unos días o en un corto periodo de tiempo volverán a estar bien; por otra parte, los sentimientos de rabia e irritabilidad hacia su ser querido, el sentir que ya “no puede más” y los pensamientos negativos asociados pueden ser muy difíciles de asumir y aceptar.
De hecho el cuidador puede llegar a sentir bastante vergüenza y desconcierto cuando se presentan; o sentir que no es una buena persona o que no quiere lo suficiente a su ser querido; lo cual conlleva que se incremente más la culpa y el malestar, y que se agudice el estado depresivo.
Por otro lado, en muchas ocasiones los cuidadores encuentran muy poca comprensión y tolerancia de sus familiares o personas cercanas con sus reacciones inesperadas o incontroladas de rabia e irritabilidad y con lo que sienten, de hecho cuando estos deciden comentarles a su círculo inmediato lo que les pasa, los cuidadores lo que encuentran son respuestas como: “ya se te pasará”, “no te preocupes por eso”, “arregla esa cara”, “no le des vuelta al asunto” o “no es para tanto”; esta falta de empatía hacia sus sentimientos lo que hace es incrementar aún más sus sentimientos negativos, su tristeza y su soledad.
Por otro lado, un episodio depresivo, además de afectar el estado de salud físico y mental del cuidador, también le genera otras dificultades, como:
- Encontrar espacios o realizar actividades que le generen alegría y descanso.
- Cuidar de sí mismo y de su propio estado de salud.
- Valorar su labor como cuidador.
- Cuidar adecuadamente de su ser querido.
- Tomar decisiones adecuadas ante diversas situaciones que así lo requieran.
¿Qué deben tener en cuenta los cuidadores con respecto a la depresión y sus síntomas?
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Cuidar de un familiar con Alzheimer puede llegar a ser muy estresante y muy agotador.
Debido a que el Alzheimer es una enfermedad en la que con el paso del tiempo se van agudizando los síntomas cognitivos y conductuales, no es de extrañar que los cuidadores tengan más problemas de salud física y mental, más conflictos personales y familiares; y que lleguen a sentir agobio, estrés, frustración o rabia frente a las actividades que realizan, ya que las demandas que va exigiendo la enfermedad los obliga a renunciar a sus proyectos y planes de futuro; a pasar menos tiempo con sus amigos y familiares, a ir dejando de lado diversas actividades de ocio y de disfrute, a reducir las horas que dedica a su trabajo y en muchos casos, hasta les toca renunciar a él para poder cuidar de su ser querido.
Por otra parte, el deterioro cognitivo, o la disminución de las capacidades mentales e intelectuales del ser querido, además de que generan un gran impacto y desconcierto en el cuidador, con el tiempo va provocando episodios de tristeza, los cuales pueden llegar a convertirse en una depresión crónica, porque es él cuidador el que va viendo cada día como se va deteriorando su ser querido, y este deterioro lo va colocando ante la presencia de una persona que ya no reconoce.
Además, los síntomas como los cambios de humor rápido e injustificado, la intolerancia, la impaciencia, las conductas agresivas tanto verbales o físicas dirigidas hacia el cuidador; conllevan a que este sienta que su ser querido es una carga, a desear que la situación se termine ya, a percibir que no ejerce bien el cuidado o que es poco gratificante; por otra parte, síntomas como la agitación, el vagabundeo o el insomnio, llevan a que le cuidador tenga que mermar sus horas de descanso y hacer un sobreesfuerzo para poder cumplir y atender las necesidades del familiar enfermo, y también, las suyas.
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¿Es normal que el cuidador de un familiar con Alzheimer tenga sentimientos y pensamientos negativos?
Es normal que los cuidadores de Alzheimer lleguen a tener sentimientos negativos con respecto a la labor que realizan, con respecto al familiar y con respecto a si mismos, ya que como se ha venido diciendo el Alzheimer es una enfermedad que con el transcurrir del tiempo le va exigiendo al cuidador más tiempo, disponibilidad y atención, lo que conlleva que éste tenga que hacer un sobresfuerzo y una serie de renuncias personales y familiares para poder atender de su ser querido.
Es importante que los cuidadores sepan que no admitir sus pensamientos y sentimientos negativos, no les ayudará a que estos desaparezcan; así que acepte sin ningún tipo de culpa que los sentimientos de rabia e irritabilidad son una respuesta completamente sana, natural y hasta adaptativa para hacer frente a las situaciones difíciles y dolorosas que se nos presentan en la vida.
Reconozca su enfado, irritabilidad, impotencia y/o frustración e intente expresarlo sin perder el control y cuando identifique las situaciones que le generan rabia y malestar, tome distancia, aléjese de la situación e intente tranquilizarse; y por otra parte contraste sus sentimientos y pensamientos negativos de culpa y rabia con la situación que está viviendo, esto le podrá ayudar a definir alternativas y soluciones que se adecuen a la realidad y que sean alcanzables.
Por otra parte, acepte que hay cosas que no están en sus manos hacer o cambiar y céntrese en aquellas que sí puede cambiar y transformar; y frente a aquellas situaciones que no puede cambiar, intente modificar su perspectiva, asumiendo una actitud más positiva y serena.
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¿Puede la falta de sueño y de descanso contribuir a los episodios depresivos?
Una buena calidad de sueño, ayuda a que la mente se desconecte de las actividades que hemos ejecutado en el día, ayuda consolidar la memoria, a hacer nuevos aprendizajes, a reducir los niveles de estrés, a enfrentarnos a las actividades del día siguiente, y a reforzar y proteger el sistema inmunológico.
Por tanto, la falta de sueño y descanso como consecuencia de cuidar de un ser querido, compromete seriamente el estado de salud físico y mental de los cuidadores, generando ansiedad, agresividad, cansancio y agotamiento; síntomas que lo van conduciendo hacia un estado depresivo.
La disminución de las horas del sueño, está asociada con un incremento de la obesidad, diabetes y la enfermedad de alzheimer.
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¿Qué pueden hacer los cuidadores frente a un episodio depresivo?
El cuidador debe tener claro que la depresión es una enfermedad que requiere de atención y tratamiento, y la mejor estrategia para enfrentarla, es actuar con rapidez cuando se detectan los primeros síntomas, ya que un tratamiento precoz puede mejorar el pronóstico.
Así que, no espere a que los síntomas desparezcan por sí solos, porque a mayor número de síntomas o de episodios depresivos mayor es el riesgo de que esta se convierta en una enfermedad crónica y que le afecte gravemente su estado de salud física y mental; por tanto, ante los primeros síntomas debe buscar ayuda médica especializada, como un psiquiatra y seguir el tratamiento indicado; por otra parte, es importante que tenga en cuenta que su estado de ánimo no cambiará de forma inmediata, sino que irá mejorando de forma gradual.
El tratamiento se puede realizar con antidepresivos o psicoterapia, pero los mejores resultados se obtienen con la combinación de ambas”.
El tratamiento farmacológico con antidepresivos por sí sólo no es suficiente, así que será necesario que busque ayuda psicológica; el poder contar con un espacio donde pueda sentir que es comprendido y que puede hablar con total libertad de la situación que está viviendo, le ayudará a reducir sus niveles de ansiedad, corregir los pensamientos negativos o distorsionados y aprender estrategias de afrontamiento; además, la combinación de ambos tipos de terapia le ayudarán a prevenir recaídas.
Haga ejercicio físico. Está comprobado que el ejercicio físico tiene muchos beneficios para la salud, entre ellos combate el estrés, y reduce los efectos de la depresión, así que intente realizar todos los días o de forma regular alguna actividad física que le guste, especialmente en las horas de la mañana, ya que en las últimas horas del día activan el organismo y podrá tener más dificultades para conciliar el sueño.
Aliméntese bien y de forma equilibrada. En las noches, es aconsejable cenar algo ligero y espere un tiempo prudencial antes de irse a dormir, ya que las comidas demasiado copiosas no son muy buenos aliados del insomnio.
Evite el consumo de alcohol, cigarrillos, café o bebidas con altos niveles de cafeína, especialmente en horas de la tarde o antes de irse a dormir.
Recuerde que cuidar mucho no es sinónimo de cuidar bien, y que para poder cuidar de los demás, primero tenemos que cuidar de nosotros mismos”.
Respete y satisfaga sus necesidades de sueño y descanso. Aproveche en el día los momentos en los que su familiar enfermo está descansando para que usted también pueda descansar o para hacer alguna actividad que le guste y le dé placer.
Cuando no pueda conciliar el sueño, es aconsejable que se levante y realice alguna actividad que le ayude a relajarse, como escuchar música relajante o darse una ducha con agua caliente.
Aprenda alguna técnica de relajación e inclúyala dentro de sus hábitos de autocuidado.Aprenda ejercicios de respiración profunda y de visualización de imágenes positivas, o utilice cualquier técnica que a usted le sirva para desconectarse, reducir sus niveles de estrés, ansiedad y malestar.
Cuide su higiene y apariencia personal. Esto es una forma de respeto para con usted mismo y le ayudará sentirse mejor y aumentar su autoestima.
No ejerza usted solo el rol de cuidador. Piense que cualquier ayuda que reciba será beneficiosa para usted, para su familiar enfermo y para todo su grupo familiar. Así que, busque y pida ayuda de sus familiares para que se vayan turnando con las tareas del cuidado o contrate los servicios de un enfermero o de cuidador profesional, ya sea solo por horas, por días, o por las noches.
Planifique y organice las tareas y los horarios que dedica al cuidado, e incluya y reserve un espacio solo para usted y para hacer lo que le apetezca; considere ese espacio como sus “momentos de respiro”.
Recuerde que para poder cuidar de los demás, primero tiene que cuidar de usted mismo.