Redacción Editorial Phrònesis.
Cierto escritor dijo una vez que al primer amor se le quiere más, pero a los otros se les quiere mejor. Lo real es que uno de los mayores triunfos de la madurez no consiste únicamente en cultivar la capacidad y valentía para amar de nuevo, sino en hacerlo cada vez más y cada vez mejor, con la inmensidad y entrega de la infancia, y la sabiduría y templanza de la adultez.
Para muchos, la experiencia del primer amor se conjuga en una mezcla de magia y desengaño, una marca imborrable que transmuta en experiencias futuras pobres y limitadas a causa del miedo a la decepción. La ciencia nos ha enseñado que el sufrimiento se adhiere a la memoria con más fervor que la felicidad, lo que explica que nos sintamos inclinados a recordar con mayor frecuencia y detalle los instantes de amargura y tristeza que los momentos de alegría.
Es a menudo esta sensación de espanto por los dolores del pasado lo que nos paraliza a la puerta de un nuevo amor, aun cuando, internamente, ansiamos entrar.
A ti, que contemplas la llegada de un nuevo amor con una mezcolanza de emoción y miedo, bastará con que recuerdes una sola cosa: sé siempre libre, generoso y agradecido.
Según Esther Perel, psicoterapeuta especializada en relaciones de pareja, existen dos componentes que parecen ser la base de toda relación feliz y duradera: la libertad y la generosidad.
Nunca dos seres incompletos conforman una pareja completa. El amor perdura entre dos mundos que se encuentran y, encontrándose, se valoran y respetan como independientes y enteros, con sus propias pasiones, luces, senderos y océanos. El amor no es la adhesión de dos piezas que dependen la una de la otra para adquirir forma o sustancia, sino la unión de dos seres libres que, siendo capaces de navegar solos, deciden hacerlo juntos.
Son personas que conservan largos espacios, tienen sus propios hobbies, propósitos y amistades en lugar de ser un par de individuos hambrientos que intentan alimentarse el uno del otro”.
Esther Perel
Mantener la independencia en una relación no es sinónimo de egoísmo o mezquindad. Conservar la propia autonomía y el derecho a extraviarse de vez en cuando en las fantasías, sueños y mundos internos de toda una vida favorece la comprensión y respeto de las fantasías, sueños y mundos internos de la persona que amamos. Tampoco la libertad implica indiferencia, abandono o arrogancia, sino voluntad y fortaleza. Voluntad para navegar sin perder el rumbo fijado. Fortaleza para ayudar al otro cuando lo pierda, cuando la inmensidad del mar lo tiente al naufragio.
Parecía que estaban a punto de caerse, pero no: cuando ella tropezaba, la sostenía él; cuando él se bamboleaba, lo enderezaba ella. A dúo andaban, bien agarraditos el uno del otro, pegados el uno al otro en los vaivenes del mundo”.
Eduardo Galeano
Las parejas que se mantienen unidas y felices tienden a forjar un vínculo tan estrecho que son capaces de sentir lo que siente el otro, de experimentar en carne propia las tristezas y alegrías del ser amado. “Atesoran la felicidad de la otra persona aunque no tenga nada que ver con ellos”, explica Perel. “Es como decir: Soy feliz por ti, por lo que sea que está pasando en tu vida, y eso es generosidad. Es bondad”.
Uno de los mayores errores de nuestro sistema educativo es que somos instruidos en cómo hablar, escribir, contar, incluso en cómo vestir y caminar, pero no en cómo amar. Para la psicóloga Melanie Greenberg, el sistema falla al no enseñarnos la importancia de concebir el amor como una tarea que requiere trabajo y compromiso, algo que se aprende día a día.
Lejos de ser un fenómeno estático o una rareza que puede embotellarse para evitar que se arrugue con los años, el amor es un vínculo basado en el compañerismo que, como tal, se fortalece a medida que aprendemos a mostrar no sólo generosidad sino también gratitud. Sentirse agradecido por Ser y porque el otro Es constituye la base del amor propio y del amor de pareja, pues solo entonces alcanzan a comprenderse las propias necesidades, limitaciones, expectativas y debilidades, y se desarrolla la capacidad de comprender las de alguien más.
“Se trata, por encima de todo, de compañerismo”, dice Greenberg. “Cuando ese compañerismo falta, uno se muestra desconsiderado con el otro y eso debilita el vínculo. Cuando exiges cosas a tu pareja sin pensar en cómo eso la hace sentir o cuando la culpas y le reclamas por no llenar tus expectativas o satisfacer tus necesidades, estás abriendo heridas difíciles de sanar”.
Se dice que los mayas concebían el mundo desde una perspectiva integradora, una filosofía de elemento y complemento. In lak’ech era una saludo diario cuyo significado puede traducirse como: “Yo soy otro tú”, ante lo cual la costumbre era responder Hala Ken, que significa: “Tú eres otro yo”. De este modo, expresaban su creencia en una interrelación absoluta que, no obstante, no afectaba la esencia de las cosas. Así, la tierra y el agua se unían para que naciera la vida sin que esta unión convirtiese el agua en tierra, o la tierra en agua.
Amar al nuevo amor sin dejar de ser es amar con libertad. Amar al nuevo amor dejándolo ser es amar con gratitud.
Por: Equipo de redacción Editorial Phrònesis.