El hígado graso y la cirrosis asociada al consumo de alcohol han sido unas enfermedades temidas y reconocidas desde hace bastante tiempo. Pero, es importante tener en cuenta que no sólo los licores, los medicamentos (por ejemplo: esteroides anabólicos, la isotretinoina, abuso de paracetamol), los metales pesados y las enfermedades virales pueden dañar severamente nuestro hígado. En actualidad vemos el gran auge de la enfermedad del hígado graso no alcohólico. Este fenómeno ha pasado casi desapercibido para muchos, pero se trata de una entidad desafortunada para quienes la padecen, y considero importante que dediquemos un espacio en esta columna para reflexionar acerca del tema.
Cada vez aparece más evidencia científica que señala el consumo habitual de productos comestibles ultraprocesados (cargados de azúcares libres, grasas nada saludables, harinas refinadas) como una verdadera amenaza para nuestra salud. Se sabe que la “comida basura”, tan pobre en nutrientes, barata y sabrosa, si la consumimos de manera habitual nos lleva a desarrollar enfermedades como:
- Algunos tipos de cáncer
- Sobrepeso y obesidad
- Síndrome metabólico que consiste en la coexistencia de hipertensión arterial, diabetes, elevación de triglicéridos, disminución del colesterol HDL y un exceso de grasa alrededor de la cintura.
Lo que quizás hemos pasado por alto, y que merece la pena resaltar, es que una dieta en la que no faltan las bebidas y comidas azucaradas (fructuosa y sacarosa) presentes en el jarabe de maíz, la panela, el azúcar de mesa, la miel de abeja, miel de agave, y que además es rica en grasas saturadas y grasas hidrogenadas, (es decir, comestibles ultraprocesados) nos puede llevar a desarrollar un tipo de hígado graso, conocido como esteatosis hepática no alcohólica.
Nuestro hígado es el órgano de mayor tamaño ubicado dentro del cuerpo. Pesa casi tres libras y cumple muchas funciones para mantenernos vivos: regula los niveles de sustancias químicas de la sangre, secreta la bilis, que permite que se transporten los desechos desde el hígado. Toda la sangre que procede de estómago e intestinos pasa por este órgano. El hígado es el encargado de procesar, descomponer y equilibrar esta sangre, además ayuda en la creación de nutrientes y metaboliza de forma eficiente los medicamentos que tomamos, de manera que el cuerpo sea capaz de emplearlos sin que nos resulten tóxicos.
Aunque cumple más de 500 funciones, unas de las más conocidas son:
- Producción de proteínas para el plasma sanguíneo.
- Promoción del colesterol y algunas proteínas que ayudan a distribuir las grasas por todo el cuerpo.
- Conversión del exceso de azúcares (glucosa) en glucógeno para almacenarlo (cuando se requiere dicho glucógeno es convertido nuevamente en glucosa para generar energía), es decir, equilibra y fabrica la glucosa en la medida que se necesita, regula la cantidad de aminoácidos que circulan por sangre.
- Almacenamiento de hierro.
- Convierte el amoniaco tóxico en urea.
- Regula la coagulación sanguínea.
La enfermedad por hígado graso o esteatosis hepática es una condición en la que se acumula grasa dentro del hígado. Las células hepáticas o hepatocitos se ven llenando de grasa, problema que podría pasar desapercibido por bastante tiempo, y que poco a poco lleva a una inflamación y degeneración progresiva de dicho órgano con formación de fibromas, que como es lógico limitarán muchas funciones como la gestión de las grasas y la eliminación de las toxinas, lo que puede generar muchos problemas y patologías y, a la larga, desembocará en una cirrosis, y en algunas oportunidades en cáncer de hígado y vías biliares.
Una cantidad de investigaciones en el tema permiten concluir que tanto la esteatosis hepática leve como la esteatosis hepática no alcohólica o hígado graso se deben básicamente a la ingesta continua y excesiva de carbohidratos refinados —sobre todo jarabe de maíz de alta fructuosa, fructuosa a secas y sacarosa empleados por la industria alimentaria—y al déficit en la dieta de una vitamina del grupo B llamada colina y de la metionina, un aminoácido.
¿Qué comer para prevenir y tratar el hígado graso no alcohólico?
Debemos modificar nuestro estilo de vida. Adoptar una buena alimentación basada en productos frescos de temporada y de cercanías. Consumir alimentos como frutas (enteras), vegetales, hortalizas, legumbres, carbohidratos complejos (integrales y ricos en fibra), semillas, frutos secos, grasas saludables como aceite de oliva, huevos frescos (la clara del huevo es rica en colina), pescados azules, carne y productos lácteos frescos (máximo dos vasos de leche al día).
Recordemos que la carne, el pescado y las semillas de sésamo contienen metionina; así como las nueces de Brasil. Obviamente, es importante evitar al máximo el consumo de bebidas alcohólicas y de manera muy importante limitar al máximo el consumo de leches y derivados lácteos achocolatados o edulcorados, zumos de frutas, néctares, mermeladas ya sea naturales o industrializados, bebidas energéticas o rehidratantes o preparados de té o café con crema y azúcar añadidos, que tanto están de moda. Es importante insistir en que los azúcares presentes de forma natural en frutas y hortalizas sin modificar no suponen riesgo para la salud porque no son azúcares libres (cuya ingesta es preciso limitar) sino azúcares intrínsecos. La OMS diferencia de forma clara dos tipos de azúcares, los intrínsecos (que son los que encontramos de forma natural en frutas y verduras sin modificar) y los libres. Son estos últimos los que se relacionan con un mayor riesgo de sufrir caries y enfermedades crónicas, y por eso aconseja que no superemos un 10% de nuestra ingesta calórica (idealmente un 5%) a partir de ellos.
50 gramos de azúcar (o unas 12 cucharaditas rasas) =10% azúcar libre.
“El zumo de fruta no es “fruta”, ni siquiera si es casero”.
Si vamos al supermercado es indispensable leer las etiquetas de los productos que compremos (enlatados, frascos, paquetes) allí puede haber mucha azúcar escondida. Si encontramos entre los ingredientes fructosa, sólidos de jarabe de maíz, glucosa-fructosa, azúcar de maíz (así sea orgánica) o “high fructose corn syrup” HFCS, nos estamos refiriendo a la misma cosa dañina. Por favor no lo compremos.
Restringir el consumo de carbohidratos refinados evita de manera efectiva la lipogénesis hepática. Los investigadores franceses (Agencia de seguridad sanitaria en alimentación) proponen establecer un límite máximo para la ingesta de azúcares totales que contienen fructosa (sacarosa, jarabes de glucosa-fructosa, miel u otros jarabes y concentrados naturales, etc.) de 100 g / día. Recuerda que la OMS recomienda 50 g o menos/ día. Entre más la reduzcamos mejor para nuestra salud.
Entre menos procesado es un alimento, mejor es para nuestro hígado. Una buena opción es comprar productos locales. Pan hecho con harina integral directo de la panadería.
Podrías estar pensando que, para no sufrir de hígado graso, es preciso comprar productos light o complementos alimenticios. Pues no se trata de hacer eso. De hecho, eso puede ser un error importante, si no te aseguras de leer y entender las etiquetas. Podrías sorprenderte al ver que el alimento light que promocionan es bajo en grasas, pero elevando en azúcar, o al revés.
Para llevar una alimentación sana tienes que tratar de incluir en tu dieta abundante cantidad de verduras y al menos tres porciones de frutas frescas, legumbres, y unas pocas porciones de cereales integrales (dos porciones al día). Si tienes dudas, siempre habrá un nutricionista o un hepatólogo que te las puede aclarar. y en relación al consumo de carnes, prefiere las magras, y limita el consumo de carnes rojas (en caso de consumirlas) a dos veces por semana, evitando siempre las carnes frías o procesadas.
El ejercicio habitual es muy importante para evitar el hígado graso. Varios ensayos clínicos han demostrado que tanto el ejercicio aeróbico como el de resistencia reducen el contenido de grasa hepática. A partir de estudios científicos básicos y clínicos, se puede evidenciar que el ejercicio actúa sobre la enfermedad del hígado graso a través de diversas vías. La resistencia a la insulina periférica mejorada reduce el exceso de suministro de ácidos grasos libres y glucosa para la síntesis de ácidos grasos libres en el hígado. En el hígado, el ejercicio aumenta la oxidación de los ácidos grasos, disminuye la síntesis de ácidos grasos y previene el daño mitocondrial y hepatocelular. En conclusión, el ejercicio físico es una estrategia terapéutica probada para mejorar la enfermedad del hígado graso.
Evitar la automedicación y consumo de productos nutricionales de origen botánico sin una estricta supervisión del dietista nutricionista.
Otra medida muy importante para mantener la salud de nuestro hígado es evitar la automedicación con analgésicos como el paracetamol y ácido acetil salicílico, los esteroides anabólicos, árnica, isotretinoina. Tener en cuenta que contrario a la creencia de que los “productos naturales” son seguros, los potenciales hepatotóxicos de algunas hierbas son reconocidos en varios estudios a nivel mundial, lo que constituye un problema de salud que amerita
Una mayor atención por parte de los entes reguladores, por el creciente aumento en la comercialización de dichos productos y por su potencial de causar efectos secundarios. Debemos tener mucho cuidado con las hierbas chinas o asiáticas, y productos nutricionales de origen botánico.
Ahora ya lo sabes, si evitas las bebidas azucaradas, el alcohol, los cereales refinados, las comidas ultra procesadas y haces ejercicio físico con frecuencia, vas por buen camino para proteger a tu hígado de una esteatosis hepática. Pero si además consumes abundantes, frutas y verduras y escoges muy bien tus alimentos de cada día, las cosas irán mejor para tu salud. Espero que este material te sea de utilidad y lo compartas a quien pienses que puede serle de utilidad.
Por: Dra. Iris Luna
Médico Psiquiatra – Máster en Nutrición
Especialista en Sobrepeso y Obesidad
https://www.facebook.com/iris.luna.oficial
Contacto: iluna@phronesisvirtual.com
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