En la práctica clínica que ejercí durante muchos años asociado a una institución educativa, notaba que uno de los motivos de consulta más frecuentes era la preocupación de los estudiantes. Ellos percibían que al enfrentar situaciones de evaluación no rendían lo suficiente, bien sea porque se bloqueaban o se sentían inseguros, y no eran capaces de recordar las respuestas o porque cometían errores elementales en los exámenes. Esto afecta el desempeño escolar no solo en las evaluaciones escritas sino también en presentaciones orales, grupales, o de otra índole. Como me manifestó alguna vez un paciente, estudiante de una ingeniería: “Es increíble, mis compañeros me buscan para que les explique los temas, siento que los entiendo bien, pero en el examen todo se me vuelve un caos, no recuerdo nada, a veces hasta entrego la hoja en blanco, y al salir del salón, después del examen, mágicamente me acuerdo de todo…”.
Lo que le sucede a este estudiante, y a muchos estudiantes en general, se denomina estrés académico. Si partimos del hecho de que el estrés supone una reacción del organismo que activa diferentes mecanismos de defensa para enfrentar diversas demandas en situaciones relacionadas con la vida cotidiana, estas situaciones que se encuentran relacionadas con el ámbito educativo, sobretodo de evaluación, son generadoras de estrés.
Orlandini (1999), quien considera el estrés académico como una tensión excesiva en el ámbito escolar, señala que desde los grados preescolares hasta la educación universitaria de postgrado, los estudiantes experimentan reacciones de estrés que les afectan no solo su desempeño académico, sino también diversas áreas de su vida, y de alguna manera, afectan el entorno familiar.
Los estudiantes se enfrentan cada vez más a exigencias, desafíos y retos que les demandan una gran cantidad de recursos físicos y psicológicos de diferente índole. Tal situación les puede hacer experimentar agotamiento, poco interés frente al estudio, y una excesiva autocrítica. En un mundo como el actual, en el que los estudiantes reciben un alto flujo de información, tanto en el aula, como en la familia, el contexto social y sobretodo las redes y canales virtuales, se hace más difícil procesar tantos datos y se tiende a tener un mayor agotamiento.
Ante esto, muchos estudiantes desarrollan una especie de “angustia mental” con respecto a los retos académicos previstos, haciendo anticipaciones ante la posibilidad de un fracaso escolar. Algunas de las situaciones relacionadas con la escuela que son generadoras de estrés son: la preocupación por las calificaciones, la dificultad de los temas de estudio, las presiones familiares y sociales para tener éxito, las condiciones y presiones de los profesores y las instituciones educativas, entre otras.
Sin lugar a dudas, la consideración de todos estos factores, donde intervienen tanto variables intracurriculares como extracurriculares durante la etapa académica, son por sí mismos generadores de estrés. Por lo tanto, se definen como directamente responsables de la disminución del rendimiento del estudiante y del declive de su sensación de bienestar personal. Esto trae como consecuencias el aumento del ausentismo a las clases, el incremento la deserción escolar, la disminución del rendimiento académico, la afectación en algunas funciones cognitivas básicas y esenciales para el desempeño de su actividad (como la atención y la concentración), y sobre todo, un desequilibrio emocional que conlleva a frustración, depresión y otros problemas personales.
Barraza (2012) es uno de los autores latinoamericanos que más ha aportado datos investigativos y conceptuales sobre este concepto El señala que el estrés académico es un proceso sistémico y esencialmente psicológico, que se presenta: a) cuando el alumno se ve sometido, en contextos escolares, a una serie de demandas que bajo la valoración del propio alumno son considerados estresores; b) cuando estos estresores provocan un desequilibrio que se manifiesta en una serie de síntomas; y c) cuando este desequilibrio obliga al alumno a realizar acciones de afrontamiento para restaurar el equilibrio sistémico, que por lo general no resultan adaptativas, sino que aumentan el problema.
Algunas de las condiciones percibidas como generadoras de estrés escolar son:
Sobrecargas de tareas
La excesiva asignación de trabajos escolares, que llevan al estudiante a dedicar gran parte de su tiempo en casa, o por fuera de la clase, a cumplir con obligaciones académicas. Esto unido a la complejidad de muchas tareas, que parecen estar puestas más para los padres que para los estudiantes.
Competitividad grupal
La actitud de competencia en los grupos, que lleva a los estudiantes a compararse entre sí en su desempeño, valorando sus resultados académicos en función del rendimiento de sus compañeros. Esto generalmente está asociado con cuestiones sociales e institucionales en las que se valora el ocupar los primeros puestos en el promedio académico, como si esto fuera garantía de éxito en la vida futura.
Ambiente social y grupal en la escuela
En algunas instituciones y grupos se presentan situaciones de tensión social que implican malestar y aprensión constante de los estudiantes. El bullying o acoso escolar, las riñas constantes y las dificultades de interacción, son factores estresantes que las instituciones deben atender de manera oportuna.
Masificación de las aulas
En muchas instituciones se presenta un gran número de estudiantes por cada grupo escolar, lo que impide un seguimiento personalizado del proceso formativo de cada estudiante. Los docentes se ven obligados a liderar sus procesos de manera colectiva e indiferenciada, por no tener posibilidad de hacer un acompañamiento individual a cada estudiante. Frente a esto, es muy importante la participación de la familia como instancia directamente implicada en los procesos subjetivos y particulares del estudiante.
Inseguridad personal
Es evidente que las reacciones de estrés tienen un componente intrapersonal marcado, que lleva a que cada persona desarrolle distintas reacciones frente a las demandas escolares y frente a la vida en general. La seguridad personal es un factor protector frente a las demanda escolares, y un estudiante confiado en sí mismo, con una alta autoeficacia, tiende a responder mejor ante las situaciones evaluativas en la escuela. Esto conlleva a la necesidad de atender a tiempo cualquier situación percibida como afectante al equilibrio emocional y la estabilidad personal de los estudiantes.
Mala distribución del tiempo
En la actualidad, los jóvenes parecen priorizar su atención en actividades ajenas al cumplimiento de los deberes escolares. La excesiva inmersión en redes sociales y el uso desmedido de dispositivos electrónicos, lleva a una disminución en el tiempo dedicado al cumplimiento de los deberes escolares. Tendremos que volver a la vieja usanza de organizar el tiempo de manera tal que el uso de los dispositivos esté supeditado al cumplimiento de las responsabilidades escolares. Es una forma de disciplina y de mejora en la gestión del aprendizaje.
Dificultad en hábitos de estudio
La implementación de hábitos de estudio adecuados conlleva no solo a una organización del tiempo dedicado a cumplir con deberes escolares sino al uso de estrategias adecuadas que favorezcan el aprendizaje. No existen “recetas de cocina” que definan si un hábito es mejor que el otro. Esto depende de cada persona, de sus formas de aprender y de sus condiciones y posibilidades. Hay muchos manuales y textos ilustrativos que nos orientan sobre cómo estudiar y cómo presentar pruebas evaluativas, algunos de los cuales se proponen en las referencias de esta columna.
En síntesis, el estrés académico es un fenómeno que afecta a una gran parte de la población estudiantil, desde niveles básicos hasta niveles avanzados de formación. Este afecta al estudiante no solo en su desempeño académico, sino que puede traer consecuencias para su salud mental, su estabilidad personal y hasta sus procesos de interacción con otros. Pero éste no es un problema que deba afrontar el estudiante solo, sino que debe estar acompañado por su familia, los profesores y las instituciones en general.
Debemos recordar que la meta fundamental de cualquier proceso formativo no es el ocupar lugares de privilegio asociados al rendimiento y al promedio académico, también formar para favorecer la relación armónica del estudiante consigo mismo, con los demás y con el entorno. Así se preparará para afrontar los retos de su vida cotidiana con pasión, compromiso y convicción personal.
Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea
Referencias
- Barraza, M. (2011). La gestión de estrés académico por parte del orientador educativo: el papel de las estrategias de afrontamiento. Revista visión educativa IUNAES.
- Castrillón, E.; Sarsosa, K.; Moreno F. & Moreno, M. (2015). Estrés académico y sus manifestaciones inmunológicas: La evidencia de la psico-neuro-endocrino-inmunología [Versión electrónica]. Salutem Scientia Spiritus. 1 (1). Pontificia Universidad Javeriana.
- García-Muñoz, F. J. (2004). El estrés académico: problemas y soluciones desde una perspectiva psicosocial. Huelva: Servicio de publicaciones Universidad de Huelva.
- Mazo, R., Gutiérrez, Y. F. & Londoño, K. (2013). Estrés Académico en Estudiantes de Pregrado. Revista Informes Psicológicos. Universidad Pontificia Bolivariana, Bucaramanga. 13 (2).
- Orlandini, A. (1999). El estrés, qué es y cómo evitarlo. México: Fondo de Cultura económica. 228 p.
- Sánchez, S. (2013). Manual para adquirir un hábito de estudio. En: https://www.webpsicologos.com/blog/manual-para-adquirir-un-habito-de-estudio/
- Secretaría de Educación Pública de México (2014). Manual para impulsar mejores hábitos de estudio en planteles de educación media superior. Mexico: Flacso.
- Suárez, N. & Díaz, L.B. (2015). Estrés académico, deserción y estrategias de retención de estudiantes en la educación superior. Revista de salud pública. [Versión electrónica]. 17 (2): 300-313