Redacción Editorial Phrònesis.
O bien el tercero, o el cuarto.
En los amores, en especial los que han llegado justo a tiempo para rescatar la alegría olvidada, el orden y los números son la fachada de asuntos menos importantes, mucho menos urgentes que volver a sentir, volver a palpitar con la coincidencia de manos que se juntan de la nada, miradas que se reconocen y caminos que se cruzan, a veces, por un afortunado accidente.
Los amores recién nacidos nos empapan de ilusión y optimismo, nos llenan de energía, sonrisas que brotan incansablemente como quien esconde la felicidad entre los labios, y mapas trazados entre dos para conquistar las calles.
Pero la llegada de un nuevo amor también se acompaña de momentos de duda, y uno de ellos arriba, justamente, con la certeza de que la atracción y la afinidad se han convertido en algo más. Un sentimiento perdurable que no puede ser ignorado ni apartado de nuestra mente. En ese instante, cuando sabemos con toda seguridad que hemos conseguido amar de nuevo, una pregunta asoma inevitablemente: ¿Cuándo decir por primera vez “te amo”?
¿Es un asunto de tiempo o de profundidad? ¿Basta con estar convencidos o, en cambio, es imprescindible asegurarnos de que el otro también lo está?
¿”Te amo” porque te amo o porque ya es hora de amarte?
Según Aaron Ben-Zeévi, filósofo especialista en psicología de las emociones, nos preocupamos más de lo que deberíamos por llevar la cuenta de los días, semanas o meses compartidos con la persona que nos interesa sentimentalmente cuando, en realidad aquello que vale la pena ser medido, es inmedible.
No conformes con esto: convertimos aquel registro cuantitativo en una señal para definir cuándo es el momento indicado para expresar lo que sentimos. Puede incluso que contemos con medidas o estándares preestablecidos que se remontan a relaciones anteriores, y que estos estándares nos prohíban aventurarnos a realizar “declaraciones arriesgadas”, obligándonos a esperar el transcurso de los primeros 4, 6, 9 meses o más.
Sin embargo, Ben-Zeévi señala que dar más importancia al tiempo que a la profundidad alcanzada en una relación es, más que un malentendido, una terrible equivocación.
- En primera instancia, porque los días y las horas no tiene porqué ser una prueba de veracidad. Cada persona se enamora, ama y deja de amar a un ritmo distinto, y no es el tiempo sino la apertura al amor y las experiencias pasadas lo que determina qué tan rápido o lento se puede danzar al compás del afecto.
- En segundo lugar, porque basarnos en medidas de tiempo rígidas nos priva de expresar lo que sentimos incluso cuando nuestra voz interior nos dice que es el momento adecuado, y esta es una forma de censurar nuestras emociones.
- Y por último, porque los naufragios de relaciones anteriores, es decir: estándares de cualquier tipo, sea cual sea su finalidad, no deberían ocupar los navíos de un nuevo amor.
“Las comparaciones nos roban la alegría”, dice una frase conocida, y no podría ser más exacta. Pensar que una relación puede construirse levantando ruinas selectivas de relaciones pasadas es como sembrar una mina en un jardín repleto de flores y lamentarse al escuchar el estallido.
Los “Te Amo” se dicen con palabras, pero también con gestos, sonrisas y dialectos secretos
El amor trasciende las palabras, que — citando a Cortázar — “nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”. Para Ben-Ze’ev, el amor tiene la característica de dar cabida a una infinidad de posibilidades a través de las cuales manifestarse y consolidar una existencia real.
Esto significa que, aún cuando los “Te amo” prefieran ser callados, o bien no se den de manera recíproca (o quizás no con la frecuencia que quisiéramos), son nuestros actos y no nuestras palabras la mayor demostración de amor verdadero.
Por otro lado, reconocer el instante perfecto para dejar salir una declaración que hace mucho hemos querido confesar, no es tan complicado como parece. De hecho, todo consiste en seguir una premisa básica:
Ser honestos con lo que sentimos y no mentirnos ni a nosotros ni a los demás
Mahatma Gandhi expresó una vez: “Cuando el ojo de una persona dice una cosa; su lengua, otra, y su corazón, otra distinta, aquella es una persona que vive un conflicto con la verdad”.
Lo más importante es la transparencia, la humildad y la valentía para expresar nuestros sentimientos sin retroceder y sin deternos a pensar si con esto ganaremos o no la simpatía de los demás. Se trata, en todo momento, de tener presente que nuestras emociones y pensamientos son nuestros, son un reflejo de lo que somos y de lo que hemos vivido.
Imponernos “condiciones” en esto es como obligarnos a imitar las experiencias sensitivas de otra persona.
El amor es ajeno a los horarios: llega cuando quiere, puede y debe
Si bien el amor puede surgir en cualquier momento y a un ritmo inesperado, Ben-Ze’ev distingue entre el amor inicial y el amor profundo.
A diferencia del amor inicial, el profundo requiere de actividades compartidas para establecerse como un lazo sólido, y es por eso que, si bien no hay ningún inconveniente con decir “Te Amo” a pesar de que haya transcurrido muy poco tiempo, decir “Te amo profundamente”, “Eres el amor de mi vida” o “Nunca he amado a nadie tanto como a ti”, son declaraciones que deben ser hechas con cuidado, estando completamente seguro de sentirlas y siendo consciente de que implican tomar como punto de referencia el pasado, algo para lo que nosotros podríamos estar listos, pero no nuestra pareja.
Cuando esto ocurre, y las palabras que alcanzan nuestros oídos no son precisamente las que deseábamos escuchar, es necesario no caer en la desesperación y recordar que la ausencia de ciertas declaraciones no supone la ausencia de amor. “Hay muchas razones para no decir Te Amo”, explica Ben-Ze’ev, “y no son necesariamente la falta de amor”.
En cuanto a la decisión de fluir con nuestros sentimientos, ha de ser tan íntima, libre y sincera como el propio amor.
Íntima para recordar que solo nos compete a nosotros; libre para no verse influenciada por la ansiedad de recibir una respuesta, y sincera para ser siempre fiel a la verdad, contra todo temor y pronóstico.
Por: Editorial Phrònesis
Para: elartedesabervivir.com