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El orgasmo, un placer que bombardea al cuerpo

Por Phrònesis
El orgasmo, un placer que bombardea el cuerpo

La racionalidad nos abandona por completo, son una delicia. Evitarlos y temerles es una tontería.
Por:  ESTHER BALAC

Decíamos que la zona genital está plagada de nervios. Claro, de acuerdo con cada nervio se producen diferentes sensaciones, lo que explica, por ejemplo, que un orgasmo provocado por la estimulación del clítoris sea distinto al producido por una penetración.

Continúo con el orgasmo y su fisiología, no sin antes aclarar que la idea es quitarle tanto mito absurdo que impide que se perciba como la fuente natural del placer que el organismo necesita para hacer más llevadera la existencia.

Tanto se preocupó la evolución para que sintiéramos placer, que no dejó zona sensitiva sin capacidad de producir orgasmos. Pero abajo fue más que generosa con este propósito. De hecho, durante el aquello hay unos nervios que trabajan sin tregua para garantizar sensaciones gratas, al punto que logran que hasta los órganos más recatados se unan a la fiesta.

Por ejemplo, el nervio hipogástrico recoge lo que siente en el útero y en la próstata; el nervio pélvico se encarga de la vagina y el recto en ambos sexos, pero especialmente en el de los señores; el nervio pudendo está pendiente del clítoris y del tímido escroto masculino, y el vago (otro nervio) responde por lo que ocurre en el útero y la vagina.

Y el asunto es tan serio que en el encumbrado cerebro existe un centro dedicado solo al placer que se encarga de quedarse con lo sabroso de todo este bombardeo y de empujar al cuerpo para que le siga mandando información deliciosa. Eso explica por qué en la faena amorosa toda la acción y el movimiento se concentran en el piso inferior. Entrados en gastos, la amígdala cerebral toma el comando; el núcleo accumbens da la orden para que se libere la dopamina que nos hace sentir en otro mundo; el cerebelo pone los movimientos en automático y la pituitaria se ocupa de inundar las neuronas con endorfinas, oxitocina y vasopresina.

Mientras tanto, la zona del cerebro conocida como corteza orbitofrontal, encargada de la razón y el control, se apaga. Es decir que cuando tenemos orgasmos, la racionalidad nos abandona por completo.
Son una delicia, insisto, y evitarlos y temerles es una tontería. Hasta luego.

Fuente: www.eltiempo.com

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