Hace cerca de doce años, un indigente llamado Eddy me dio la mejor lección de mi vida. Eddy, quien vivía del reciclaje de basuras en la calle, escapó de su casa a muy temprana edad. Agobiado por la violencia y el maltrato que recibía de sus padres tuvo que huir. No tuvo más escapatoria que subsistir por sus propios medios y enfrentar la dureza de las calles.
Para las mentes tradicionales, es difícil pensar que un “don nadie”, cuya sola presencia podría asustar al más aguerrido, ocultara tras su temible apariencia a un maravilloso ser humano. Su inteligencia natural sobresaliente le permitió desarrollar una capacidad de liderazgo fuera de lo común.
Mi profesión como periodista no había tenido tanto sentido hasta que conocí a este cautivador personaje. Su manera de actuar y de pensar, realmente revolcaron muchas de las ideas que yacían inamovibles en mi mente.
La decisión que pudo arruinar mi carrera
Por esta razón, presenté su nombre a consideración de un comité de prensa para que Eddy fuera el personaje principal del programa periodístico de entrevistas que yo dirigía. Por unanimidad, todos los miembros coincidieron en que era un disparate entrevistar a un absoluto desconocido. El programa estaba hecho para importantes personajes. Además, sería un rotundo fracaso: pronosticaron la peor audiencia en la historia de la televisión hasta entonces.
Con mi orgullo personal al borde del colapso y mi ética profesional impetuosa, me atreví, con cierto placer, a llevar la contraria. Dediqué toda mi atención a realizar el reportaje y sacarlo al aire. Me sujeté con tanto empeño a la idea de mostrar el lado humano de este habitante de la calle que, incluso, el programa tuvo suficiente material para dos entregas.
Muchas bocas tuvieron que callar
¿Qué pasó con el rating? ¡No pudo mostrar mejores resultados! De lejos, fue el más alto de los últimos meses. El impacto a la audiencia fue tal, que muchos lo calificaron como : “Sencillamente conmovedor y gratificante”.
Además de mantener mi atención al punto de olvidar el hecho de estar trabajando, pues todo resultó excesivamente natural, hubo una serie de valores que pude reaprender de Eddy. Este extraordinario ser humano tiene tan claro cada uno de ellos y los explicó con tal fluidez que, incluso, tuve que a admitir el concepto erróneo que tenía sobre algunos de ellos.
Lo más impresionante de su claridad mental, afabilidad y elocuencia, fue el hecho de haberlas aprendido en la calle. Muchos creerían que vivir sin hogar es sinónimo de vicios, delincuencia, destrucción e ignorancia. Pero Eddy, demostró que esas son solo algunas opciones y que depende de cada uno tomar el camino que mejor le parezca. Obviamente Eddy, aprendió de sus adversidades y tomó lo mejor de ellas para evolucionar como persona.
Estos fueron sus definiciones empíricas acerca de los valores que rigen su vida:
- Integridad: completa transparencia, honestidad, humildad y buena fe en todos los actos.
- Curiosidad intelectual: apetito por adquirir mayores conocimientos pues aprender es una labor para toda la vida.
- Innovación: creatividad y nuevas ideas para promover el cambio permanentemente.
- Iniciativa: orientación a la acción para poner las nuevas ideas en práctica.
- Intensidad: pasión por lo que se hace.
- Integración: trabajo en equipo. Es decir, todos trabajando en conjunto, logramos más que cada uno de nosotros.
La lucidez y sentido común de Eddy frente a cámaras podrían darle un par de lecciones a muchos dirigentes y gobernantes de cualquier nación. Cada pregunta fluyó hacia respuestas justas, conmovedoras y sensatas. No recuerdo haber tenido tal grado de interés genuino por una historia en mis 25 años de trabajo periodístico.
Definitivamente, fue de esas experiencias que te mantiene sentado al borde de la silla de principio a fin. Y puedo decir con certeza que muchos coincidieron con mi apreciación. Pues este reportaje le otorgó al programa un premio nacional y uno internacional de periodismo (un golpe directo al mentón de quienes lo creyeron “un rotundo fracaso”).
La vida de muchos cambió gracias a Eddy
No cabe dudas, esta ha sido la mejor lección de vida y superación que he recibido a lo largo de mi existencia. Gracias a Eddy comprendí que la gente no es importante por su posición social o económica, sino por lo que tiene dentro. Además, por su capacidad de participarle a los demás de sus conocimientos y experiencias de vida.
Siempre creí haber desarrollado una labor periodística ejemplar con mis crónicas, reportajes y columnas. Pero fue hasta que conocí la historia de Eddy que encontré el propósito real de mi profesión.
Como persona, entendí la verdadera esencia del ser humano directamente del mejor que he conocido. Como profesional, trascendí las barreras de mis limitaciones y descubrí un nuevo yacimiento periodístico: el de los valores humanos, los personajes inéditos y ejemplarizantes. Eddy, por su parte, tuvo una voz que ansiaba impetuosamente ser escuchada. Ahora, lidera su propia empresa de reciclaje mientras ayuda a que más historias como la suya sean escuchadas.
Referencia
Historia adaptada de Samuel Azout y Darío Arizmendi.