La pregunta adecuada sería: ¿Sientes bienestar cuando te levantas para empezar tu jornada? ¿Qué quisieras sentir? Como verás a lo largo de este material no es cuestión de cómo te sientas sino de definir qué es lo que deseas hacer en realidad. Hay personas que aman lo que hacen, y se les nota. No ven su trabajo como una pesada carga, por lo contrario, se involucran en él y disfrutan de cada reto superado. Pero, ¿por qué son capaces de hacerlo? La respuesta no es tan simple. Muchos dirían: ¡Han tomado la decisión de amar el trabajo! Pero para que eso ocurra es muy importante tener claridad acerca de “qué es lo que verdaderamente disfrutamos hacer”, que tus intenciones laborales sean sensatas (pocos podrán ser astronautas y pertenecer a la Nasa), que cuentes con el apoyo de tus allegados para cursar o impulsarte en la carrera que te motiva. En muchos casos esto último no es posible; así que tienes que trabajar primero en lo que tengas al alcance con una meta a futuro bien definida. Conozco muchos profesionales que para estudiar lo que deseaban tuvieron que realizar antes oficios humildes y algunos sacrificios. En este caso la clave está en la motivación y en tener unos objetivos claros.
Conozco mucha gente joven que opta por una carrera universitaria sin sentir ningún grado de atracción hacia ella, guiada por los deseos de sus padres o por el estatus o remuneración económica que obtendrían. Otros intentan seguir los pasos de sus antecesores involucrándose en un trabajo familiar del que reniegan todos los días; y lo peor de todo, algunos se consideran tan torpes, miserables e incapaces, que ni siquiera buscan capacitarse, teniendo finalmente que trabajar en cualquier cosa que no les da ningún grado de satisfacción.
Desde niños estamos involucrados con el tema del trabajo ¿No recuerdas cuándo te preguntaban qué profesión ibas a escoger en el futuro?, ¿nunca tuviste un kit de doctor?, ¿una cocina en miniatura? o ¿avioncitos a control remoto?.
Una paciente adolescente que se sentía muy agobiada con el tema vocacional me dijo: “Desde niña me muero por ser Chef. Todos aplauden la comida que hago, y hasta me encargan tortas de cumpleaños. El problema es que mis padres quieren una carrera profesional para mí. Así que me exigieron que estudiara ingeniería de alimentos. Bueno, eso es lo que más se parece a ser chef ¿verdad?. Lo que sí sé, es que cuando me gradúe y trabaje unos años, voy a pagarme los estudios de cocinera profesional”. Hablé con sus padres, pero ellos fueron inflexibles al respecto. Deseaban una ingeniera “exitosa” en casa y no le costearían ninguna otra carrera. Hace poco me enteré que la chica se había casado con un Chef y que juntos llevaban un restaurante de comida internacional.
Yo te pregunto: Si tanto temes a la sangre y detestas las secreciones, ¿qué haces trabajando como auxiliar de enfermería en un servicio de maternidad? Recuerda que encontrar fascinante lo que haces día a día en tu trabajo, no sólo te permitirá hacerlo con mayor atención y esmero, sino que mejorará notoriamente tu calidad de vida. Conocerte a ti mismo, dejarte guiar por tus propios intereses, destrezas, potenciales y pasión armoniosa es un buen comienzo para que elijas tu trabajo. No importan los análisis bursátiles, no interesa lo cotizada que este la profesión que escojas en el medio que te rodea, no vale la pena que renuncies a tu vocación de alta absorción por tener contenta a tu familia.
A continuación te hablaré de algunas maneras en las que puedes mejorar la satisfacción en tu trabajo. Te tomará algún tiempo fluir emocionalmente; pero el esfuerzo traerá una gran recompensa.
Para empezar centrémonos en lo que Howard Gardner y colaboradores llamaron un “trabajo bueno”, y que es definido como una combinación entre la ética (lo que uno cree que le gusta) y aquello en lo que te destacas (es decir, lo que realmente nos apasiona).
Cuando hablamos de un buen trabajo tenemos que hablar de las vocaciones de alta absorción, en las cuales las personas verdaderamente aman lo que hacen. Se sabe que cuando coinciden el placer, el sentido de pertenencia y la absorción plena en nuestro trabajo tendremos, así mismo, unos buenos indicadores emocionales de flujo que incrementan nuestros niveles de bienestar. Esto es algo muy deseable.
Infortunadamente no es habitual ver, en la vida diaria, a personas que se encuentren en este deseable estado de flujo. Algunas investigaciones (muestreo al azar) revelan que la mayor parte del tiempo, las personas están estresadas, cansadas o aburridas y que solo de manera ocasional experimentan lapsos de flujo emocional. Aproximadamente un 20% de las personas experimentan que todo fluye bien al menos una vez al día, e infortunadamente un 15% jamás experimentan dicho estado.
¿Qué hacer entonces para intensificar o conectarnos eficazmente con el estado de flujo? Según Daniel Goleman, una de las claves para intensificar nuestra conexión con el estado de flujo consiste en sintonizar lo que hacemos con lo que nos gusta verdaderamente, como ocurre en el caso de quienes tienen la enorme fortuna de disfrutar plenamente de su trabajo. Las personas con buenos índices de superación son, independientemente del entorno considerado, las que han sabido dar en el clavo con esa combinación.
Algunos que han errado en la “combinación” tienen la valentía de cambiar de oficio, y comienzan a perseguir sus verdaderos intereses. Antes hice referencia a las personas que teniendo formación en un área determinada deciden, en un momento dado, iniciar otra actividad muy diferente, y desde el comienzo se les nota contentos, tranquilos y bastante exitosos.
En términos generales se recomienda emprender tareas cuyo nivel de exigencia se aproxime, sin superarlo en ningún momento, al límite superior de nuestras habilidades. Otra vía para fluir emocionalmente consiste en realizar algo que nos apasione, puesto que el estado de flujo se ve impulsado por nuestra elevada motivación. Lo anterior es importante, pero el objetivo primordial, consiste en alcanzar un grado de concentración pleno, porque la concentración, independientemente de la forma en que la movilicemos o de la manera en que accedamos a ella, favorece nuestro flujo emocional.
El estado cerebral óptimo para realizar un buen trabajo se caracteriza por algo llamado armonía neuronal, es decir, por una elevada interconexión entre diferentes áreas de nuestro cerebro. Los circuitos necesarios para hacer el trabajo en curso se encuentran en ese estado, bastante activos, mientras que los irrelevantes, por el contrario, permanecen en silencio, lo que favorece la conexión de nuestro cerebro con las exigencias del momento. Cuando nuestro cerebro se concentra y se adentra en una dimensión óptima entramos en flujo, con lo cuál nuestro trabajo, en consecuencia, hagamos lo que hagamos, es de buena calidad.
Las investigaciones realizadas al respecto en el entorno laboral ponen, sin embargo, de relieve que la gente en general se mantiene en estados cerebrales muy distintos. Muchos fantasean, chatean con los amigos, pierden el tiempo navegando en internet y terminan haciendo sólo lo imprescindible. Su atención se encuentra muy dispersa. Y esa falta de compromiso e inatención se halla, principalmente en esos trabajos repetitivos y de poca exigencia, muy frecuentes en nuestro medio.
Para acercar a la persona desmotivada a un estado de flujo es importante intensificar la motivación y el entusiasmo, evocar una sensación de objetivo y agregar una pizca de apremio.
Otro grupo considerable de gente, por el contrario, se encuentra atrapado en un estado de “agotamiento extremo”, en que el estrés continuo inunda su sistema nervioso con cargas de cortisol y adrenalina. De esta manera, su atención no está centrada tanto en su trabajo, sino que se fija de manera recurrente en sus preocupaciones, un estado que suele desembocar en el temido “burnout” (sentirse fundido). La atención plena nos abre una puerta de acceso al flujo. Pero si decidimos concentrarnos en una cosa, ignorando al mismo tiempo el resto, nos vemos enfrentados a una tensión constante e invisible, entre dos sistemas mentales muy distintos, el superior y el inferior.
Podemos ver que para disfrutar del trabajo hay varios factores a tener en cuenta:
- Hemos de escoger aquel oficio que más se acerque a nuestros intereses y habilidades.
- Tenemos que fluir bien emocionalmente (sentir placer, absorción plena en nuestro trabajo, sentido de pertenencia, pasión armoniosa)
- Comportarnos de manera asertiva, tener adecuadas relaciones con nuestros compañeros y hacer valer nuestros derechos laborales.
- Involucrarnos y concentrarnos en nuestro trabajo de manera saludable para evitar el burnout.
- Emprender tareas acordes a nuestras capacidades. Evitando realizar las cosas de manera automática.
- Sentirnos orgullosos de lo que hacemos y pensar que realizamos nuestro oficio de la mejor manera posible.