Algunas reflexiones y directrices para una adecuada nutrición infantil
“La próxima vez que piense darle a su hijo una bebida azucarada o algo de bollería industrial para merendar, piense que está contribuyendo a que aumente el riesgo de que su vástago sufra un infarto varios años después. Y es que, aunque las enfermedades cardiovasculares den la cara en la edad adulta, empiezan en la infancia, ‘a los 10 años’”
Valentín Fuster
(Director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinaí de Nueva York).
Muchas madres se quiebran la cabeza porque sus hijos rechazan alimentos nutritivos y prefieren comidas azucaradas, grasosas y colmadas de calorías vacías. Pero generalmente olvidan que los hábitos alimenticios se adquieren inicialmente en el hogar y que como padres tenemos que estar muy atentos para que nuestros hijos se relacionen con la comida de una manera saludable desde que nacen.
En los últimos tiempos, ha habido campañas en las redes sociales para concientizar a la gente acerca del derecho que tienen las madres de amamantar a sus hijos en lugares públicos, sin tener que esconderse en un lavabo para hacerlo. El acto de lactar a nuestros hijos es un acto de amor y de cuidado que deberíamos aplaudir y no poner en tela de juicio el lugar que escoge la madre para hacerlo. Por otra parte, nuestro cuerpo se convierte para nuestros hijos en la primera fuente de seguridad y de vida a través de la lactancia. Esta experiencia temprana tendrá efectos a largo plazo y enseñará al lactante a relacionarse con los alimentos, así que la forma en que se ejecute la lactancia materna es fundamental para nuestros hijos. Es triste ver que en muchas partes del mundo, debido a los trabajos que llevan a cabo las mujeres, las madres y los hijos no tienen las condiciones óptimas para establecer esta relación nutricional/afectiva con sus pequeños.
Los pediatras y la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomiendan la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses y que se haga la introducción gradual de alimentos apropiados y seguros a partir de esa edad; procurando que sean frescos (no procesados), sin adiciones de azúcar, saborizantes artificiales ni sal, con el fin de que los pequeños se acostumbren al sabor natural de las comidas. Simultáneamente se debe mantener la lactancia materna hasta los dos años de edad.
Hace poco vi a una madre administrándole un biberón con agua embotellada a su bebé de cuatro meses de edad, aunque hacía una tarde calurosa y la criatura sudaba copiosamente, le recordé la importancia de evitar esta práctica y recurrir exclusivamente a la leche materna para evitar la desnutrición del bebé y el riesgo de que contraiga enfermedades infecciosas. Más del ochenta por ciento de la leche materna se compone de agua, principalmente la primera leche que los bebés consumen en cada mamada. Por lo tanto, si la madre nota que el niño está sediento, ella misma debe hidratarse bien y amamantarlo para calmar su sed. Los expertos en nutrición infantil dicen que la única excepción para dar algo distinto a la leche materna debe ser una solución de rehidratación oral (si el bebé tiene diarrea), o gotas o jarabes recomendados por el médico.
Se ha demostrado que la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses del bebé, aporta muchos beneficios tanto para el niño como para la madre. En primer lugar se genera una protección contra las infecciones intestinales; se ha demostrado que si el inicio de la lactancia se hace en la primera hora de vida, se reduce en gran cantidad la mortalidad del recién nacido por causas infecciosas.
Además, pese a lo que piensan muchas madres, la leche materna sigue siendo una fuente importante de energía y nutrientes para los niños entre los seis y los veintitrés meses. Esto significa que puede suplir las necesidades energéticas del niño entre los seis meses y un año de vida, y un tercio entre los doce y veinticuatro meses. Así mismo, hay evidencia de que aquellos niños y adolescentes que fueron amamantados, tienen menos probabilidades de sufrir en la edad adulta de sobrepeso y obesidad, también presentan un mejor rendimiento académico y mayor nivel de escolaridad, sin olvidarnos del efecto benéfico que tiene establecer un vínculo seguro del niño con su madre, lo que contribuye a su salud mental en el futuro.
La alimentación complementaria es un tema que preocupa a muchas madres, pues es un tema crucial cuando queremos mantener bien nutridos a los pequeños. Todos los niños deben empezar a recibir otros alimentos nutritivos, además de la leche materna, a partir de los seis meses de edad. Es preciso que dicha alimentación complementaria sea suficiente, variada, con una consistencia adecuada y con una frecuencia tal que permita cubrir las necesidades nutricionales del niño en cuanto al crecimiento y desarrollo. Es importante prestar atención adecuada a la higiene, al modo de preparación, y a la textura y conservación de dichos alimentos. Siempre se deben preferir alimentos frescos y evitar aquellos industrializados, tales como compotas, papillas de frasco, bebidas lácteas o achocolatadas y/o azucaradas, pastelitos o bebidas gaseosas, por ejemplo.
La adecuación de la alimentación complementaria depende no sólo de la escogencia cuidadosa y disponibilidad de alimentos variados dentro del hogar, sino también, y en gran medida, de los hábitos alimenticios y prácticas de alimentación de toda la familia. La alimentación de los niños pequeños requiere dedicación muy consiente, inversión de tiempo suficiente, una mano amorosa que les enseñe a relacionarse bien con los alimentos, un ambiente familiar cálido y propicio, una estimulación activa, y ante todo, que la madre o cuidador sepa identificar los signos de hambre que manifiesta el pequeño y cree un ambiente y las condiciones adecuadas para incentivarlo a que coma. De eso precisamente se trata la alimentación activa.
Algunas mujeres piensan que la llamada leche maternizada (fórmulas diseñadas para niños que “no pueden acceder” a la lactancia materna, por diversas razones), es superior que la propia leche para nutrir bien a sus hijos, que es una alternativa excelente para evitar que la belleza de los senos se estropee o se usa para impedir grietas en los pezones y evitar dolor en las mamas. ¡Esto es un error que deberíamos tener en cuenta! Si se desea cambiar la alimentación del pequeño lactante, es fundamental consultarlo en profundidad con el pediatra, sin embargo les aseguro que la lactancia materna ofrece grandes beneficios para la madre.
Incluir a un lactante en una dieta exclusivamente vegetariana, puede traer consecuencias nefastas para el desarrollo físico y mental, como por ejemplo lo muestran casos de infantes que han requerido de hospitalización debido a dichas consecuencias. De igual manera, cambiar la alimentación materna por mezclas de leche de vaca sola o mezclada con panela, azúcar, chocolate o harina de plátano, sin ninguna supervisión médica o nutricional, puede generar problemas digestivos y mala nutrición en el infante.
Continúa en: De la lactancia materna a la alimentación complementaria (Parte 2).