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¿Cómo se forma la personalidad de los niños?

Por Phrònesis
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La personalidad se puede definir como un patrón de comportamientos, pensamientos y emociones relativamente estables en el tiempo.

Su formación se ve inducida por un sinfín de factores; sin embargo, en su libro Hacia un modelo integral de la personalidad, Martín Villanueva los agrupa en cuatro categorías lo suficientemente amplias e inclusivas según el tipo de influencia ejercida: factores básicos, factores predisponentes, factores facilitadores y factores precipitantes. 

Factores básicos

Constituyen la base de la personalidad y comprenden todas las características físicas, afectivas, biológicas y socio-culturales implícitas en el entorno donde crecemos.

Muy probablemente, son aspectos que nunca podremos dejar de lado por completo, ya que nos “enraízan” a nuestros orígenes desde la infancia. Los factores básicos se subdividen en:

  • Genéticos

Durante la infancia, el temperamento es uno de los focos de la personalidad que más influyen en el comportamiento del niño. El temperamento es hereditario y existen cuatro tipos, cada uno es entendido como la estructura sobre la cual se construye la personalidad individual, con todos sus detalles y particularidades. 

Además, Villanueva resalta en su libro que las conductas “aprendidas” tienen una base genética. Si una persona es capaz de aprender, recordar o pensar de alguna manera, es porque “ha heredado la posibilidad de hacerlo”. 

  • Congénitos 

Para la salud del ser humano, es primordial un ambiente intrauterino sano; además, de esto depende la correcta formación del bebé. Cuando la madre ingiere sustancias tóxicas, el feto recibe las consecuencias, tanto físicas como psicológicas, del consumo. 

  • Fisiológicos adquiridos

Muchas anomalías de la personalidad, que llamamos “trastornos” o “desórdenes”, están ligadas a causas fisiológicas externas, como traumatismos craneales, tumores cerebrales o trastornos endocrinos. De estas patologías derivan características de la personalidad que no son heredadas, o que pueden ser aprendidas. 

Factores psicológicos predisponentes

Son experiencias tempranas que afectan a los niños de manera permanente, lo que predispone su estilo de vida. 

Los factores predisponentes pueden ser obstáculos que no permiten a los pequeños satisfacer sus necesidades, o situaciones que los condicionan a un modo de ser, como los regaños de los padres y las recompensas recibidas. 

Factores facilitadores

Elementos sociales y culturales que rodean al niño y favorecen la adopción de actitudes, conductas, valores y creencias específicas. Aquí entran en juego la imitación y el modelaje, aspectos característicos de las primeras etapas del desarrollo.

No son factores determinantes, pero sí tienen una influencia importante en las conductas que expresan los niños más adelante. 

Factores precipitantes

Las categorías anteriores integran aquellos factores que impulsan a los niños a actuar de un modo particular, mientras que el factor precipitante es aquel que ‘rebosa el vaso’ de las conductas que ya manifestaban los pequeños antes, haciendo que surja un nuevo comportamiento. 

El autor lo explica con el siguiente ejemplo:

“Si una persona posee una vulnerabilidad genética a la dependencia (factor básico), sufre separaciones graves en la primera etapa de su vida (factor predisponente), y la sociedad y la familia en la que vive tienden a reforzar las conductas de apego y dependencia (factor facilitador), es muy factible que sea extraordinariamente propensa a tener una personalidad dependiente”.

El factor precipitante actuaría, en este caso, así:

“Si, por alguna razón, esta persona aún no presenta (una personalidad dependiente) abiertamente, si en su adultez es abandonada por su cónyuge (factor precipitante), este hecho puede desencadenar o desatar las conductas y rasgos de la personalidad que anteriormente no se habían presentado”. 

Un renacimiento constante

El proceso de formación de la personalidad es una travesía llena de transformaciones y polos opuestos. En los niños, se trata de una aventura compartida con los padres que, a menudo, despierta en ellos ansiedad y preocupación; es normal que los ‘grandes’ quieran tener las cosas bajo control y hacer su mayor esfuerzo por criar niños sanos y felices.

Aunque hemos visto que existen factores íntimamente relacionados con la familia que influyen en la personalidad de los pequeños, también hay eventos y circunstancias que se escapan de lo ‘manejable’. Es entonces cuando los papás deben poner tanto empeño en relajarse y permitir que los niños vivan por sí solos como lo hacen para protegerlos y motivarlos. 

Si los padres se obsesionan con la idea de proteger a sus hijos de todo, limitarán su experiencia humana y contribuirán a la formación de personalidades inseguras o dependientes. Permitir a los niños vivir, tropezar, equivocarse y aprender, sin dejarles olvidar que siempre estaremos ahí para ellos, es más positivo para su salud mental que pretender rescatarlos siempre de la adversidad e impedir que sufran. 

Después de todo, ser padre es también soltar. 

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3 comentarios

Gisela 3 abril, 2020 - 6:27 pm

Excelente artículo

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Gisela 3 abril, 2020 - 6:27 pm

Excelente

Responder
Sofia 4 abril, 2020 - 8:53 am

Un niño de 12 años que no quiere tener deberes solo derechos ..no autoridad y a las mujeres la insulta cada vez que puede ..padres separados cuando el tenía 5 años

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