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¿Cómo proteger a nuestros adolescentes de los trastornos de la conducta alimentaria?

Por Dra. Iris Luna
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A muchos nos preocupan los trastornos de la conducta alimentaria en los adolescentes, por los importantes efectos de los mismos en la salud física y mental a corto y largo plazo. Es fundamental informarnos bien acerca de los factores que contribuyen a la aparición de estos, e incorporar unas buenas estrategias para prevenirlos.

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) pueden llegar a ser devastadores para la población joven. Para proteger a tus hijos o familiares, es necesario que conozcas la manera de enseñar a tu hijo los hábitos alimentarios y de vida saludables, que se convertirían en un factor protector.

¿Cuáles son y por qué se caracterizan los TCA?

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades psiquiátricas graves y complejas que generalmente se desarrollan durante la adolescencia o inicio de la edad adulta. Estos trastornos están asociados con secuelas físicas y psicológicas; a menudo conducen a un deterioro y angustia considerables, y en casos extremos a la muerte. En los TCA se presentan comportamientos, pensamientos, emociones y actitudes inapropiadas en torno a la comida. Dichos comportamientos se vuelven persistentes en el tiempo, a la vez que repercuten negativamente en la calidad de vida y el funcionamiento general de las personas.

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Anorexia nerviosa (AN)

En esta se presentan las siguientes características:

1. Restricción de la ingesta energética en relación a las necesidades, que lleva a un peso corporal significativamente reducido (peso inferior al mínimo normal o esperado) en relación a la edad y el sexo.

2. Miedo intenso a engordar, o comportamientos persistentes que sabotean cualquier intento de ganar peso, incluso cuando el mismo es significativamente bajo y pone en peligro la vida del paciente.

3. Una importante alteración de la imagen corporal, en que la persona percibe su propio peso y constitución física de manera distorsionada. Esto último lleva a una autoevaluación inadecuada (no realista) de la forma y tamaño del cuerpo, y una falla persistente en el reconocimiento de la gravedad de la enfermedad.

Los pacientes con anorexia son egosíntonicos, es decir, los comportamientos, valores y sentimientos alrededor de la ingesta alimentaria están en armonía, por lo que los pacientes niegan tener un problema. Se han descrito dos tipos de anorexia nerviosa: restrictiva en dónde no se recurre a atracones, vómito autoprovocado, uso de laxantes, diuréticos o enemas, pero sí se hacen ayunos, ejercicio físico exagerado para quemar calorías,  atracones y purgas, cuando estos aparecen en el transcurso de la enfermedad. Cuando se tiene anorexia, lo que se hace con frecuencia es equiparar la delgadez con la autoestima. El problema está dentro de la cabeza, no en el plato de comida.

Bulimia nerviosa (BN)

Es una enfermedad psiquiátrica que generalmente se desarrolla durante la adolescencia o la edad adulta, convirtiendo a los adolescentes en un objetivo para la intervención temprana. En la BN se presentan las siguientes situaciones:

1. Episodios recurrentes de atracones (ingesta de exagerada cantidad de comida en un tiempo reducido -dos horas-) y sensación de falta de control sobre lo que se come durante ese momento.

2. Conductas compensatorias inadecuadas y recurrentes, para evitar engordar después de las comilonas, como vómito autoprovocado, uso incorrecto y continuado de laxantes, diuréticos, medicamentos para bajar de peso, ayunos y ejercicio físico.

3. Los atracones y conductas compensatorias deben producirse, en promedio, una vez por semana durante al menos tres meses. La gravedad de la BN se basa en la frecuencia con que el paciente recurra a los comportamientos compensatorios inadecuados (ECI). De esta forma, se clasifica como leve si hay un promedio de uno a tres ECI a la semana; moderada si hay un promedio de 4-7 ECI a la semana; severa si hay un promedio de 8-13 ECI semanales y extrema si hay un promedio de 14 ECI a la semana.

4. La autoevalución se ve influida de manera inapropiada por la constitución y peso corporal. La bulimia nerviosa se considera egodistónica y es un aversivo para el paciente, pero la vergüenza y el secreto a menudo inhiben la divulgación de los síntomas, y la búsqueda de tratamiento.

Es preocupante el nivel de suicidio entre este grupo. Los adolescentes con BN informaron tendencias suicidas a tasas más altas que los adultos con BN, y tasas más altas que los jóvenes con cualquier otro diagnóstico de TCA.  El tratamiento basado en la familia ha demostrado evidencia preliminar para apoyar la participación de los cuidadores en el tratamiento; existe una oportunidad significativa para mejorar la mitigación de los atracones y los síntomas de purga entre los adolescentes afectados por BN.

Trastorno de atracones (TDA)

Se caracteriza por episodios de grandes ingestas de alimentos, con la sensación de pérdida de control. Durante los atracones, los pacientes comen rápidamente, incluso sin hambre, y se detienen solo cuando experimentan molestia física. Estos episodios transcurren en soledad y traen aparejados sentimientos de culpa, verguenza o asco, con malestar emocional y físico asociado. El patrón recurrente de los atracones –al menos uno por semana durante mínimo tres meses– es necesario para el diagnóstico del TDA, en tanto que, a diferencia de la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, las conductas compensatorias (como vómito autoinducido, laxantes, ayunos y ejercicio excesivo) no se presentan. De igual manera, es frecuente la sobrevaloración de la forma y el peso corporales. La frecuencia de los episodios de atracones define la gravedad del trastorno: las formas leves abarcan 1 a 3 episodios semanales; las formas moderadas experimentan 4 a 7 atracones por semana; las formas severas tienen entre 8 y 13 atracones a la semana, y las formas extremas presentan 14 atracones semanales o más.

El TDA es el que tiene mayor prevalencia. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que abarcó 14 países, el promedio de prevalencia del TDA es del 1.9 %, mientras que el de la anorexia es de 0,6 % y el de la bulimia nerviosa 1 %.

Todos los TCA se relacionan con malnutrición, comorbilidades médicas y psiquiátricas  importantes, que llevan a una disminución del funcionamiento global y la  calidad de vida de los pacientes. En el caso de la anorexia hay una restricción calórica muy importante, asociada a complicaciones médicas que pueden llevar a la muerte, y el TDA se relaciona en muchos casos con trastornos metabólicos, sobrepeso y obesidad.

Aspectos que debemos tener en cuenta para identificar o prevenir un TCA en nuestros hijos

Los modelos socioculturales sobre los factores de riesgo de los TCA  ponen el énfasis en los conceptos  de la delgadez y la belleza idealizada. Incluso con peso normal, los adolescentes pueden manifestar la necesidad de bajar de peso.

Idealización de la delgadez y la presión social

En la búsqueda de aceptación e identidad se pueden realizar  “sacrificios”  y restricciones alimentarias para conseguir una apariencia de delgadez socialmente aceptada. Hay que estar atentos a los retos y competencias entre amigas en búsqueda de un cuerpo magro, el interés exagerado por la alimentación “limpia” o saludable, las dietas restrictivas, la asistencia continua al gimnasio, pesarse o tallarse asiduamente, la comparación permanente del cuerpo con el de las amigas, etc.; el sentirse apoyado  e incentivado por sus pares para el inicio y mantenimiento de ayunos, dietas restrictivas, incremento exagerado en el consumo de agua y otras conductas inapropiadas en torno a la alimentación, con el tiempo propician la aparición de una AN o BN en una persona susceptible. Hay que estar atentos a la preocupación excesiva de los adolescentes o su grupo de amigos por el peso y la figura, la motivación para adelgazar, así como la expresión de sentimientos negativos, obsesiones y compulsiones con respecto a la alimentación o el cuerpo.

Los estilos familiares

La familia puede cumplir un papel activo en la promoción de salud mental y prevención de los TCA. Promover  el “conocimiento” y estimular el interés en participar de actividades políticas, sociales, culturales o intelectuales puede ser un factor protector importante, así como haber crecido en un ambiente familiar favorecedor para el desarrollo óptimo de los adolescentes.

Las familias consideradas como un factor protector de los TCA suelen ser funcionales y organizadas, tienen adecuadas habilidades sociales y de afontamiento, mantienen sus jeraquias definidas, muestran liderazgo con vínculos familares afectuosos y apropiados (no ambivalentes); las expectativas que los padres tienen respecto a los hijos  son equilibradas, no polarizadas (es decir, no son inflexibles, sobreprotectores, negligentes o con poco control de las conductas). Además, saben planificar las actividades cotidianas con una apropiada asignación de responsabilidades, al tiempo que fomentan actividades extrafamiliares intelectuales y culturales. Los aspectos relacionados con la comida , el peso y la figura corporal se transmiten a menudo de padres a hijos, primordialmente de las madres a las hijas.

La influencia negativa de la familia

Factores como sobrepeso u obesidad en las madres, la importancia que ellas concedan o no a la apariencia y figura ideal impuesta por la sociedad, los comentarios a las hijas acerca del peso y la figura, la insistencia y ansiedad que muestren para que las hijas controlen su peso, las conductas alimentarias compulsivas, dietas restrictivas , cirugías plásticas reductoras en los padres o hermanos, son considerados factores de riesgo para el desarrollo de los TCA.

Tener en cuenta la importancia de no promover dentro de la familia un ideal de delgadez y perfección, evitar los prejuicios y discriminación relacionados con el peso, el tamaño de los integrantes de la familia y las otras  personas en general, mantener una dieta equilibrada y sostenible para todos en la casa, y no vivir saltando entre dietas milagro, ayunos, masajes reductores, pildoras adelgazantes  o cirugias estéticas.

Las familias con una alimentación organizada y saludable, sin el empleo de normas inflexibles acerca de la comida por parte de los padres, la no utilización de métodos como premio, castigo o chantaje, ni el apoyo a la preparación de comidas individualizadas, para los distintos miembros de la familia, son factores protectores de los TCA.  Aunque algunos padres tienen la creencia de que hacer comentarios acerca de su propio cuerpo y peso, así como el de los hijos, podría ser útil para que lleven un estilo de vida saludable, no hay evidencias que apoyen estas creencias. Es importante anotar que las pérdidas familiares (separación, muerte de algún miembro de la familia) así como el antecedente de violencia intrafamiliar, y abuso infantil en cualquiera de sus formas,  también podría llegar a desencadenar un TCA en personas vulnerables.

Los factores personales: biológicos, genéticos y psicológicos

La genética o los factores biológicos pueden hacer que algunos adolescentes sean más propensos a presentar trastornos de la alimentación. Los rasgos de la personalidad como el perfeccionismo, la ansiedad o la rigidez, también pueden influir.

Se ha visto como factores como el neuroticismo, afectividad negativa, el perfeccionismo y la impulsividad/urgencia negativa son rasgos de personalidad que predicen a largo plazo la aparición de TCA. El neuroticismo y la afectividad negativa son unos rasgos estables que se caracterizan por una predisposición a experimentar emociones negativas como ira, ansiedad, con una gran tendencia a la preocupación y rumiación de pensamientos. En cuanto al perfeccionismo, este es un rasgo multidimensional en donde se presenta una elevada autoexigencia y una valoración excesivamente crítica de uno mismo. El perfeccionismo ha sido asociado a otros factores como una insatisfacción corporal, baja autoestima o una elevada impulsividad; incrementa el riesgo de la aparición de un TCA.

La urgencia negativa

La urgencia negativa es una tendencia a actuar de manera precipitada y sin premeditación cuando la persona está angustiada. Esta impulsividad se relaciona más con conductas de atracón y purga.  También se ha visto que el uso de la comida como un recurso para reducir la afectividad negativa (alimentación emocional), aumenta el riesgo de presentar atracones.

Las personas con altos niveles de urgencia negativa sienten una gran necesidad de actuar de inmediato al experimentar emociones negativas. Cuando no satisfacen su necesidad, recurren a una ingesta excesiva de alimentos gratificantes ( ultraprocesados), en intento de escapar de estados emocionales negativos. Otras características a tener en cuenta son: la pobre flexibilidad cognitiva, disminución de expresiones faciales relacionadas con emociones positivas o negativas, una mala capacidad de toma de decisiones, dificultades en el procesamiento de las emociones (dificultad para reconocer y describir emociones propias -alexitimia- y ajenas), incapacidad para controlar emociones negativas.

El mal manejo de las emociones negativas

Las conductas alimentarias inadecuadas podrían ser usadas como una forma de descargar, manejar y controlar el malestar producido por emociones negativas como ansiedad y depresión. En muchas personas con riesgo de TCA, hay historia de autolesiones sin intencionalidad suicida, debido a los problemas de regulación emocional (es más frecuente en personas con conductas purgativas), quienes lo hacen para “frenar un estado de adormecimiento”, “suprimir emociones negativas” o como “expresión interna de la ira”, entre otras cosas.

Se ha visto que a las personas que les resulta difícil expresar las emociones negativas (ira, indignación, asco) tienden a internalizarlas y suelen autolesionarse. Si además el adolescente rompe la comunicación con sus padres, entra en conflicto con ellos o rechaza el apoyo que le brindan, el riesgo se incrementa. La famila cumple un papel fundamental en la prevención de los TCA.

Las actividades preferidas

La participación en actividades que valoran la delgadez, como el modelaje, el ballet y el atletismo de élite, puede aumentar el riesgo de padecer trastornos de la alimentación en los adolescentes. Aquí hay que estar bastante atentos.

A modo de resumen, las variables que sobre todo nos alertarían de un mayor riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria, serían la influencia de la alimentación, el peso y la figura corporal en el estado de ánimo; la baja autoestima y las variables de afrontamiento denominadas ausencia de expresión emocional y acción impulsiva. En otras palabras, tendríamos que estar alerta ante las personas cuyo estado de ánimo se vea excesivamente influenciado por la alimentación, el peso y la  figura corporal, cuya autoestima sea baja y que, ante situaciones ansiógenas, no expresen las emociones y tiendan a actuar de forma impulsiva.

Factores protectores

Hay factores que pueden proteger a los jovenes del bombardeo constante del culto a la delgadez, entre los que se destacan:

Protección individual o psicológica

Una autoestima adecuada, autoconocimiento, autorreconocimiento apropiado, buena tolerancia a la frustración, habilidades sociales y la capacidad de una adecuada expresión de emociones.

Protección familiar

Comunicación clara a favor de la resolución de conflictos; padres que promueven el desarrollo emocional; familias expresivas de afecto; familias con límites bien definidos; familia interesada en “el conocimiento”, siendo este un factor protector bastante funcional en la época presente, logrando acercar a niños, jóvenes y adultos a un conocimiento que tenga que ver con las modificaciones que se han ejercido sobre el cuerpo humano, dependiendo de las necesidades sociales de la época.

Protección social

Grupos de amigos que no sobrevaloren el físico, relaciones afectivas placenteras entre estos, grupo social estable.

¿Cómo prevenir los TCA?

Analiza los mensajes de los medios de comunicación. Los programas de televisión, las películas, las series, los sitios web y otros medios pueden enviarles a los adolescentes el mensaje de que existe un solo tipo de cuerpo aceptable. Alienta a tu hijo a discutir y cuestionar lo que escucha y lo que ve, especialmente en sitios web u otras fuentes que promuevan la anorexia y la bulimia (ANA y MIA), como una elección de estilo de vida en lugar de tratarla como un trastorno alimenticio.

Estimula una imagen corporal saludable. Habla con tu hijo adolescente sobre su imagen y refuerza la idea de que la forma de un cuerpo saludable varía. No permitas los sobrenombres hirientes ni las bromas basadas en las características físicas de las personas. Evita hacer comentarios sobre el peso o la forma del cuerpo de otras personas.

Fomenta la autoestima. Respeta los logros de tu hijo adolescente y apoya sus objetivos. Escúchalo cuando hable. Busca las cualidades positivas de tu hijo, como la curiosidad, la generosidad y el sentido del humor. Recuérdale a tu hijo adolescente que tu amor y aceptación son incondicionales: no dependen ni del peso ni de la apariencia.

Comparte información sobre los peligros de las dietas y la ingesta  emocional. Explícale que las dietas pueden comprometer la nutrición, el crecimiento y la salud; además, con el tiempo pueden hacer que se desequilibre la alimentación. Recuérdale a tu hijo adolescente que comer o limitar la alimentación no es una manera saludable de afrontar las emociones. En cambio, aliéntalo para que hable con sus seres queridos, sus amigos o un terapeuta sobre los problemas que pueda estar enfrentando.

Predicar con el ejemplo

Si estás todo el tiempo a dieta, si usas los alimentos para lidiar con tus emociones o si hablas todo el tiempo sobre adelgazar, es posible que te resulte difícil alentar a tu hijo adolescente para que tenga una alimentación saludable, o se sienta satisfecho con su apariencia. Mejor, toma decisiones conscientes sobre tu estilo de vida y siéntete orgulloso de tu cuerpo.

Referencias

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