El pesimista tiende a pensar que los contratiempos son para siempre, ocurren por su culpa y además suele generalizarlos a todos los aspectos de su vida. Para un pesimista si algo puede ir mal, irá mal y todo se afectará. El optimista piensa que los hechos adversos son pasajeros, sus causas son por lo general externas a su propia conducta y están restringidas a circunstancias. Si algo va mal, cambiará.
El pesimista puede convertir un contratiempo en una catástrofe dado su enfoque fatalista del acontecer. Un optimista al considerar que las adversidades son temporales puede desatender situaciones importantes.
¿Es posible el equilibrio entre estas dos actitudes? ¿Podemos pasar del pesimismo al optimismo sin perder el foco en la realidad? ¿Existe un optimismo realista?
Encontrar el equilibrio entre ambos sería lo adecuado para evitar posturas extremas. Porque de un lado, el pesimismo da origen al sufrimiento y puede desencadenar una depresión y parálisis; y por el otro, el optimismo puede resultar contraproducente al esperar lo mejor, solo con fe, descuidando aspectos de la realidad.
El optimismo nos ayuda a salir adelante en la vida, a resolver mejor nuestros problemas y a disminuir el sufrimiento. Es verdad, el optimista es más feliz que el pesimista, pero puede descuidar responsabilidades. Atención, con solo ser optimista no basta.
El pesimismo nos limita, nos impide ver con claridad el problema, aumenta el estrés y la preocupación. Y lo que es peor, fácilmente se lo transmitimos a la gente que nos rodea. Por eso ante cualquier situación es mejor elegir la calma, la prudencia y la tranquilidad, que la hostilidad, la rabia o el sufrimiento. Las emociones se contagian. Tú puedes elegir conscientemente qué emoción deseas transmitir a los demás.
No hay que confundir optimismo con pensamiento positivo. Aprender a ser optimista no es repetirse frases o afirmaciones positivas sin pensar en la realidad.
Martin Seligman, padre de la psicología positiva, en su libro Aprenda Optimismo nos refiere que el optimismo no es:
* Negar los problemas y el dolor de lo que nos pasa.
Son conductas evasivas que postergan el hacernos cargo. Que otro asuma es fácil pero eso no nos permite crecer.
* Quitarle importancia a lo que está sucediendo o justificar.
A veces racionalizamos porque no queremos enfrentar la situación y nuestra responsabilidad.
* Ser ingenuos, al pensar que solo van a ocurrir cosas buenas.
Las cosas no cambian solo con buena fe. Ya lo dijo el refrán, “a Dios rogando y con el mazo dando”. ¡Ocúpate!
* Ser indolentes.
Pretender que las cosas se arreglen por sí solas. No asumir la responsabilidad de lo que pasa nos impiden enfrentar con eficacia el problema.
Un optimismo objetivo, centrado en la realidad, significa:
* Aceptar la realidad, con sus aspectos positivos y negativos.
Como nuestro punto de partida, pero haciendo el esfuerzo consciente y voluntario para hacer que las cosas buenas ocurran. Si hay contratiempos hay que verlos como una circunstancia, los obstáculos representan oportunidades para detenernos y evaluar acciones pero sin perder el foco.
* Separar lo bueno de lo malo y las causas de los resultados.
Es una buena práctica del optimista realista, así logra ver la situación con mayor objetividad. Evita las generalizaciones.
* Buscar diferentes puntos de vista, para tener mayores opciones y posibilidades.
Siempre escuchar, abrir el entendimiento a los que ven algo diferente a nosotros.
* Reconocer nuestra capacidad para enfrentar la situación.
Somos fuertes, mucho más fuertes si nos lo proponemos. Estamos creciendo en humildad criterios y madurez en la medida que enfrentamos adversidades. Tener el valor para hacerlo es mantener el foco, en nuestras capacidades, en lo que sí podemos, en los recursos que necesitamos, pedir ayuda es de valientes.
* Al ser optimistas, nos protegemos emocional y físicamente.
El tener la convicción de que si enfrentamos los problemas vamos a obtener resultados favorables, ayuda y fortalece nuestro sistema inmunológico.
Para proteger tu salud, no te quedes atrapado en lo desagradable que está sucediendo. No dramatices más de la cuenta. Tómate un respiro, regálate una pausa, analiza las posibilidades y reenfócate si es necesario.
Visualizar lo que sí puedes hacer para resolver o mejorar la situación te conecta con tu poder personal- Por tanto, puedes actuar para cambiar las circunstancias creándolas en la medida que crees en ti.
Actuar con optimismo realista es hacer lo mejor que puedes hacer con lo que te tocó. Evaluar las circunstancias es identificar las oportunidades y sacar provecho de ellas. Es deshacerse de lo que te obstaculiza, sin negarlo y considerándolo,pero que no te impide actuar.
Tener un optimismo realista es desarrollar tolerancia. El ser tolerante implica lograr una capacidad de espera, paciencia y calma. Es saber que el éxito duradero se construye con esfuerzo y dedicación.
Evaluar las posibilidades de una forma creativa y buscar las oportunidades no es solo buena fe ¡Es actuar guiado por un optimismo realista!