Redacción Editorial Phrònesis.
Uno de los peores verdugos del buen ánimo y la salud mental hoy en día es, sin duda, el estrés. La causa de nuestra mala cara, de nuestra desgana y de nuestro aparente combate a muerte con el mundo para agilizar la luz del semáforo o la fila del supermercado, suele ser la tensión que genera en nosotros el trabajo, el dinero, las discusiones de pareja, las enfermedades y los problemas de familia.
Es cierto que existen un sinfín de elementos inmersos en la cotidianidad que son una clara fuente de estrés psicológico, y que este desencadena el desarrollo de molestias físicas y emocionales, pero ¿realmente podemos culpar al estrés de casi todo lo que nos pasa? ¿Cómo podemos aprender a lidiar con él para evitar que nos amargue la vida?
Redefiniendo el estrés
En la antigüedad, se creía que la tierra era plana y que cualquier embarcación que navegara más allá del mar conocido caería en un abismo espeluznante o sería devorado por un monstruo come-hombres. Al día de hoy, se ha difundido la creencia de que el estrés es la explicación a todos los males habidos y por haber, que nos hace más torpes en el trabajo (o más diligentes, pero amargados), que dinamita nuestro buen ánimo, ocasiona malentendidos con nuestra pareja y atrae, de forma casi esotérica, desgracias que de otro modo no habrían sucedido.
El primer paso para aprender a lidiar con el estrés de manera eficaz es quitarle propiedades sobrenaturales entendiendo su origen fisiológico. En palabras del neurólogo Robert Sapolsky:
“Para un mamífero, el estrés significa que alguien te va a comer en los próximos dos minutos, o que estás a punto de comerte a alguien. Lo que hace el cuerpo en esas circunstancias es justo lo que hay que hacer: ya no se piensa en crecer, la digestión puede esperar, los anticuerpos ya se crearán esta noche, si es que se llega a la noche. Hay que cancelar todo proceso no-esencial. El problema llega cuando nos convertimos en unos primates muy sofisticados psicológicamente, que pueden generar la misma respuesta de estrés simplemente al pensar”.
En otras palabras, el estrés es el mecanismo funcional que nos ha permitido evolucionar a lo largo de miles de años. El inconveniente con el estrés psicológico que experimentamos al pensar en un pendiente o en un problema familiar es que produce las mismas reacciones físicas que el estrés que sentiríamos al ser perseguidos por un oso en el bosque.
Es evidente que cuando permitimos que ese estado se apodere de nosotros durante demasiado tiempo, nuestra vida se convierte en una larga enfermedad con síntomas como:
- Problemas de sueño
- Disfunción sexual
- Aumento de peso (el estrés puede hacer que comamos de manera compulsiva para disminuir la ansiedad)
- Problemas del corazón (mayor riesgo de sufrir un infarto)
- Problemas de fertilidad
- Dolores crónicos (principalmente de cabeza y espalda)
No es el estrés, es lo que pensamos del estrés
“Si miras buscando problemas, hallarás problemas. Si miras buscando soluciones, hallarás soluciones”.
Andy Gilbert
Existen técnicas muy sencillas de poner en práctica para hacer frente al estrés, por ejemplo:
- Incluir períodos de descanso en nuestra rutina (15 minutos al inicio, mitad o final del día para realizar ejercicios de relajación).
- Practicar la visualización positiva y el pensamiento creativo, de este modo combatimos la tendencia a pensar que el único escenario posible es siempre negativo.
- Crear afirmaciones personales y repetirlas mentalmente en situaciones de estrés.
- Identificar una vía de escape para la tensión, ya sea practicar algún deporte, salir a caminar, ir al cine, bailar o cualquier otra actividad que nos permita liberar energía en buenos términos.
- Practicar respiración yoga, meditación y escuchar música suave (nuestro ritmo cardíaco se adapta a los golpes musicales, es por eso que la música clásica tiene propiedades relajantes).
Curiosamente, y como suele pasar a menudo, el problema no es el estrés sino lo que pensamos de aquello que nos causa estrés. Cuando nos hemos convencido de que los problemas no tienen solución, que nos corresponde remediar todos los males del mundo o que el universo entero conspira en contra nuestra, convertimos asuntos cotidianos en horribles pesadillas.
La solución definitiva para lidiar efectivamente con el estrés es aprender a diferenciar, primero, entre aquello que podemos o nos corresponde solucionar y lo que sólo se presta para sentarse a contemplar pacientemente. Reconocer que las situaciones del diario vivir son como las mareas: con altas y bajas (y que gritarle al mar desde la orilla sólo nos hará exhibir demencia) evitará que caigamos en el error de estresarnos por causas perdidas o equivocadas en las que, muchas veces, ni siquiera podemos intervenir.
Por: Editorial Phrònesis
Para: elartedesabervivir.com