Para el psicólogo y autor Walter Riso, una de las principales causas por la cual nos perdemos a nosotros mismos en el proceso de amar a alguien es la obsesión que establecemos en cierto punto con la idea de la pérdida y el abandono.
La ansiedad anticipatoria (“Me va a dejar en cualquier momento”) siembra la semilla de la sumisión en las parejas (“Prefiero no decir esto o hacer aquello”), llevando a los “corazones enamorados” a negociar y hasta renunciar a sus derechos fundamentales con tal de no perder al ser amado.
Somos poco conocedores y francamente torpes en la empresa de los amores maduros y saludables, y muchas veces confundimos la intención de apreciar y valorar al otro con el tremendo error de relegar a segundo plano nuestras propias necesidades, nuestro llamado interno y nuestro autoconcepto.
Si bien es cierto que toda relación amerita esfuerzo y que la convivencia puede implicar concesiones de mutuo acuerdo, existen cláusulas en la constitución personal de todo individuo libre que bajo ningún concepto deberían ser violentadas en nombre del amor, en especial porque, tal y como escribió Cortázar, lo que mucha gente llama “amar” consiste a menudo en elegir a alguien y comprometerse… Comprometerse ciegamente, en ocasiones, a expensas de romper el compromiso natural con uno mismo.
“Amar no requiere dejar al descubierto cada elemento de tu personalidad, ni que tu mente funcione en conexión directa con la de tu pareja. Hay cosas que son únicamente tuyas, que te pertenecen por derecho propio y forman parte de tu ser, como tus huesos y tu piel”.
Walter Riso (Guía Práctica Para No Sufrir de Amor)
Siete derechos fundamentales a los que nunca debes renunciar por amor
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Derecho a decir “no”
La cúspide de la sumisión sobrevuela los cielos cuando somos incapaces de decirle que no a nuestra pareja.
En el momento en que nos volvemos endebles de carácter y olvidamos cómo discriminar entre lo que nos beneficia o aporta positivamente dentro de una relación y lo que nos hiere o causa malestar, caemos en el peligroso agujero negro de la “aceptación incondicional” (mal llamada “amor incondicional”). El miedo a perder al ser amado nos convence de que las condiciones, así sean impuestas tiránicamente, no son tan malas y que no tenemos más opción que conformarnos con lo que hay porque los sacrificios son “parte del amor”.
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Derecho a la asociación libre
A no ser que participes en las reuniones operativas de una organización terrorista, deberías sentirte en la plena libertad de asistir a encuentros grupales o salir con amigos sin la presencia de tu pareja, y ella tampoco tendría porqué hacer el amague de restringir o amputar de lleno tu vida social.
Las relaciones sanas se basan en una dinámica de participación equitativa. No se trata de que tu pareja y tú se conviertan en siameses que deban ir y venir juntos las 24 horas del día; la soledad en compañía también es importante y oculta su placer particular.
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Derecho a tener tus propias opiniones
Tu pareja y tú son individuos únicos y cada uno se rige por sistemas de creencias, aficiones y motivaciones distintas. No estás obligado a fundirte cognitivamente con la persona que amas, tampoco estás obligado a compartir su visión del mundo; en todo caso, una relación madura depende en gran medida del respeto, la empatía y la solidaridad que forjamos con el ser amado, pero esto no implica que debamos traicionar nuestra filosofía de vida para sentirnos más “conectados” con nuestra pareja.
El fenómeno del “tú y yo somos lo mismo” imprime romance y magia, sin embargo, puede llegar a ser peligroso si encarnamos demasiado bien el papel y nos olvidamos de que ninguna relación amorosa puede estar por encima de la relación primaria que sostenemos con nosotros mismos.
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Derecho a vivir tus propias experiencias emocionales
Tienes derecho a enojarte, entristecerte, reír hasta que te duelan los huesos o llorar hasta quedarte seco. Si tu pareja no experimenta la vida en el mismo plano emocional que tú, no tienes por qué privarte de hacerlo, tu preocupación debería ser quedarte con las ganas de vivir y no “desentonar” con el protocolo de los demás.
Quien te ama tendrá la tarea de conocerte con tus luces y sombras, y más aún, te amará por tu dualidad y tus cambios de estación, no porque seas un espíritu reprimido que teme quedar mal ante los demás.
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Derecho a tu mundo interior
Hay sueños, fantasías, pensamientos que quizás prefieras guardar para ti mismo, que son demasiado tuyos para dejarlos escabullirse de tu mente. No te sientas mal por ello, tienes derecho a un escondite secreto como todo niño tiene derecho a un cómplice imaginario.
Recuerda: atesora y respeta siempre tu privacidad, tanto en el plano mental como físico, ya que el trato que recibas de los demás será consecuencia del trato que te das a ti mismo.
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Derecho a apostar por tu crecimiento
Con frecuencia, existen momentos cruciales en toda relación donde uno de los miembros debe decidir si adecuar el tiempo que dedica a la pareja con tal de aprovechar una oportunidad en el plano personal o profesional. En situaciones como esta, es preciso recordar que tienes derecho a seguir tus sueños (los propios, los que has acogido toda una vida), y que quien te ama siempre lo demostrará brindándote su apoyo.
La solidaridad de pareja se evidencia en la ausencia de egoísmo. No renuncies a tu felicidad a cambio de un equilibrio cimentado en sacrificios que te hacen miserable.
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Derecho a la seguridad y la estabilidad
No solo en el terreno físico, también en el plano emocional. La seguridad que brinda contar con el afecto y el apoyo constante del ser amado, la estabilidad que trae consigo el amor maduro, el que sabe lo que sabe y siente lo que siente de lunes a domingo…
Muchas personas renuncian a este derecho cuando se conforman con una pareja que exhibe sentimientos ambiguos o infrecuentes sin importar el daño que esto genera en la otra persona. Las malas experiencias del pasado o una presunta bipolaridad suelen ser la excusa perfecta en estos casos; para el terapeuta Walter Riso, la postura del miembro de la pareja afectado por la indiferencia espontánea debe ser clara y concisa:
“Un amor pusilánime a nadie le sirve”
Referencias: