En estas fechas de celebración y reuniones familiares, las bebidas alcohólicas suelen estar presentes en mayor o menor medida en nuestras vidas. En este artículo quiero referirme a la desafortunada y frecuente combinación de alcohol con medicamentos.
Es importante tener en cuenta que el efecto de las bebidas alcohólicas es tan potente en nuestro organismo que es capaz de interactuar con una gran variedad de medicamentos llevándonos a complicaciones médicas o psiquiátricas graves.
No olvidemos que el alcohol es una droga como cualquier otra, que ingresa al sistema digestivo, pasa al torrente sanguíneo y luego alcanza los diversos sitios en donde genera sus efectos, principalmente dentro del cerebro. La absorción del alcohol se realiza en un 20% en el estómago y un 80% en el intestino delgado, siendo más lenta su absorción cuando el estómago está lleno. El alcohol se metaboliza principalmente en el hígado (90%) mediante una enzima llamada alcohol deshidrogenasa que lo convierte en acetaldehído, un componente más tóxico que el mismo alcohol etílico; luego el acetaldehído es oxidado por la enzima denominada aldehído deshidrogenasa y se convierte en calorías. Un gramo de alcohol contiene 7.1 Kilocalorías de energía y un trago de aguardiente contiene aproximadamente 7 gramos de alcohol, lo que equivale a 50 calorías, en otras palabras, 10 tragos de aguardiente o su equivalente corresponden a las calorías que contiene una comida; por lo tanto no es recomendable que una persona obesa, con sobrepeso o en dieta, tome licor, porque puede aumentar de peso y favorecer la producción de triglicéridos, lo cual se convierte en un factor de riesgo cardiovascular.
Las calorías que suministra el licor son calorías “vacías” dado la ausencia de nutrientes concomitantes como minerales, proteínas y además el alcohol lesiona las vellosidades intestinales, interfiriendo con la absorción de vitaminas en el intestino delgado y con su almacenamiento hepático, disminuyendo sus reservas, en especial de: B1 (tiamina), B6 (piridoxina), B3 (niacina), B12 (cianocobalamina), Bc (ácido fólico) y vitamina A (retinol).

No mezclar alcohol con medicamentos
Además del efecto obesogénico y la mala absorción de nutrientes, se pueden presentar importantes problemas cuando se ingieren simultáneamente el alcohol y los medicamentos y son metabolizados por las mismas enzimas. Infortunadamente, el alcohol puede durar días en esta transformación o metabolismo, pues nuestro hígado solo tiene la capacidad de metabolizar una determinada cantidad de esta sustancia en un periodo de tiempo y esto es un riesgo importante de que se presente una interacción entre el alcohol y el medicamento, una reacción que podría ser tan leve como la presentación de nauseas o mareo, hasta una enfermedad grave como la intoxicación, aparición de cirrosis o empeoramiento de una enfermedad.
Cuando una persona ingiere alcohol en forma aguda, por ejemplo en la celebración navideña, tanto el alcohol como el medicamento se metabolizan menos provocando que tengan un mayor efecto en el organismo. Aquí podríamos hablar por ejemplo de:
- El efecto antabuse: que se caracteriza por una serie de reacciones y síntomas corporales que se presentan cuando el licor no logra metabolizarse completamente y queda circulando en el cuerpo como una sustancia llamada acetaldehído. Este elemento es muy tóxico y produce una especie de “resaca monumental” con sensación de pérdida de control, enrojecimiento de la cara, dolor de cabeza, nauseas, mareos, vértigo, alteración del nivel de consciencia, palpitaciones, bajas en la presión arterial, vómito, visión borrosa, sudoración, dolor de pecho y hasta sensación de muerte inminente. Estos efectos se generan por la interacción del alcohol y algunos antiparasitarios (metronidazol, secnidazol, tinidazol); antibióticos como las cefalosporinas, el trimetropim sulfa, Isoniazida y furazolidona; medicamentos para tratar la diabetes tipo II como la Clorpropamida y Glibenclamida; antimicóticos como el Ketoconazol; medicamentos para el tratamiento de la piel como Isotretinoina y un medicamento diseñado para abandonar el consumo de alcohol: Disulfiram.
- Depresión del sistema nervioso central: el alcohol deprime el sistema nervioso central y al mezclarse con otros medicamentos depresores, este efecto se potencia y puede llevar a un paro cardiorespiratorio, coma y muerte. No solamente los medicamentos psiquiátricos (antidepresivos, antipsicóticos, benzodiacepinas, zolpidem y barbitúricos) afectan el sistema nervioso central, sino también otros como los antialérgicos (antihistamínicos), los analgésicos opioides, la tizanidina y los antiepilépticos.
- Hipotensión e infarto: El alcohol mezclado con medicamentos que reducen la presión arterial (beta-bloqueadores, bloqueadores de los canales de calcio, inhibidores de la acetilcolinesterasa, nitratos, y bloqueadores de la angiotensina II, diuréticos) pueden generar hipotensión ortostática e incluso producir un infarto. Los síntomas de hipotensión que hay que tener en cuenta son: el mareo o aturdimiento cuando te levantas. En algunos casos la gente que sufre de hipotensión ortostática incluso se puede desmayar. Otros síntomas incluyen visión borrosa, nauseas, desorientación o confusión, debilidad, fatiga, caerse, dolor en el pecho.
- Alteraciones en los niveles de la glucosa sanguínea: el consumo de grandes cantidades de licor en una única ocasión, en una persona sana puede generar además caída transitoria del azúcar sanguíneo (hipoglucemia) hasta en las siguientes 36 horas, debido a que el alcohol puede inhibir la conversión de la reserva de energía hepática (glucógeno) en glucosa. Un diabético no debería ingerir nunca bebidas alcohólicas, incluyendo el whisky, la cerveza y menos aún el denominado “aguardiente sin azúcar”, pues corre el riesgo de presentar bien sea hiper o hipoglucemia, potenciando por lo tanto de manera peligrosa el efecto de medicamentos empleados para tratar la diabetes y en este último caso se generan arritmias cardiacas, potencialmente letales, hasta varios días después del episodio de hipoglucemia
- Hemorragias digestivas (sangrado gástrico): el alcohol aumenta el riesgo de lesiones de la mucosa gástrica y prolongar hemorragias, así que se debe evitar consumir alcohol con medicamentos antiinflamatorios esteroideos (prednisona, metil prednisolona) o no esteroideos (aspirina, Ibuprofeno, diclofenaco, naproxeno, etc.) Las personas que suelen tomar un analgésico para disminuir los síntomas de la resaca deben tener presente que el alcohol es un irritante gástrico y los analgésicos también lo son, por lo que puede generar irritación, pirosis, dolor abdominal, daño de la mucosa estomacal y sangrado de vías digestivas.
- Daños en el hígado (hepatotoxicidad): El alcohol es muy exigente y pesado con el hígado. Si se toma junto a medicamentos que también son demandantes con el hígado puede generarse un daño permanente en este importante órgano. Algunos medicamentos que no deben mezclarse con el alcohol por esta razón son analgésicos como el acetaminofén (paracetamol), antibióticos como los macrólidos (eritromicina, claritromicina, azitromicina); algunos antiinflamatorios no esteroideos, incluyendo el ácido acetil salicílico (aspirina), el ibuprofeno o el naproxeno; algunos antimicóticos como el fluconazol o el ketoconazol; antituberculosos (Isoniazida), depresor inmunológico (metotrexate), compuestos herbales (kava-kava, comfrey, chaparral, menta) y algunos antibióticos del grupo de las ampicilinas.
- Problemas con la absorción y la eliminación de los medicamentos: hay interacciones porque el alcohol ocupa casi toda la función del hígado, de tal modo que los medicamentos de poca o difícil absorción corren el riesgo de no absorberse o no tener efecto alguno en el organismo. Este es el caso de algunos antibióticos y por tal motivo, dada la importancia de la toma regular del medicamento para que el tratamiento sea efectivo, se recomienda no ingerir alcohol mientras transcurre el tratamiento. Algunas bebidas alcohólicas, como la cerveza o el vino, tienen una sustancia llamada tiramina, que al mezclarse con medicamentos pueden originar náuseas, vómitos o enrojecimiento facial (flushing).
Es muy importante en el caso de tener que acudir a un servicio de emergencias y recibir algún tipo de tratamiento ser honesto con el médico tratante y comentarle si es un bebedor crónico (alcohólico) ya que su metabolismo es muy diferente al de un bebedor agudo y ocasional (borrachera esporádica). Mientras que la persona alcohólica los medicamentos que se toman se metabolizan con gran rapidez y pueden conservar su efectividad por menos tiempo o simplemente no generar resultados positivos, en el borracho ocasional los efectos de los medicamentos se pueden potenciar y ser extremadamente fuertes. Como podemos ver además de los síntomas señalados, la peligrosidad de la combinación de medicinas y alcohol consiste en que se puede retrasar o acelerar la absorción y eliminación de los antibióticos de manera que si la persona bebe mucho, el medicamento funcionará más lentamente y, como consecuencia, recuperar su salud implicará un proceso mucho más largo de lo esperado.
Debemos tener en cuenta que el alcohol asociado al consumo de psicoestimulantes es muy común entre las personas adictas a las sustancias. Se sabe poco acerca de los posibles farmacológicos interacciones entre el alcohol y los psicoestimulantes. Entre los psicoestimulantes más comúnmente usados con el alcohol son: la metanfetamina, cocaína, 3,4-methylenedioxymetaanfetamina, y la nicotina. El abuso de alcohol con psicoestimulantes pueden conducir a varias disfunciones neurofisiológicas tales como disminución de las enzimas antioxidantes del cerebro, la alteración de los procesos de aprendizaje y memoria, mal riego cerebral, el agotamiento de los neurotransmisores, así como la potenciación de la conducta de búsqueda de sustancias. Por otra parte, el abuso del alcohol y psicoestimulantes puede provocar un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, el consumo de oxígeno del miocardio, estrés celular, y el riesgo de desarrollar diferentes tipos de cáncer.
La comunidad médica está preocupada desde hace ya algún tiempo; muchos adolescentes llegan a las salas de urgencias con síntomas como intoxicación severa, ansiedad, convulsiones, irritabilidad, dolores de cabeza y arritmias cardiacas. ¿La causa? El resultado de mezclar alcohol con bebidas energizantes. La mezcla de taurina y cafeína puede ser una a bomba para el organismo: mientras que el alcohol tiene la capacidad de deprimir el Sistema Nervioso Central, el efecto de estas bebidas es totalmente opuesto: estimularlo. Por esta razón, el cuerpo no siente en el momento los clásicos efectos de beber en exceso, y así, la persona termina bebiendo de más, llegando a intoxicaciones severas, que pueden terminar, incluso, en la muerte.
Podemos resumir que los efectos de mezclar bebidas alcohólicas con medicinas y otras sustancias, sin duda, son negativos a todo nivel. Si estás tomando medicamentos, te aconsejo que sigas al pie de la letra las indicaciones del médico, y si de celebrar se trata, recurre a una excelente conversación, el baile, la degustación de deliciosos platos y los brindis, pero por favor evita el consumo de alcohol.
Referencias:
- Fuentes González Jesualdo; Medicamentos y alcohol, mala idea; 5 sentidos; número 111; octubre 2016.
- Gómez Ubier Eduardo; Interacciones entre alcohol y medicamentos; San Vicente Fundación; enero 2014.
- Escher M, Desmeules J, Giostra E, et al: Hepatitis associated with kava, a herbal remedy for anxiety. BMJ 2001; 322(7279):139.
- Yusuf S.Althobaiti, Youssef Sari; Alcohol Interactions with Psychostimulants: An Overview of Animal and Human Studies; J Addict Res Ther. 2016 Jun; 7 (3): 281.