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5 Trastornos destructivos que crean adultos conflictivos

Por Dra. Iris Luna
5 Trastornos destructivos que crean adultos conflictivos

“Tal vez no haya habilidad psicológica más esencial que la de resistir al impulso.”  Daniel Goleman.

El autocontrol se define como esa capacidad consciente de maniobrar nuestros impulsos de una manera voluntaria, con el objetivo de obtener un adecuado equilibrio personal y relacional. La capacidad de tener autocontrol se convierte en una excelente herramienta que nos ayuda, en momentos de crisis, a distinguir entre lo más importante (eso que permanecerá en el tiempo) y lo que no es tan importante (lo transitorio). Las personas que poseen un adecuado autocontrol suelen ser más populares y se desempeñan muy bien en los diversos aspectos de la vida. Por el contrario, aquellos que tienen pobre autocontrol tienen el riesgo de padecer  limitaciones que les impedirían tener una buena calidad de vida y desarrollar todos sus potenciales. Hay quienes presentan una gran dificultad para resistir el deseo o la tentación de hacer algo determinado. Estos individuos sienten un gran impulso de realizar algunas conductas, incluso cuando estos actos puedan acarrearles graves problemas en diversos ámbitos e incluso generar complicaciones a las personas queridas. Cuando pierden el control experimentan en su interior una sensación de tensión o ansiedad insoportables, seguidas de emociones de alivio o placer después de realizar la conducta destructiva e impulsiva.

Al hablar de pobre control de impulsos, nos podría venir a la mente el trastorno por atracón, en el que la persona presenta un impulso irrefrenable por comer una gran cantidad de chucherías en poco tiempo; así mismo pensaríamos en los diversos tipos de dependencias, las cuales conllevan siempre un deseo o impulso irresistible de volver a estar en contacto con esa sustancia (cocaína, alcohol, nicotina) o situación a la que son adictos (compras compulsivas, Internet, sexo, etc.). No obstante, y aunque la falta de control de impulsos sea importante en estos y otros muchos trastornos, su papel, a diferencia de los que nombraré a continuación, no es central o fundamental, sino que forma parte de una gran cantidad de síntomas, asociados a otros patrones de comportamiento inadecuado.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de Los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM-5) ha definido los que (en la actualidad) son considerados como Trastornos Destructivos del Control de los Impulsos y de la Conducta. Considero que es importante reconocerlos y  tenerlos muy presentes, porque la mayoría se manifiestan durante la niñez y la adolescencia, no son infrecuentes, generan muchas complicaciones y costos tanto para quienes los padecen como para los familiares y personas cercanas a las personas afectadas por los mismos.

  1.    Trastorno negativista desafiante.

Se caracteriza por un patrón recurrente de conductas no cooperativas, desafiantes, negativas, irritantes y hostiles hacia los padres, profesores, compañeros y otras figuras de autoridad. Estos niños y adolescentes pierden la calma con gran facilidad y suelen ser muy vengativos y resentidos. Se enfrentan a sus padres en forma de alegatos y reclamos, incumplen las normas familiares de manera abierta, molestan a los demás en forma deliberada y culpan a los otros por sus propios errores. Para decir que un niño o adolescente presenta un negativismo desafiante es necesario que estos comportamientos sean persistentes y frecuentes. No olvidemos que estas conductas tienen un impacto muy negativo en el paciente y en su entorno familiar, escolar y social. Como consecuencias secundarias a estas dificultades, quienes padecen de trastorno negativista desafiante suelen tener una baja autoestima, escasa tolerancia a la frustración, depresión y, además son bastante susceptibles al maltrato físico, psicológico y a la discriminación. En resumen, los niños con trastorno negativista desafiante son muy discutidores, desafiantes y provocadores. Suelen enojarse, insubordinarse (desobedecer) y vengarse con facilidad y de manera desproporcionada. A diferencia del trastorno disocial, no hay violaciones de las leyes ni de los derechos básicos de los demás.

  1.    Trastorno explosivo intermitente.

Se caracteriza porque el niño o adolescente presenta episodios intermitentes de conductas agresivas o “ataques” de ira incontrolables o berrinches que pueden dirigirse a personas, animales o cosas. Estos arrebatos recurrentes en el comportamiento reflejan una falta de control de los impulsos de agresividad. Los arrebatos agresivos no son premeditados y provocan un gran malestar en el individuo, alteran su rendimiento escolar o sus relaciones interpersonales. Los ataques de ira se presentan por lo menos dos veces la semana durante un periodo mínimo de tres meses.

  1.    Trastorno de la conducta o disocial.

Se caracteriza por unos comportamientos persistentes y repetitivos que entran en conflicto manifiesto con las normas sociales establecidas o con los códigos de convivencia implícitos, como agresiones a personas o crueldad con los animales, destrucción de propiedad, fraudes, robos, extorsiones, engaños, e incumplimiento grave de normas (volarse de la casa o del colegio). Estos comportamientos suelen ser bastante agresivos y retadores, esto significa, que la participación en estos actos es consciente y más grave de lo que cabe esperar por la edad  o contexto en el que vive el  individuo, pudiendo llegar a un incumplimiento grave de las normas. Es manifiesta la gran pérdida del control de los impulsos, la ausencia de culpa o remordimientos, la imposibilidad de ponerse en los zapatos del otro (falta de empatía), las expresiones de afecto falsas o superficiales, la pésima tolerancia a la frustración y la rapidez para responder de manera agresiva ante cualquier molestia o sensación de desagrado, sin importarle las consecuencias de su reacción. Es frecuente que los chicos que presentan trastorno de conducta en la niñez y adolescencia desarrollen en su edad adulta un trastorno de personalidad antisocial. Decirle a un niño que es “travieso” o “insoportable” o “una plaga” no hace más que estigmatizarlo y trivializar un problema que puede arruinar la vida de una persona en el futuro. Estos niños no necesitan ser rotulados, lo que requieren es un tratamiento profesional.

  1.    Piromanía.

Se caracteriza por un comportamiento reiterado de actos o intentos de prender fuego a propiedades u objetos sin un motivo aparente, junto con una insistencia sobre temas relacionados con cerillas, gasolina, velas, fogatas, fuego y combustión. La persona puede mostrar un interés exagerado por los coches de bomberos u otros equipos de lucha contra el fuego, con temas relacionados con incendios forestales y en realizar llamadas a los bomberos. Estos chicos sienten un impulso irrefrenable por prender fuego repetidamente, únicamente por el placer de hacerlo. Así mismo tienen gran interés en observar la combustión de los objetos y suelen experimentar una gran tensión antes del acto y excitación emocional, placer o alivio muy intenso inmediatamente después de haber encendido el fuego. La conducta incendiaria del pirómano por lo general aparece en forma de episodios en los que durante una etapa provocan varios incendios seguidos, para posteriormente parar su comportamiento por un tiempo. Se ha visto más en hombres que en mujeres.

  1.    Cleptomanía

Es llamado también hurto patológico y se define por la manifestación de impulsos incontrolables que lleva a una persona a apropiarse de objetos ajenos e innecesarios para su uso personal o por su valor económico. La persona sufre mucho porque fracasa en forma reiterada en el intento de resistir dichos impulsos. Los objetos robados no se utilizan y suelen luego desecharse, regalarse o esconderse. Quienes sufren de esta enfermedad describen una sensación de gran tensión emocional antes del robo y una sensación de placer durante e inmediatamente después de haber realizado el hurto. Este acto de robar es impulsivo, solitario (no se lleva a cabo con cómplices). Estas personas, por lo general, no querrían robar y saben que cometen un acto ilegal. No tienen necesidad del objeto y lo agarraron porque no podían controlar ese impulso. Este trastorno suele ser más frecuente en mujeres.

Podemos ver que los cinco trastornos destructivos del control de los impulsos descritos anteriormente se caracterizan por la incapacidad de dejar de realizar ciertos comportamientos dañinos para uno mismo o para otros. Si no se tratan durante la niñez, pueden trastornar la vida adulta. Los síntomas crónicos, recurrentes e intrusivos relacionados con estos trastornos suelen provocar una serie de problemas emocionales y del comportamiento que frecuentemente dan lugar a varias consecuencias bastante perjudiciales. El tratamiento depende en gran medida de la identificación del trastorno exacto, pero a fin de cuentas, uno de los objetivos primordiales es reconocer y controlar efectivamente estos comportamientos. Los niños, adolescentes o adultos que presenten los síntomas de cualquiera de los trastornos destructivos del control de los impulsos necesitan recibir ayuda de un profesional competente lo antes posible para evitar el desarrollo de problemas más graves en el futuro. Con un tratamiento a tiempo nos evitamos: sanciones o expulsiones escolares, bajo rendimiento académico, fracasos escolares, discriminación y rechazo por parte de los compañeros, ingresos a correccionales y hospitales, maltrato físico, pérdida de autoestima, inicio de una vida delictiva, serios conflictos familiares, incursión en el consumo de sustancias, etc.

Si conoces a alguien que le pueda ayudar este material, por favor compártelo. Y si tienes algún comentario, reflexión o inquietud respecto al tema, compártelo con la comunidad. Saludos y hasta la próxima semana. 

Por: Dra. Iris Luna
Médico Psiquiatra – Máster en Nutrición
Especialista en Sobrepeso y Obesidad
Contacto: iluna@phronesisvirtual.com 

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