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4 malos hábitos que sabotean tu felicidad

Por Phrònesis
Tips para ser feliz
Redacción Editorial Phrònesis.

Muchos interpretan la felicidad como una recompensa reservada para los espíritus aventajados, personas tocadas por la Diosa de la Fortuna que han sido libradas mágicamente del sufrimiento y los reveses de la vida. Pero lo cierto es que la felicidad es algo mucho menos fantástico y esotérico de lo que pensamos, de hecho, creer que ser feliz está fuera de nuestro alcance porque es necesario “llevar cierto estilo de vida” o gozar de ciertos privilegios y que, cuanto mucho, podemos aspirar sólo a un estado de vaga conformidad, es una de las principales causas de la desdicha.

Para el psicólogo Travis Bradberry, autor del libro “Inteligencia emocional 2.0”, la felicidad viene en formas innumerables, tanto que resulta sumamente difícil definir con certeza en qué consiste ser feliz. La infelicidad, por otro lado, es tan fácil de palpar que no dudamos en declararnos insatisfechos y afectados por los vaivenes del mundo en cuanto percibimos algún malestar. Esto no se debe a que seamos más o menos caprichosos, sino a que la felicidad (o realización personal) es necesaria dentro del espectro de dimensiones que dan propósito a nuestra vida. Bien lo explicó Abraham Maslow en su Pirámide de las Necesidades, donde la autorrealización ocupaba la cumbre del desarrollo humano, y buena cuenta de ello da la ciencia al permitirnos saber que los estados de ánimo y los patrones de pensamiento influyen directamente en el funcionamiento de nuestro organismo y que la tristeza puede, ciertamente, causarnos enfermedad.

Para Bradberry, un inconveniente fundamental que impide a las personas alcanzar un nivel de vida inmejorable y sentirse felices es, precisamente, que han desarrollado hábitos de vida infelices. Sin saberlo, se aferran a patrones de conducta lesivos que se basan principalmente en dos creencias:

  1. Que la felicidad está íntimamente ligada a las circunstancias de vida (cuánto dinero ganamos o en qué familia nacemos).
  2. Que las acciones de los demás juegan un papel decisivo en nuestra posibilidad de ser felices (“Soy feliz si el mundo me colabora”).  

“La infelicidad puede tomarte por sorpresa”, dice Bradberry. “Gran parte de tu felicidad se ve determinada por tus hábitos, y es por eso que debes monitorearlos de cerca para asegurarte de que no te consuman, que no te arrastren al abismo”.

Depositar la llave secreta de nuestra felicidad en los otros es atribuirles una responsabilidad que se escapa de sus posibilidades. La felicidad no es un escudo inmune al sufrimiento forjado a expensas del sometimiento de los demás a nuestros deseos; es un asunto de decisiones personales y fuerza de voluntad, no de magia ni fortuna.

Ser feliz es querer serlo

Para Travis Bradberry, ser feliz es cuestión de quererlo y de procurar que ese deseo vaya a la par de nuestros actos. Los hábitos infelices son el auténtico enemigo y proviene no de afuera sino de adentro, de creencias irracionales y malas experiencias convertidas en estigmas para la autolesión.

Algunos hábitos que Bradberry señala como propiciadores de la infelicidad son:

  • Esperar el “momento indicado”. Convencernos sin tregua ni compasión de que seremos felices cuando tengamos aquello que necesitamos para serlo: un auto nuevo, una casa más grande, el hombre o la mujer de nuestros sueños… Emplear como vicio la frase: “Seré feliz cuando…” es incluso un hábito de autodestrucción, ya que nos induce a posponer el disfrute de la vida, a llevar una existencia sucedánea hasta nuevo aviso por mantenernos a la espera de un tiempo perfecto que quizás no llegue nunca.
  • Dejarnos llevar por la “necesidad” de poseer objetos. Que algunos de los sabios y líderes espirituales más trascendentales de la historia hayan vivido en condiciones de carencia material no debería ser visto como un hecho aislado. Cuando se ausenta lo superfluo, el ser humano desarrolla la capacidad de contemplación y consigue ver belleza en los detalles más simples. Esto no quiere decir que aspirar a la riqueza sea un lastre para nuestra felicidad, pero orientar nuestra vida a la adquisición desmesurada de objetos pretendiendo satisfacer con ello un vacío que compete al espíritu (o a las emociones), sí lo es. Nuestras relaciones interpersonales se ven desplazadas cuando decidimos dedicarnos de tiempo completo a la misión de acumular posesiones, y es un hecho que el aislamiento social contribuye al desarrollo de alteraciones del ánimo, como la depresión. También nuestra calidad de vida puede disminuir debido a los altos niveles de estrés y la presión que nos autoinducimos, a veces sin darnos cuenta.
  • Victimizarnos y quejarnos de todo.  Cuando el argumento ubicuo para justificar nuestra infelicidad es que las cosas no salen como queremos, que todo el mundo parece conseguir lo que desea menos nosotros o que las condiciones del entorno se muestran sospechosamente hostiles hacia nuestros propósitos, hemos caído en el foso de la victimización y la desdicha inevitable. Desde luego, resulta mucho más fácil quejarnos de los problemas y repartir en partes iguales la culpa entre los seres vivos e inanimados que poblan la tierra, pero eso perpetúa nuestro sufrimiento.

Hacernos la víctima es una forma de cometer automutilación psicológica, de restarnos valía para afrontar las dificultades permitiéndonos asumir, en cambio, la figura de un ser desprotegido y desvalido. Por supuesto que todos nos hemos visto afectados en algún momento por injusticias y ofensas, pero ¿acaso no vuelven a tener hojas los árboles cuando acaba el otoño? Condenarse a un peregrinaje de reclamos y lamentaciones por los males que nos aquejan es resignarse a vivir medio muerto.  

  • Engrandecer los problemas y empequeñecer las alegrías. Cuando la ciencia demostró hace algunos años que las memorias trágicas se adhieren a nuestra memoria con más énfasis que las memorias alegres, uno de los hábitos infelices más frecuentes y dañinos cobró sentido: el de convertir un problema en el apocalipsis y olvidar con demasiada prontitud los momentos felices. Muchas personas sufren con mayor pasión las penas de lo que se entregan a celebrar y gozar de las alegrías.

Recordamos la ofensa con más solemnidad que la gratitud que deberíamos experimentar por las cosas buenas que hay en nuestra vida, y esa costumbre de elegir por defecto la exaltación de la desdicha es también una manera de darle continuidad, de cultivar en nosotros la creencia de que, sin importar lo que hagamos o seamos, el mundo siempre estará en nuestra contra.

Referencias:

Warner, J. (2016). Bad Memories Easier to Remember. WebMD. Disponible en http://www.webmd.com/brain/news/20070829/bad-memories-easier-to-remember

Bradberry, Travis (2016). Troubling Habits of Chronically Unhappy People. LinkedIn. Disponible en https://www.linkedin.com/pulse/troubling-habits-chronically-unhappy-people-dr-travis-bradberry

Por: Editorial Phrònesis
Para: 
elartedesabervivir.com

 

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