He consultado con padres, madres, tutores legales, hombres y mujeres adoptantes, abuelos y abuelas a cargo, colegas y otros profesionales, funcionarios de áreas de Infancia en Salud, Servicio Social y hasta legisladores. Todos coinciden en sus intenciones orientadas a generar acciones para que los niños sean exitosos y felices en su futuro. La dificultad aparecía en la manera de lograrlo, en cómo hacerlo, en el modo de manifestar esta intención en la vida cotidiana.
Para quienes se ocupan de la crianza y educación de niños, les acerco estos simples pasos para lograr tan grandiosa labor:
Paso 1: DEFINIR “ÉXITO”
Si queremos educar para el éxito, resulta imprescindible aclarar lo que significa en cada caso específico, es decir para cada niño en particular. La Real Academia Española, en su Diccionario de la lengua española, tiene más de una acepción:
“éxito
Del lat. exĭtus ‘salida’.
- m. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.
- m. Buena aceptación que tiene alguien o algo.
- m. p. us. Fin o terminación de un negocio o asunto”.
Partiendo de esta respetable fuente, ya vemos diversos abordajes: una es un estado interno respecto de un resultado –lo que yo siento acerca de mi logro-, otra es la aceptación externa de ese resultado –mi entorno, los otros-, y la tercera es simplemente lograr finalizar algo. En las tres está presente la concreción, alcanzar la meta.
Por lo tanto, considerando el éxito desde cualquier perspectiva, entendemos que fundamentalmente estamos planteando llegar hasta el final, sin quedarse en el camino. Consideremos también la posibilidad de dar final a algún proceso o situación que ya no sirve, que es negativa o tóxica para el propio desarrollo personal. Entonces, el hecho es darle un cierre cuando haya claridad de que es necesario concluir para continuar transitando por la vida sin el asunto pendiente.
Insertando este análisis en lo cotidiano, si yo sé qué es lo que estoy buscando, puedo orientar mis acciones hacia eso. Habrá niños que se sientan exitosos por haber realizado lo propuesto, otros con el reconocimiento de la evaluación positiva externa, y otros con la sonrisa de algún compañero cómplice en su labor.
Así, definir éxito forma parte de observar y conocer a cada niño, para favorecer el desarrollo de su propia vivencia de éxito.
Paso 2: ENSEÑAR HABILIDADES PARA EL ÉXITO
Gestionar un proceso para llevarlo hasta su finalización, requiere de múltiples habilidades, que pueden enseñarse. La única vía real para enseñar habilidades es: haciendo. Para que un niño aprenda debemos situarlo en experiencias de aprendizaje, hacer con él y dejarlo hacer, que practique y ejercite la nueva habilidad, que se equivoque y solucione, que se complazca de sus avances. Enseñar habilidades no es hablar de hacer, sino hacer.
Puede ser de utilidad centrarnos en:
- Orientar al pequeño hacia el desarrollo de una inteligencia práctica y aplicable.
- Establecer cimientos ensayando diferentes métodos para la resolución de problemas.
- Estimular la creatividad para generar soluciones alternativas.
- Integrar los éxitos personales al entorno en el que nos desenvolvemos, como aportes enriquecedores.
- Hacer consciente la responsabilidad por los propios comportamientos y las consecuencias que generan.
- Establecer niveles de exigencia que apunten a dar lo mejor, hacer siempre lo mejor que sea posible, perfilando el desarrollo del hábito de la excelencia.
- Compartir actividades grupales con roles asignados, aprendiendo el valor del trabajo en equipo con aportes individuales.
- Atender a los talentos naturales para hacer placenteras las actividades.1
- Apoyar las tareas que resulten poco agradables y necesarias, para que cumplirlas sea simplemente un paso que permita proseguir hacia la meta.
- Observar las condiciones existentes, para aprovecharlas cuando sean favorables, y afrontarlas cuando sean desfavorables, sobreponiéndose para continuar avanzando.
- Demostrar como adultos la posibilidad de resolver-y-seguir, para no quedarse adherido a alguna situación inconclusa que deteriora el progreso de las metas.
- Ser modelo de recuperación luego de las crisis. Pues ante situaciones familiares, escolares o laborales, podemos usarlas de referencia para exponer un modo saludable para continuar avanzando en lo planteado.
Paso 3: FORMAR RECURSOS INTERNOS PARA EL ÉXITO
Sabemos de gente muy formada intelectualmente, que boicotea sus propios procesos de manera tal que no consigue completarlos en forma exitosa. Estos autosabotajes provienen del interior de la misma persona que quiere lograr sus metas, y que utiliza de manera inapropiada sus propios pensamientos y emociones.
Para prevenir estas frustrantes experiencias y potenciar a los niños podemos apoyarnos en:
- El progresivo autoconocimiento, es decir, que el niño se conozca a sí mismo para descubrir sus fortalezas, debilidades, talentos y preferencias. Que sea él quien pueda definir su “ser exitoso”, independientemente de lo que pensemos los adultos.
- Aprender a motivarse: cuando el proceso agobia y aparece el cansancio o el descontento, generar pensamientos motivadores que promuevan el seguir adelante.
- Incrementar la tolerancia a la frustración, como manera de atravesar momentos displacenteros en el proceso, sin que ello implique abandonar el objetivo planteado.2
- Generar resiliencia a partir de aparentes “fracasos”, que pueden resignificarse en una experiencia de “pausa para repasar el plan”. Pues a veces lo que puede parecer perder es en realidad ganar.
- Evitar que la búsqueda de reconocimiento sea el motor principal de acción, pues pondría en manos de otra persona el desarrollo de las metas (¡atención! que esto incluye que el niño no actúe para mi propia complacencia).
- Desarrollar la habilidad de escuchar y aceptar los diferentes puntos de vista como perspectivas que no lo atacan personalmente.
- Buscar la flexibilidad cognitiva para pensar abordajes eficaces luego de haber probado alguno que no funcionó, y así apoyar en el camino hacia la meta.
- Promover la educación emocional, para favorecer modos de afrontamiento que mantienen el curso sin desviarse, reconociendo las emociones displacenteras como una experiencia natural y momentánea.
- Atender al malestar permanente como señal de una falla a revisar en el plan trazado, y hasta en el mismísimo objetivo.
- Generar estilos saludables y realistas de atribución de éxitos y fracasos, posibilitando su visualización de manera completa y no parcial o sesgada.
- Para que no aparezcan comportamientos de evitación al éxito en el futuro, resulta fundamental avalar de todas las maneras posibles, el sentirse merecedor absoluto de las repercusiones de sus logros.
CONCLUSIÓN
Hacer contacto con el propio concepto de éxito a través del autoconocimiento orienta favorablemente un camino que, con habilidades para llevarlo adelante, y recursos internos para potenciar la experiencia del proceso, ya es un triunfo anunciado.
Como adultos, podemos observar a cada niño como un ser único, atendiendo a su particular forma de vivenciar los éxitos, para apuntalarlo en sus experiencias vitales de aprendizaje, en esta etapa fundante de la vida.
¡Éxitos en la puesta en práctica!
NOTA: a menudo utilizo la palabra “niño” para referirme tanto a niños como a niñas, haciendo más grata la experiencia lectora.