Redacción Editorial Phónesis.
Amar y ser amado es un proceso tan natural como sentir el agua correr entre los dedos o el sol quemando a mediodía. Sin embargo, la tarea de dar y recibir afecto no siempre es sencilla, en especial cuando (siendo o no conscientes de ello) hemos vivido ahuyentando el amor y dando pie a patrones de conducta donde la posibilidad de regocijarnos en la vivencia del afecto se ve aplastada por la sequía de la rigidez emocional.
El amor es, como el acto de nacer y morir, un evento que no puede postergarse. No porque consista, como nos han hecho creer, en una fuerza indomable destinada a silenciar la razón o nublar el sentido común, sino porque hay en él una urgencia casi mágica de entrega, un llamado a hundirse en cuerpo y alma en el placer de la plenitud y la dicha compartida.
Pero ¿cómo se da que, sin siquiera saberlo, huímos a veces de la experiencia del amor saboteando secretamente lo que tanto decimos anhelar?
Cuando el miedo enjaula el amor
Para la psicóloga Lisa Firestone, es evidente que la mayoría de las personas no se pregunta si su comportamiento diario es una forma de darle la espalda al amor y, no obstante: resulta que sí lo es.
El problema radica en que somos completamente ajenos tanto al origen como al destino de nuestras acciones, pues gran parte de ellas responde a motivaciones inconscientes. A raíz de esto, permanecemos sumidos en la duda eterna de por qué no logramos construir relaciones positivas y estables, cuando la respuesta inminente es que el “empeño” que tanto aseguramos depositar en ello va encaminado a lograr todo lo contrario.
Para Firestone, el miedo a ser vulnerables hace que atentemos contra el afecto de nuestra pareja sin darnos cuenta, bloqueando nuestra capacidad para recibir amor y cayendo en el vicio de conductas malsanas que destruyen cualquier proyecto de relación sana a largo plazo.
“Hay muchas parejas que aseguran amarse y que, sin embargo, se tratan de una manera tan desagradable e irrespetuosa que es difícil creer que realmente se caen bien”
(Lisa Firestone).
Entre los fantasmas emocionales que, a la sombra de nuestro conocimiento, destruyen nuestras relaciones de pareja, están:
- La tendencia a retener una imagen idealizada del ser amado
- La inclinación a cerrarnos a las experiencias emocionales
- El hábito de criticarlo todo en exceso, todo el tiempo
- Retener una imagen idealizada del ser amado
Vivir de brazos cruzados a la espera de que nuestra pareja llene una imagen preconcebida plagada de cualidades ostentosas y virtudes eruditas, es indicio de una perspectiva del amor muy mal encaminada.
Según Firestone, acudimos a la retención de imágenes idealizadas como una estrategia para evitar exponernos emocionalmente. Así que establecemos distancias y fomentamos diferencias poniéndonos en contra de nuestra pareja y simulando ser “víctimas” de una realidad que no corresponde a los pronósticos.
El mayor obstáculo para identificar esta conducta está en que, normalmente, se da de manera inconsciente, por lo que Firestone aconseja dar especial atención a cambios súbitos en los sentimientos o el surgir de molestias repentinas en relación a hábitos y cualidades de nuestra pareja que antes disfrutábamos.
- Cerrarnos a la experiencia emocional
Consiste en un mecanismo de defensa que nos separa de nuestros sentimientos y que sale a flote, generalmente, a raíz de la evocación de recuerdos amorosos negativos.
Si bien el cierre emocional puede darse en el pleno de una relación, ocurre comúnmente durante el proceso de enamoramiento, donde se manifiesta como una voz de alerta que nos inunda de pensamientos fatalistas y advertencias para rehusarnos al amor.
La creencia de que permitirnos vivir a plenitud una nueva historia de amor solo nos traerá desdicha y sufrimiento nos lleva a adoptar una postura defensiva, privandonos de expresar libremente lo que sentimos y cayendo en el abismo de la insipidez afectiva.
- Criticar en exceso
Según Firestone, las críticas excesivas son una respuesta programada para sabotear inconscientemente nuestra relación enfocándola como un problema matemático en lugar de un lazo de intercambio emocional entre dos personas.
Las críticas destructivas se diferencian de las críticas constructivas esencialmente porque las últimas buscan contribuir al crecimiento y bienestar de la pareja. Criticar en exceso, en cambio, es un método de autosabotaje que pretende situarnos en una posición donde resulte sencillo distorsionar nuestros sentimientos y los de la otra persona, victimizarnos o hacernos pasar por el miembro de la relación que “siempre se sacrifica”.
La finalidad de todo esto es forzar a nuestra pareja a demostrar que realmente nos ama para lidiar, así, con nuestro miedo a ser lastimados. Sin embargo, las voces críticas se transforman fácilmente en voces poseídas por el cinismo, la ironía, el sarcasmo y los comentarios mordaces, lo cual, invariablemente, acaba por lapidar el amor.
“El amor es frágil, y no siempre somos buenos cuidando de él. Acabamos por salir del paso y hacer lo mejor que podamos, esperando que esta cosa frágil sobreviva a pesar de las dificultades”.
(Nicholas Sparks).
Para que un amor crezca y prospere, no basta con intenciones y promesas de devoción incondicional. El afecto — si bien puede nacer de las palabras — subsiste únicamente a través de los actos y las demostraciones de respeto mutuo, independencia, libertad y gratitud. Para Firestone, el miedo a la intimidad hace imposible que estas condiciones se den, lo que se traduce en relaciones de pareja caóticas y condenadas al fracaso.
Aprender a identificar cuáles son los comportamientos inconscientes que amenazan potencialmente la dinámica de nuestras relaciones es la clave para entender por qué nuestra vida amorosa parece ir en contra de lo que aparentemente nos esforzamos en construir. De este modo, es posible desarrollar mecanismos que nos permitan ligar nuestras acciones a la par de nuestros pensamientos.
Por: Editorial Phrònesis
Para: elartedesabervivir.com