fbpx
Inicio Columnas 3 Actitudes de padres que arruinan el futuro de sus hijos

3 Actitudes de padres que arruinan el futuro de sus hijos

Por Lic. Marcela Monte
Cómo evitar arruinar el futuro de los hijos, 3 Actitudes de padres que arruinan el futuro de sus hijos

Infancia feliz, cueste lo que cueste.

Cuando los padres perfectos debilitan a los niños.

La obsesión de padres y madres por criar hijos felices, puede ser un boomerang peligroso, pues contrariamente a lo pretendido, se podrían estar sembrando orígenes de personalidades débiles e inseguras, llegando inclusive a dar inicio a los trastornos de la personalidad narcisista y dependiente.

Como adultos, está en nuestras manos ser conscientes del privilegiado momento de la vida que es la infancia, para hacer prevención de psicopatologías y promoción de la salud mental, podemos aportar mucho en esta dirección.

Buscar ser los constructores de una infancia perfecta, ofreciendo a los niños todo lo que consideramos que necesitan, sumado a lo que ellos demandan porque lo desean, es una realidad en la vida cotidiana de muchos padres y madres. Montados en un trajín diario que incluye destacarse como profesionales para ser un ejemplo para esos mismos hijos, ganar suficiente dinero para solventar la educación de calidad y las múltiples actividades extraescolares, y realizando muchas veces también esfuerzos extra para adquirir las novedades que los pequeños exigen –generalmente motivados por las publicidades que consumen-, los padres destinan gran parte de su energía (tiempo, dinero, pensamiento, comunicaciones) en gestar este escenario para el desarrollo de los pequeños.

La crianza es realmente compleja, ya que alude a una multiplicidad de aspectos que van, desde los cuidados físicos y afectivos, facilitar experiencias educativas y deportivas, hasta ofrecer guía moral y espiritual. Cuando se hacen presentes las inseguridades acerca de si se es un padre o madre competente, debe enfrentarme la propia historia como hijo, y luego atender a la vara con la que se está midiendo el propio rol parental –o darse cuenta si es que lo está midiendo otra persona con autoridad para ese padre o madre-.

Hay tres actitudes que considero sumamente negativas para la crianza, que suelen establecer los padres y madres en su principal intención de dar lo mejor a sus hijos –es decir, con la mejor voluntad para la crianza- y que resultan contraproducentes a mediano y largo plazo. Estas tres actitudes, que marcan estilos de relaciones entre padres e hijos son:

  1.    Complacer inmediatamente

Cuando las gratificaciones son permanentes e inmediatas, se impide al niño la posibilidad de experimentar la capacidad de esperar y la paciencia como requisito para desarrollar la postergación de la gratificación.

Esto puede llevar en el futuro a una gran dificultad para comprometerse con aquellas metas que impliquen procesos a mediano o largo plazo, por no lograr atravesarlos, desviándose por gratificaciones inmediatas. Un ejemplo generacional de este déficit es la concreción de una carrera universitaria, con un esfuerzo sostenido en el tiempo para su logro. Existe una elevada tasa de deserción de las carreras en los primeros años, como así también la elección de carreras “breves y de rápida salida laboral” aunque no colmen la búsqueda vocacional ni sea necesaria por urgencia económica.

  1.    Facilitar los procesos

Como adultos trabajadores y generadores de recursos propios, muchas veces se puede caer en una trampa del propio ego: facilitar un proceso que para el niño puede ser lento y trabajoso, con el poder que la posición del adulto permite, por ejemplo, si el niño desea comprar un objeto el adulto puede decidir ofrecerle una paga semanal o mensual a cambio de alguna colaboración o tarea extra, y ayudarlo a calcular el tiempo que le llevará ahorrarlo –favoreciendo su sensación de autogestión y logro personal- o puede evitar todo el proceso de aprendizaje y desarrollo de habilidades personales que esto implica, adquiriendo el objeto y obsequiándoselo. Una alternativa intermedia sería usar una tarjeta de crédito para que lo disfrute inmediatamente y luego realice la contraprestación.

El efecto de esta última situación es muy particular, puesto que lo que estaría desarrollando el pequeño es la capacidad para convencer –o manipular- al adulto, y luego si no cumple la contraprestación prometida, pues se generan situaciones de tensión en el hogar, pero al fin y al cabo el objeto ya está en su poder, ya lo ha disfrutado. Y en realidad, lo que me parece más importante, es que se actúa de una manera diferente a la reinante en el sistema comercial y financiero en el que se desenvuelve el niño. Pues para obtener algo, hay que tener con qué pagarlo, y si tengo capacidad para generar una deuda, debe ser a sabiendas que voy a producir realmente esos recursos, pues de otro modo me confiscarán el bien.

¡imagínate qué buena oportunidad para ensayar en casa puede ser ésta, en lugar de un desencanto en la temprana adultez, cuando no haya nadie que rescate al joven de las deudas!

Es para pensarlo, pues se está construyendo una actitud ante el consumo.

  1.    Excederse en las recompensas

Ligado a los dos puntos anteriores, si las recompensas son permanentes e importantes, y provienen de personas externas al niño o adolescente, que es quien ejecuta la acción, las mismas comienzan a perder su efecto motivador, y entonces deberán ser cada vez mayores, transformándose casi en un chantaje, pues de otra manera, no existe un motor que genere el interés por someterse a un esfuerzo o a invertir tiempo en un proceso. Se genera una desmotivación que puede generar sensación de falta de sentido, pues no existe la vivencia de la gratificación interna por el logro mismo. Con el paso de los años, suele ocurrir que hacen falta grandes recompensas por promesas de lo que hará el joven luego, y se desvirtúa el efecto del mérito, proveniente del esfuerzo realizado para el logro, tan importante para sentirse merecedor de la recompensa, que es una bellísima manera de vivir la abundancia.

Quiero ser muy clara respecto de este concepto, y que no tiene que ver con que sea un suplicio ni un sufrimiento cada objetivo en la vida, sino de hacer los ejercicios de priorizar y elegir, en pos de metas claras.

Las infancias son un campo de desarrollo y entrenamiento de los futuros adultos, y es por ello que considero fundamental ser padres y madres que avalen experiencias de crecimiento personal –de los niños y niñas- más allá de la gratificación egocéntrica del adulto, que siente que puede dar al niño sin límites, todo lo que el niño desee, todo lo que los padres no obtuvieron en su propia infancia, ya se trate de objetos materiales, experiencias, disponibilidad de padre o madre, actividades, viajes, etc. Cuando los adultos están confundidos en este sentido, perjudican terriblemente al niño, quien al crecer muchas veces reclama una infancia con más desafíos, que le hubiera posibilitado desarrollar la resiliencia con menores costos que las pérdidas que habitualmente ocurren cuando lo hacen en la juventud o adultez.

Si estas palabras generan dudas acerca de qué clase de padre o madre eres, puedes evaluar si motivado por ser de primera calidad te has transformado en un hiperpadre o hipermadre, que se siente obligado a construir la perfecta infancia para sus hijos a través de facilitarle todos los caminos. De ser así puedes saber que la transformación hacia una parentalidad diferente y más saludable es posible, implementando actitudes de un padre resilienciador quien ofrece oportunidades en la infancia a sus hijos para desarrollar destrezas de valor agregado y utilidad para ellos mismos y la sociedad.

Poder atravesar las experiencias difíciles como oportunidades para desarrollar habilidades es una condición de extrema salud mental y fortaleza, que facilita desarrollarse durante la vida, ininterrumpidamente, en la plenitud del ser ¿No es eso lo que realmente quieres para tus hijos?

NOTA: a menudo utilizo la palabra “niño” para referirme tanto a niños como a niñas, y “padres” para referirme al rol de padres y madres, haciendo más grata la experiencia lectora.

Por: Lic. Marcela Monte
Licenciada en Psicología
Universidad Nacional de San Luis / Argentina
Psicoterapeuta Cognitivo – Conductual Infantil
Contacto: info@infantopsicologia.com

Fuentes:
“Los miedos y el aprendizaje de la valentía”, José Antonio Marina, Ed. Planeta, Madrid, 2014.
http://www.observatoriodelainfancia.es/oia/esp/descargar.aspx?id=301858&tipo=noticia
https://www.obelen.es Conferencia: “Los buenos tratos y la resiliencia infantil en la prevención de los trastornos del comportamiento” Dr. Jorge Barudy.

Related Articles

Deja un comentario